Educación: los problemas emocionales que trae aparejados la pandemia
Dos psicopedagogas y una psicóloga bahienses se refirieron a las dificultades que se están observando en los alumnos.

Por Pablo Andrés Alvarez / [email protected]
Audionota: Romina Farías (LU2)
En estos tiempos de pandemia quedó en evidencia que no hay alternativa pedagógica ni tecnológica que reemplace eficientemente el contacto diario de cada estudiante con sus docentes y sus pares.
Es indudable que la pandemia le ha abierto un nuevo flanco a la crisis del sistema educativo argentino y que, por ende, repercutió en el ámbito local.
Los efectos del aislamiento aún no son cuantificables, pero sí se sabe que involucran de manera directa o indirecta el aspecto emocional.
Ya no estamos sólo frente a resultados educativos adversos, sino también frente a las dificultades que se manifiestan durante el proceso educativo en sí mismo. Dificultades que obran como obstáculos insalvables.
El cierre de las escuelas durante 2020 fue total. Ante ello, la educación debió virtualizarse. Desde sus hogares, los estudiantes establecieron un contacto más o menos regular con sus docentes. Para la inmensa mayoría de ellos, no se trató verdaderamente de clases digitales; es decir, no estaban conectados simultáneamente con sus compañeros y con el docente a cargo del aula o de una asignatura determinada, todos los días, durante toda la franja horaria correspondiente a su turno y nivel escolar.
Lo más común fue que recibieran tareas, buscaran la manera de resolverlas con alguna ayuda doméstica y las entregaran en las fechas acordadas.
La reapertura escolar de este año fue una experiencia muy acotada. Según cada distrito, duró unas pocas semanas; el horario escolar fue reducido a su mínima expresión y cada estudiante asistió una semana de por medio al establecimiento educativo.
¿El resultado? tanto la educación virtual como la presencialidad intermitente parecen haber generado dificultades emocionales en niños pequeños y también en los adolescentes.
En los más chicos, se observa angustia, miedo, falta de socialización y escasez de recursos tecnológicos y culturales para acompañar el proceso de aprendizaje.
En los adolescentes, por ejemplo, es común la falta de motivación, la desorganización, los problemas de concentración y hasta síntomas depresivos.
“Nos tenemos que preocupar por los estados de ánimo de los niños"
Vanina Mertian es bahiense (empezó sus estudios en el Instituto Juan XXIII) y se recibió en 2007 de licenciada en Psicopedagogia en la Universidad del Salvador (Buenos Aires).
Señaló que en estos tiempos de pandemia, la preocupación del sector educativo debe basarse más en acompañar el desarrollo emocional que los alumnos están transitando que en la incorporación de contenidos escolares estandarizados.
“Nos tenemos que preocupar por los estados de ánimo de los niños; hablar de lo que sienten, de sus miedos e incertidumbres y hacer mas de lo que les hace bien. En un niño angustiado o estresado, como se están viendo, puede verse afectado también su deseo por aprender, por conocer, su curiosidad, sus ganas... y con consecuencias en su autoestima. Si eso sucede estamos ante una dificultad, que hay que acompañar”, señaló Mertian.
Tras trabajar muchos años en el nivel primario e inicial de distintos colegios bahienses, actualmente se desempeña en el ámbito clínico (en el equipo de Salud Infanto-Juvenil de Crianza) y comenzó un emprendimiento personal, denominado Rhombos, con otras colegas, en el que brindan espacios para adolescentes, ya que se especializa en Orientación Vocacional.
“La realidad es que la propuesta virtual no siempre se ajusta a lo que necesita cada niño, situación que es más sencillo de lograr dentro de un aula física, en un entorno social y afectivo que acompaña la propuesta educativa”.
Por ello, lo que se empezó a percibir es un desfasaje en los contenidos que se esperaban que un alumno alcanzara en un determinado momento de su vida.
“La pandemia y el desembarco de las clases virtuales impidieron que se alcanzaran totalmente esos objetivos escolares que se acostumbraban a esperar en determinado ciclo lectivo, sobre todo porque dependían de muchas variables, como puede ser la posibilidad de conexión, la disponibilidad de la familia para ayudar, el tipo de propuesta, el poder de concentración del niño y varios otros factores”.
“Entonces, hay que hacer una diferenciación sobre lo que entendemos por aprendizaje. A veces, los papás, nos quedamos con esa preocupación de saber si el niño aprendió o no el contenido de lo que se le enseñó. Y quizás ese contenido no sea tan importante en este momento, pero sí lo es valorar su esfuerzo, sus pequeños logros, lo que sí puede”.
--¿Se puede recuperar el tiempo perdido luego de dos años de enseñanza tan irregular?
--Sí, sin dudas. También podemos pensar si lo que perdimos fue más de lo ganado, porque esta pandemia nos está llenando de aprendizaje que sería muy interesante capitalizar. Sí podemos proponernos avanzar en un tipo de contenido escolar, adecuadamente secuenciado, y considerando que estamos con un niño en disponibilidad para aprender y aprehender.
