Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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Un fascinante mundo de aves al alcance de nuestros ojos

El puntaltense Gustavo Larracoechea es aficionado a la observación de aves y da charlas y talleres para iniciarse en esta actividad. "Acá, hay más de 200 especies para ver a lo largo del año", cuenta.

Un buen observador de aves solo necesita binoculares, su libreta de campo y una guía de la fauna avícola lo más local posible; lo demás es experiencia y conocimientos ganados con el tiempo. Así lo afirma Gustavo Larracoechea, puntaltense de 51 años que como aficionado desde muy chico da talleres de observación de aves en Villa del Mar.

Tal vez, de ellas podamos aprender a vivir en comunidad —dice—. A pesar de haber especies solitarias, todas en algún momento de vida se reúnen en colonias para nidificar o en bandadas para alimentarse o migrar. Incluso distintas especies comparten sin pelear.”

 

 

Chorlito, chimango y churrinche. Pato overo, pato maicero y pato barcino. Benteveo, calandria, gorrión, tijereta y zorzal. Pareciera que hay aves para todo el abecedario.

“Se calcula que hay más de 200 que se pueden observar en la zona de Coronel Rosales, Bahía Blanca y Villarino. Y en Villa del Mar, a lo largo de todo el año, unas 120 o 130. Es un 12 o 15 % del total de las aves de Argentina”, asegura.

 

El más común, el chingolo

“Es chiquito, pardo y con su singular copete en la cabeza. Es nuestro compañero de todas las salidas. Se lo ve en la ciudad, la periferia, el campo, el arroyo, el pastizal, la orilla del mar y las sierras. Más que el gorrión, que en el campo no lo encontrás”, explica.

¿Cómo es que Gustavo sabe tanto de aves? Básicamente, leyendo y haciendo observación de campo. “Llevo casi 25 años dedicado a esto”, cuenta.

 

 

Y en esto de observar y registrar aves, Gustavo frecuentemente es convocado por la FRAAM (Fundación para la Recepción y Asistencia de Animales Marinos) para dar sus charlas y organizar salidas en Villa del Mar.

 

En los talleres explica cómo es la metodología, qué elementos se necesitan, en qué momento es conveniente salir, qué precauciones tomar y qué especies encontrar. Una salida consiste en describir lo que observás; si no conocés esa especie, anotás sus características anatómicas, forma, color, altura, pico, patas, si está posada en el agua o en la tierra o pasó volando, si está sola o en grupo y qué época del año es. Todos estos datos en la libreta de campo los cotejás con la guía de aves. ¿Para qué? Por placer y amor a la naturaleza.

Agrega que por el largo de la playa de Villa del Mar, se estila usar binoculares de 10x50, como medida ideal. La guía de identificación se consigue en cualquier librería y si no, la organización conservacionista Aves Argentinas tiene una app gratuita.

 

 

Lo ideal acá es salir temprano por la mañana, cuando comienza a retirarse la marea. La salida dura 2 o 3 horas, porque ya cerca del mediodía las aves se tiran a descansar como nosotros. A las 5 o 6 de la tarde se puede retomar”, detalla.

 

 

En Villa del Mar existe el sendero interpretativo formado por la Cooperadora de la Reserva Natural Bahía Blanca, Bahía Falsa y Bahía Verde, con un ambiente muy similar al que se encuentra en las islas del estuario.

Otro sitio de observación de aves es la restinga ubicada al lado del Club Náutico de Villa del Mar. En bajamar, en esa playa de rocas, se reúne una diversidad de aves.

¿Precauciones? “Lo más peligroso es toparse con una serpiente. Gracias a Dios nunca tuvimos dramas, pero que las hay las hay. Se recomienda caminar por zona seca, con botas largas para protegernos de la mordedura. Y después, sentido común. Hay que ir con respeto y cuidado. Lo único traicionero de Villa del Mar es la zona fangosa, no hay que adentrarse porque cuesta mucho salir. Lo digo por experiencia propia”, advierte.

 

 

Ese ensordecedor sonido a loro

El loro barranquero es un antiguo habitante de nuestra zona que nidifica en barrancas como la de Pehuen Co. En Punta Alta y Bahía Blanca se da la particularidad de que por la mañana se van a los campos a comer y al atardecer se los vuelve a escuchar cuando regresan a dormir.

“Van a Baterías y cuando regresan, paran en el centro y se van a dormir a la base. Siempre hicieron el mismo recorrido. Cuando acá no había nada, iban del monte al campo y viceversa. Cambiaron el bosque autóctono que ya no está por el bosque impuesto por el hombre —explica Gustavo—. A principios del siglo pasado, se lo declaró plaga y fue perseguido. De un tiempo a esta parte, ya no le prestaron atención y año a año aumenta en número.”

“¿Qué me llevó a observar aves? Las salidas al campo con mi viejo —cuenta—. Le gustaba salir al campo a cazar. Yo cambié la escopeta por los binoculares, encontré una guía y me entusiasmé.”