“Ojalá el tiempo termine de reconocer a Reutemann como lo que realmente fue”
El empresario y periodista argentino Felipe Mc Gough acompañó al santafesino durante sus últimos exitosos años de campaña deportiva. Cuarenta años después, su narración procura dimensionar aún más la grandiosa aventura de Lole en F1.
Por Tomás Arribas / [email protected]
(Nota publicada en la edición impresa de hoy)
La historia la escribe el tiempo, dicen por ahí. Y puede que también se encargue de poner cada cosa en su debido lugar, con la suficiente cuota de crédito a quien lo merezca.
En una era donde imaginar la bandera albiceleste en el majestuoso circo de la Fórmula 1 parece de ensueño, lo ocurrido hace cuatro décadas realzará aún más aquellos sucesos protagonizados por Carlos Alberto Reutemann, cuyo “motor” se apagara el pasado 7 de julio a los 79 años de edad.
O mejor aún, terminará de erradicar aquel absurdo catálogo de “eterno segundo” que recayó sobre su reputación durante buen tiempo.
El deceso de “Lole”, nacido en Santa Fe el 12 de abril de 1942, inevitablemente reabre las puertas del pasado y nos obliga, una vez más, a dimensionar su brillante campaña deportiva, en una de las épocas más feroces y espectaculares de la máxima.
“Cómo no reconocer a un piloto que terminó tres veces tercero y que fue subcampeón del mundo, perdiendo el título por una sola unidad. Nos dejó un grande del deporte argentino, ojalá el tiempo termine de reconocerlo como lo que realmente fue”, narra Felipe McGough.
El empresario, representante y periodista argentino acompañó de cerca a “Lole” en sus últimos destellos al volante, justamente en la etapa más exitosa del también ex gobernador de Santa Fe en su largo y exitoso periplo acelerando por Europa.
“Mantuvimos relación durante 40 años. Si bien no fuimos amigos, tuvimos mucho respeto el uno por el otro. Fue un gran deportista y profesional, que me abrió las puertas siendo yo muy joven, con apenas 21 años. Tuve la suerte de acompañarlo en sus últimas dos temporadas en la Fórmula 1”, recuerda.
Mc Gough, quien cumpliera labores periodistas en transmisiones de F1 en Telefé, además de representar las campañas de Norberto Fontana y José María López, entre otros, tuvo acceso como ningún otro a los pormenores deportivos de “Lole” Reutemann.
En tal sentido, su misión a través del diálogo conmemorativo gestado intenta hilar fino en el análisis del pasado y magnificar los logros alcanzados en Fórmula 1, mundo que lo cobijó durante diez años.
“El tiempo ya se encargó de valorar la historia del Lole y lo que significó su trabajo para el deporte argentino, y fundamentalmente para los pilotos que intentaron seguir su camino. La mayoría de nosotros no tuvimos la suerte de ver a Fangio, pero muchos de nuestra generación vivimos a pleno la época de Reutemann, sus victorias, los autódromos llenos y un país paralizado, que se levantaba temprano para ver sus competencias”, remarca.
“En el 81' se llegó a cambiar el horario de un River-Boca porque se corría la F1 en el país, con 80,000 personas en el Autódromo y la presencia estelar de Lole. La revista Corsa llegó a vender 100.000 ejemplares por semana, y esas cosas te marcan la dimensión de lo que representó para el país en su momento”, agregó.
—¿Creés que no fue lo suficientemente valorado?
—En su momento mucha gente le puso el catálogo de eterno segundo por muchos acontecimientos ocurridos en pista. No solo por ese subcampeonato, sino también por aquella carrera que se le escapó en Argentina en 1974, cuando se queda sin nafta en el Brabham. Pero creo que el tiempo se encargó de darle la razón. Él siempre sostenía “Es muy difícil”, algo que con el paso del tiempo se comprobado que así fue.
“Lole fue tres veces tercero y una vez subcampeón del mundo. Lo que daríamos actualmente por tener un piloto que logre algo así. Lo que hizo fue enorme, al igual que lo logrado por Fangio y Froilán González. Son muchas historias y anécdotas que seguramente se realzen con el tiempo. Llevó a lo más alto la bandera de nuestro país durante una década”, aseveró.
“Es un día muy triste”
Los memoriosos aún podrán observar la caminata de Lole, cabizbajo y decepcionado, rumbo a los boxes del circuito callejero de Las Vegas, sede de la definición del campeonato de 1981.
Cuenta la mitología que luego de aquella desobediencia en Jacarepaguá (el famoso cartel "Jones-Reut") el equipo Williams le soltó la mano, por lo que el argentino debió transitar solo en la misión de obtener la corona.
Aún así, hasta el viernes previo a la competencia, la ilusión de consagrar un nuevo campeón del mundo nacional estaba más latente que nunca.
"Fue un año políticamente complicado. Con el tiempo, Lole confesó que había firmado un contrato con la famosa cláusula de los 7 segundos (a menos de esa ventaja debía dejar pasar a su compañero, el australiano Alan Jones). En Long Beach venía ganando y cedió el lugar yéndose afuera en una chicana, cometiendo el error a propósito para evitar sospechas. Pero ello no sucedió en Brasil, donde no acató la orden y ganó la carrera. A partir de ahí se tensó todo en Williams y eso fue, en parte, la razón por la que no pudo concretar el campeonato", recuerda Mc Gough.
"Con respecto a Las Vegas, Carlos tenía un auto que volaba pero se complicó mucho. La carrera se corrió el sábado, y el día previo hizo la Pole. Lamentablemente, en una tanda de entrenamientos posterior, tuvo un toque justamente con (Nelson) Piquet (NdR: el ganador del título) y rompió la suspensión delantera, teniendo que recurrir al muleto. De allí en más Lole quedó fuera de sintonía", agregó.
—Mientras tanto, Williams no se mostró muy preocupado...
—No, en absoluto. Fue un día muy triste. Ver al equipo Williams festejando la victoria de Jones, ante su retiro de la F1, mientras Lole caminaba solo y frustrado hasta el hotel, fue una situación decepcionante. Perdieron el campeonato pero ellos festejaban la victoria del otro piloto, lo que demuestra cuál era la preferencia del equipo.