“Si la multiplicación no la aprende este año, la va a aprender en el próximo. Ese no tiene que ser un problema. Lo que tendríamos que evitar es la presión, la sobreexigencia, los sin sentidos, las sucesivas frustraciones y que ésto impacte en sus ganas aprender”.
“Si tenemos niños estresados, angustiados, con presiones familiares y docentes obligadas a cumplir con un diseño curricular, es probable que la situación se complique. En ese contexto, los padres debemos preguntarnos: ¿qué concepción de aprendizaje tenemos? ¿Nos paramos en resultados y evaluaciones o valorizamos los procesos?”.
“En primer grado puede suceder que no estén todos alfabetizados. Obviamente que todos los padres pretendemos que nuestros hijos terminen el año leyendo, pero puede pasar que eso no suceda. Entonces, ¿qué otras cosas podemos trabajar? Porque si eso no se consigue este año, se puede conseguir el año que viene. Para ello es clave sostener el deseo por aprender cosas nuevas. Desde su entorno podemos estar atentos a generar estas condiciones "previas al aprendizaje" como por ejemplo establecer pequeñas rutinas, trabajar la habilidad de atención y organización, despertar su curiosidad, hacer propuestas que le resulten significativas, generar espacios donde podamos comunicar y expresar, jugar con distintas opciones ludico/didácticas”.
Otra de las dificultades que van a existir cuando se retorne a la normalidad será la diferencia entre alumnos.
“Habrá algunos que estén más adelantados y otros que quedaron un poco rezagados (si analizamos en concreto el aprender de un contenido). Allí, la docente deberá analizar cada situación y trabajar en forma personalizada según cada necesidad. Por eso insisto en que en este momento la participación de la familia, de lo que podemos ver desde casa es fundamental, porque sabemos también que las escuelas y los docentes están ante un desafío inédito”.
--¿Han tenido mayores consultas?
--En el último tiempo hemos tenido un incremento notorio. Yo digo que es una buena señal, porque quiere decir que los padres están preguntándose por sus hijo, papás preocupados en el “cómo ayudo a mi hijo”.
“Toda esta situación también ha generado rispideces en el seno familiar. Muchos padres no tienen las herramientas ya sea la paciencia o el tiempo para acompañar a sus hijos en esta situación tan particular y buscan ayuda".
--¿Es bueno o malo que no se haya calificado 2020 y suceda lo mismo en el primer cuatrimestre de 2021?
--Es otro tipo de evaluación a la que veníamos acostumbrados, entiendo con la intenciones de poder acompañar a más jóvenes en un año tan especial. Pero debemos estar alertas a cómo lo interpretan los chicos y las chicas, porque puede ubicarlos en una posición en la que hacer o no hacer es lo mismo, en una etapa de la vida ya de por sí compleja.
"Hoy, muchas escuelas necesitan detenerse y preguntar ¿cómo están? ¿qué les está pasando? ¿qué necesitan? y generar este tipo de espacios".
“A los adolescentes los impactó mucho más la pandemia, porque los desorientó. El adolescente necesita a su par, a su grupo, al profesor que le habla de cosas que le interesa y no sólo de contenidos pedagógicos a través de una cámara”.
Todas estas problemáticas emocionales se manifiestan aún más en los alumnos que cambian de ciclo, como son los que pasan del jardín a primer grado, los que inician la secundaria y los que comienzan la universidad.
“Porque la mayoría cambia de institución, de compañeros, de profesores y hasta de amigos. Ese desapego, en esta situación de pandemia, ha generado muchas dificultades. Hemos tenido casos en el consultorio de muchos chicos diciéndonos: “yo clases tengo, lo que no tengo son amigos”. La pandemia les quitó la posibilidad de socialización, en un momento evolutivo en el que ésto es fundamental y constitutivo”.
“Y un aprendizaje sin lo socio-afectivo es imposible de llevar a cabo. Al contrario, estamos hablando de un aprendizaje mecánico, que ya sabemos que sirve de poco y nada en el transcurso de la vida”.
--¿Cómo se trabaja en lo socio-afectivo?
--Depende de la contención de la familia. Hay que estar muy atentos a sus estados de ánimo. Y los que están más cerca son los familiares. Antes, con lo presencial, la escuela podía ayudar ya sea con un preceptor que detectaba cosas o un profesor que se percataba de algún problema o de sus propios compañeros al hablar y dar curso a acompañar estos aspectos. Hoy, con la virtualidad, eso es dificilísimo de llevar a cabo, y no sucede porque todo es más individual y muchas veces en más soledad.
