Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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En la semana fundacional: Ramón Estomba, el hombre sin rostro

En la época de la fundación de Bahía Blanca no existía la fotografía y hacer un retrato pictórico no era práctica que alcanzara al común de la gente. Por eso, aún hoy, existen dudas sobre la cara del coronel.

Por Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

   Hace 193 años, el coronel Ramón Bernabé Estomba –guerrero de la Independencia--  miraba como se comenzaba la construcción de la zanja que recorrería todo el perímetro del fuerte fundacional. 

   Para eso contaba con los planos y las instrucciones emanadas por el gobernador, Manuel Dorrego, y por el comandante de fronteras, Juan Manuel de Rosas, para establecer un nuevo poblado al que debía bautizar como Nueva Buenos Aires.

   Para Estomba era, a sus 37 años de edad, su primera misión de paz. Toda su vida había sido como soldado, participando en decenas de batallas  a las órdenes de José de San Martín, de Manuel Belgrano y hasta de Simón Bolívar.
Estomba llegó a esta zona el 9 de abril de 1828.

   Montó un precario campamento donde hoy es la plaza Rivadavia, firmó el acta fundacional y al día siguiente recorrió el lugar elegido por el ingeniero Narciso Parchappe como el sitio más conveniente para construir el fuerte.

Ramón Bernabé

   Estomba quedó como máxima autoridad del fuerte hasta enero de 1829, cuando se marchó convocado por Juan Lavalle, que había derrocado a Dorrego.

   Nadie supo de él en el fuerte hasta meses después, cuando llegó la noticia de su fallecimiento, ocurrido en junio de ese mismo año. El nombre de Estomba hubiese quedado sepultado en el olvido como el de miles de soldados de la Independencia de no haber sido por este acto fundacional. Bahía Blanca lo reconoció como su fundador y como tal siempre le rindió honores. 

   Por eso en  1928, año del centenario de la ciudad, se decidió disponer de un retrato que lo evocara. La tarea era casi una utopía. 

   En vida de Estomba no existía la fotografía y hacerse un retrato pictórico no era práctica que alcanzara al común de la gente. Tratar de encontrar cien años después un elemento que diera cuenta de sus rasgos era poco menos que un imposible.

   Hasta que se llegó a Juan Fonrouge, reconocido pintor y retratista platense.

El encargue

   La municipalidad  contrató a Fonrouge para que se hiciera cargo del retrato, tratando de encontrar alguna imagen del fundador. El pintor viajó a Montevideo, donde vivían algunos familiares –sobrinos y sobrinas—de Estomba. De allí llegó la novedad: había hallado una pintura con sus rasgos. Ahora sólo debía ponerse a trabajar.

   Para eso decidió tomar como modelo, muy habitual de la época, de militares, duques y emperadores franceses, una pose de pie, con una espada, un cañón a un costado, las medallas, el uniforme. Sólo debió agregarle el rostro tan buscado. 

   Una semana antes del 11 de abril de 1928 el cuadro llegó a la ciudad. Los diarios locales se apresuraron a publicarlo, la municipalidad lo colocó en el salón blanco con la idea de darlo a conocer el día del aniversario y el diario La Nueva Provincia le dio un lugar de privilegio en su Libro del Centenario. Todo estaba listo, hasta que estalló la bomba.

La carta

   El escándalo comenzó cuando un crítico de arte de Buenos Aires vio una foto del cuadro y no dudó en escribir a la municipalidad para desenmascarar lo que, a su criterio, era un fraude. 

   “Ese no es Estomba, sino Edouard Mortier, duque de Treviso y Mariscal de Francia”, según una pintura de Charles Lariviére, copiada del original pintado por Marie Nicolás Ponce-Camus a pedido de Napoleón Bonaparte. 

   Fue un escándalo del cual Founrouge no tuvo muchas chances de escapar. Lo cierto es que el cuadro fue descolgado, la pintura escondida y el papelón superado. 

   El falso cuadro de Estomba pasó a formar parte de la galería de las anécdotas, embustes y frustraciones. Ahora, ¿Fue realmente un embuste? ¿O Fonrougue hizo bien su trabajo y la figura merece su reconocimiento?

Las dudas

   Que el cuadro es copia de otro es claro. Pero eso era habitual en la época y se supone que, apremiado por el tiempo, Founrogue haya recurrido a esa práctica. ¿Y el rostro? Claramente Estomba no se parece al duque de Treviso. Son diferentes.

 ¿Pudo haber encontrado realmente Founrouge una imagen de Estomba en Montevideo? Es difícil de asegurar. Pero si puede haberse inspirado en estética de los familiares.

   Héctor Zanetti Estomba, residente en Montevideo, de quien Ramón Estomba era tío tatarabuelo señaló hace un par de años a este diario que, efectivamente, “no existen imágenes de Ramón Estomba”, pero sí retratos y daguerrotipos de su hermano,  Juan Antonio y también de los sobrinos del fundador, los coroneles Pedro Belisario y Juan Altonio Estomba Pérez.

   ¿Y si Founrouge tuvo acceso a esos cuadros? ¿Si su dibujo siguió lineamientos familiares y de alguna manera es lícito pensar que el retrato es confiable? 

   Inquietudes sin respuesta, que quizás permitan abrir un nuevo capítulo en esta historia. Con un detalle no menor.

   En algún momento indeterminado, el cuestionado cuadro desapareció del museo histórico municipal. No está más, desapareció.

   Hoy Estomba tiene su retrato oficial, pintado en 1978 por un miembro de la policía federal, que “imaginó” como podía ser ese rostro en base a “interpretaciones literarias”. Tiene tanta o menos base real que el trabajo de Fonrouge.

   Los familiares de Estomba aseguran que la obra “nada tiene que ver” con los rasgos de la familia.