Bahía Blanca | Viernes, 29 de marzo

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CAP, la cooperativa que fabrica un producto orgánico único a 19 kilómetros de Bahía Blanca

Aluen contribuye al control de la varroa. Se elabora en un laboratorio propio, el primero habilitado recientemente por el Senasa en el país. La virtud del trabajo en equipo.

Trabajo a pleno en la planta de Calderón, esta semana. / Producción fotográfica y video: Pablo Presti-La Nueva.

Guillermo D. Rueda / grueda@lanueva.com

   “Es el primer laboratorio veterinario, administrado por una cooperativa, que le dará un salto de calidad a la apicultura mundial”.

   A Camila Inés Buscaglia, secretaria y coordinadora de Calidad de la Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero Ltda., no se le mueve un pelo mientras habla.

   “Es un gran avance”, agregó.

   “Podemos dar un ejemplo para el tratamiento de las colmenas con una conciencia medioambiental, a partir de un producto orgánico que contribuye para que los alimentos no tengan residuos que afecten la salud”.

   Buscaglia se refiere a Aluen CAP, un producto orgánico para el control de la varroa, la principal enfermedad que causa la mortandad de abejas a nivel mundial.

Camila Buscaglia, secretaria y coordinadora de Calidad de la Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero Ltda.

   La Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero Ltda. se formó en el año 2012, el producto se patentó en 2013, se registró en 2015 y comenzó con la exportación —en pequeña escala— en 2016.

   Lo novedoso es que, el último mes, el Servicio Nacional de Sanidad y Seguridad Agroalimentaria (Senasa) habilitó el laboratorio de la cooperativa de trabajo. De este modo, ingresa como el primero específico en apícola y cooperativo de todo el país. 

  La habilitación es un paso ineludible para la producción a gran escala de Aluen CAP, que proyecta un destino de exportación hacia los mercados más exigentes.

   Más interesante resulta, aún, la demanda de asociados que se requiere para la producción en la planta que la cooperativa posee en Calderón, apenas pasando las vías, a 19 kilómetros de Bahía Blanca.

    “Hoy estamos trabajando cerca de 20 asociados. A cinco de ellos los incorporamos recientemente”, comentó Buscaglia.

   “En esta sede de la cooperativa, donde está el laboratorio, la intención es tener entre 25 y 30 asociados para funcionar en forma óptima”, agregó.

   La CAP tiene, asimismo, asociados en otra sede en la localidad de Felipe Solá, en el distrito de Puan, donde funciona una sala de extracción de miel y una fraccionadora. “Es otro servicio que se brinda para los productores”, afirmó.

   El promedio de edad de los asociados, en Calderón, es de 30 años y la formación es muy diversa: desde ingenieros agrónomos hasta técnicos sobre medio ambiente y diseñadores gráficos.

   “Hoy tenemos una demanda muy importante y estamos con cierto retraso en la producción”, aclaró Buscaglia.

La dosis

   La producción anual de CAP es de alrededor de 800.000 dosis y, aun así, no dan abasto.

   Cerca del 50 % se destina a la exportación, ya sea por el puerto de Bahía Blanca como el de Buenos Aires.

   En la Argentina se consume, anualmente, alrededor del 30 % de las 800.000 dosis.

   Aluen CAP ocupa una franja de entre el 40 y el 50 % del mercado en Chile, con referencias en constante aumento.

   “Ahora estamos sumando países para llegar con el producto. Ya tenemos contratos firmados con Japón, Irán, Perú y Bolivia, entre otros”, detalló Buscaglia.

   “¿El objetivo de la cooperativa? Justamente, sumar mercados de exportación. Y porque el interno, en algún momento, tendrá un tope natural”, dijo.

   “La idea es que el producto llegue a todos los apicultores del mundo, pero no es tan sencillo por los procesos de registración de los actores involucrados”, expresó.

   “Estamos trabajando en eso pero, acaso, nos lleve tres o cuatro años para poder exportar con regularidad a determinados países”, añadió.

   Buscaglia dijo que la demanda existe.

   “Por ejemplo, en el año 2017 presentamos a Aluen en el congreso de Apimondia de Turquía. Tuvo muy buena recepción, a tal punto que, en algunas ponencias, ya lo citaban como referencia”, afirmó.

   “¿Quiénes dicen que es un producto único? Más allá de la aprobación del Senasa, son los propios productores los que se convencen de sus características especiales y orgánicas”, dijo.

   “Quien empieza a curar con Aluen no vuelve a hacerlo con otro producto. Eso está comprobado”, agregó.

   También dijo Buscaglia que en Francia se probó su eficacia y que, hace dos meses, desde allí comenzaron con los trámites para permitir que ingrese el producto.

   “¿Si se puede entrar a China? Sí. En tratamientos sanitarios ellos tienen muchas alternativas, pero hasta el momento no han encontrado la adecuada”, señaló.

   “Pero sí, pensamos en China por toda la repercusión que eso significa”, agregó.

Los costos

   La secretaria detalló que el precio del producto se fija desde la cooperativa y se aprueba por la Cámara de Apicultores Pampero.

  “Como cooperativa hacemos un análisis de costos donde se contempla: insumos, mano de obra, impuestos y patente”, expresó.

   “Asimismo, se tiene en cuenta la reinversión en desarrollo e investigación. Luego, se presenta en asamblea de la Cámara de Apicultores Pampero, y se plantean los remarcados tanto para un asociado de la entidad, como para un distribuidor en la Argentina y un consumidor final”, explicó.

   “El objetivo es que el producto llegue a todo el país con el mismo precio, sin importar la localidad”, dijo.