“Insisto, como siempre, en la importancia de la familia y los referentes afectivos en el desarrollo de los niños y adolescentes, y que esos vínculos hoy se nutran de aquellos valores que generan más empatía, que es al fin y al cabo lo que hace la diferencia. ¿Puedo ponerme en su lugar?, ¿puedo percibir como se siente? Adaptarnos es algo que, de una manera u otra, todos estamos transitando. La pregunta es cómo lo estamos haciendo, entendiendo que este proceso es tan único e individual como cada uno de nosotros".
“Los que más sufren esta situación son los más chicos"
Karen Mazzuchelli estudió Psicopedagogía en el Instituto Juan XXIII y se recibió de Licenciada en la Universidad Católica de Buenos Aires.
Se especializó en Evaluación Neurocognitiva en niños y actualmente cumple funciones en Bienestar, un Centro Interdisciplinario de Salud ubicado en calle Tucumán 897.
“Los que más sufren esta situación son los más chicos, los que empiezan la primaria o los que están en segundo grado, porque están teniendo problemas en la integración con otros compañeros. Por ejemplo, se está percibiendo que no saben cómo actuar ante diversas situaciones que generan malestar y no pueden ponerlo en palabras”, explicó.
“Fue muy poco el tiempo que tuvieron clases presenciales y esa baja interacción social los deja expuestos. Y eso se produce en un ámbito de temor, como el que genera una pandemia”.
Para Mazzuchelli, es natural que los chicos aprendan con sus pares, en conjunto.
“En este último tiempo, el aprendizaje se dio en forma contraria: totalmente individual a través de una pantalla. La mayoría de las actividades escolares requieren de un otro, que hoy les está faltando”.
En su consultorio, la licenciada en psicopedagogía recibió casos de niños con atrasos en la lectura y escritura.
“Genera mucha frustración en ellos y es algo que no pueden canalizar. Por eso es muy importante trabajar las emociones para que puedan expresar lo que les pasa y puedan continuar con su ciclo evolutivo”.
“Mayoritariamente les pasa a niños de primero, segundo y tercero del nivel inicial, que son los que más sintieron estos cambios, al igual que quienes están en el último año de Jardín. Y estas dificultades se ven aún más en quienes no tienen hermanos, porque están sufriendo el sentimiento de soledad”.
“La soledad lleva al retraimiento. Y se encierran en sí mismos, con sus miedos, sus frustraciones, sus desilusiones. En ese sentido, hay que intentar saber lo que les pasa, para regular sus emociones”.
--Cuando se vuelva a la rutina de las clases presenciales, ¿qué puede suceder?
--Habrá que trabajar en todo lo que sucedió. No se puede hacer borrón y cuenta nueva. Las docentes deben aprovechar ese envión anímico del retorno para alivianar esa mochila de frustraciones que traen y, fundamentalmente, respetar sus tiempos. Seguramente habrá desniveles en el aprendizaje de los chicos y será difícil igualarlos. En ese sentido, será necesario fraccionar las tareas en forma individual para optimizar los tiempos.
“Los problemas se potenciaron con la pandemia"
Alejandra Marisol Genaisir es una psicóloga e investigadora bahiense, que cumple funciones en la Escuela 48 (como orientadora educacional) y en la 514 (integrante del equipo encargado de los proyectos de inclusión).
“Esta situación de problemas de aprendizaje en alumnos pequeños se daba antes, pero se potenció con la pandemia. De todos modos, no se puede generalizar, porque depende del entorno familiar y del apoyo que pudieron tener para acompañar el proceso educativo en esta etapa”, manifestó la profesional nativa de nuestra ciudad.
En ese tren, el acompañamiento familiar fue clave para suplir el rol de contención que brindan las escuelas en sus instalaciones.
“La familia pasó a ser un par pedagógico. En ese sentido, hubo muchas que pudieron lograrlo y otras que no, por lo que en la vuelta a la normalidad seguramente se verán desigualdades en los alumnos que habrá que trabajar, pero las escuelas cuentan con recursos y programas para afrontar estas problemáticas”.
La psicóloga nativa de nuestra ciudad coincidió en que las mayores dificultades se evidencian en los niños que cambian de ciclo.
“Quienes pasan de Jardín a la primaria presentan algunos inconvenientes que vienen de la mano con la falta de hábitos. Pero en todos los casos, como ya dije, depende de la ayuda que encontraron de su familia”.
Para Genaisir, la pandemia también generó oportunidades en los estudiantes.
“Hay chicos que la pandemia les vino muy bien, porque maduraron otros aspectos. Por ejemplo, aprendieron otras habilidades que no habían desarrollado en el ámbito escolar propiamente dicho. Pero es evidente que les faltó el vínculo con sus pares. Eso, en la virtualidad, no lo encontraron”.
--¿Fue positivo o negativo no calificar a los alumnos?
--No creo que haya sido positivo, porque causó relajamiento. Hay familias que la única rutina que tienen es la escolar. Y con esta circunstancia se perdió, porque a los chicos les daba lo mismo conectarse o no, presentar los trabajos o no y participar en clases o no.