   Finalmente, son aprobados por la Cámara de Apicultores Pampero y se mantienen durante todo el año, hasta que se vuelva a realizar la asamblea.

   El tratamiento para la varroasis viene en paquetes con 60 tiras, de celulosa, embebidas por el producto y listas para ser aplicadas en los cabezales de las colmenas, donde se acciona por contacto.

   “Cuando la abeja pasa, la varroa muere. Se las deja allí por 42 días, que es el tiempo que dura para el tratamiento”, relató la secretaria de la CAP.

   “Se recomiendan dos curas al año: una al principio de la temporada, ahora, por ejemplo, en primavera, y otra en otoño”, explicó Buscaglia.

   El costo de la dosis del tratamiento es de un dólar. Con la aplicación de dos dosis al año se cubre a la colmena durante los 12 meses.

   La CAP no vende el producto al público, aunque algunas cooperativas apícolas lo compran, en forma directa para sus asociados, cuando se trata de un volumen significativo.

   Por la cuarentena, algunos de los asociados de la CAP están trabajando en home office.

   “Pero no todos, ya que en la planta no podemos parar de producir. Desde luego, se cumple con todos los protocolos sanitarios”, aclaró Buscaglia.

Patente y argentina

   Los referentes —y socios— de la Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero Ltda. son Elian Tourn, presidente; Gabriel Gómez, tesorero; Luciano Morales, síndico; Diego Iaconis, director técnico del producto; Alfredo Marconi, titular de la Cámara de Apicultores Pampero; Evangelina Torres y Danilo Rubenacker.

   No son personas elegidas al azar.

   Son los autores intelectuales del producto, quienes donaron la patente a la cooperativa de trabajo y que, hoy, continúan en el desarrollo del proyecto.

   “Como el producto no se podía registrar a nombre de personas jurídicas, se decidió que lo patentaran quienes estuvieron más involucrados”, sostuvo.

La producción anual de Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero Ltda., es de alrededor de 800.000 dosis. Aun así, no dan abasto.

   Buscaglia recordó que, en ese momento, una multinacional ofreció una importante suma de dinero para comprar la idea.

   “Fue desestimada para que el producto se quede en la Argentina. Esa fue la condición: que se elabore acá”, agregó.

   La Cámara de Apicultores Pampero está integrada por unos 170 productores del sudoeste bonaerense.

   La sede de la Cooperativa de Trabajo Apícola Pampero Ltda., en Calderón, se encuentra en un predio de 9 hectáreas.

   “Se adquirió en 2018, con un subsidio del INAES (Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social). Ellos nos ayudan desde que surgió la idea de patentar el producto”, sostuvo.

   También desde el inicio, en el proyecto estuvieron el laboratorio de Estudios Apícolas de la UNS; SePyme-SPL; Centro de Investigación en Abejas Sociales de la Universidad de Mar del Plata; Estación Experimental Agropecuaria (EEA) del INTA Bordenave y Cambio Rural, entre otros organismos.

   El laboratorio tiene 1.200 metros cuadrados, distribuidos en planta alta y planta baja, donde 400 m2 son depósitos y 800 m2 corresponden a área productiva, comedor, taller y oficinas.

   “Hasta ahora se logró habilitar el área productiva y el comedor, que hoy tiene múltiples usos. Es hasta adonde llegamos con las habilitaciones”, agregó Buscaglia.

   “Todavía nos faltan dos instancias”, dijo.

   “Una es la Certificación de Buenas Prácticas de Manufactura, que la estamos presentando esta semana, y la siguiente, que es la Certificación de Buenas Prácticas de Manufactura Europea, es para poder vender el producto a nivel mundial”, contó.

   “Porque el objetivo siempre fue ese: lograr que el laboratorio sea certificado a nivel internacional para llegar a todo el mundo a partir de la generación de productos veterinarios”, definió Buscaglia.

   “¿Mi experiencia personal? Trabajar en formato cooperativo te lleva a lugares impensados”, refirió.

   “El producto que se elabora acá es genial, pero lo más importante es dónde están puestos los objetivos finales, qué se quiere hacer con esto y los medios con los que se lleva a cabo”, resumió.

   “Esto es, se trata de productores agrupados pensando en cómo poder mejorar su situación”, agregó Buscaglia.

La historia y el desarrollo

   Desde 1980, y en todo el mundo, los apicultores tenían un problema con una enfermedad denominada varroasis, que afecta a la colmena hasta el punto de llevarla a la muerte.

   Se trata de un ácaro que, a duras penas, se lo intenta combatir. Pero con productos de síntesis, o antibióticos con agrotóxicos, que —inevitablemente— dejan residuos.

   “Ahora tenemos un producto que es libre de sintéticos, porque no deja residuos en la miel, y que además es orgánico”, dijo Buscaglia.

   “En desarrollo agroindustrial es muy poco lo elaborado en productos orgánicos”, añadió.

   “Por otro lado está la generación de resistencia del ácaro hacia los productos de síntesis. Para evitar que eso suceda, hay que cambiar los principios activos: curar una vez con un producto y otra vez con otro”, comentó.

   “Pero Aluen CAP no tiene esas contraindicaciones. Se puede usar una y otra vez y no existen problemas”, aseguró.

“No hay antecedentes en el mundo de que el principio activo que utilizamos, que es ácido oxálico, tenga algún tipo de inconvenientes con la resistencia”, dijo Buscaglia.

    “A eso se suma la alta eficacia de los métodos de aplicación que se utilizan. Es decir, siempre los investigadores apuntaron a dar una solución integral a la problemática”, afirmó Buscaglia.