Bahía Blanca | Miércoles, 02 de julio

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"El mensaje que quiero dar es que nunca bajen los brazos"

Rocío Salvucci Erlij tiene 32 años y cuenta cómo seguir viviendo luego de 40 quimioterapias. Cómo cambió su vida y qué huellas dejó tanto dolor.

 

Laura Gregorietti / [email protected]

 

Hola sanación.  Confío una vez más que esto también pasará.

Por tercera vez cuando creí que no tenía nada, me dí cuenta que tenía vida...

 

   Año 2016. El diagnóstico se hizo esperar.

   “Cáncer de ovario”, dijo el doctor.

   “Había cumplido 29 años y hacía tres que me habían sacado un ovario por quistes. En el último control tanto al ginecólogo como al que hizo la ecografía, se les pasó por alto un tumor de 7 cm. Ya con mucho dolor, al tiempo, vieron en un estudio el tumor que para entonces ya tenía 12 cm. De ahí en más, operaciones, metástasis y 40 quimioterapias forman parte de los tres últimos años de mi vida”, contó Rocío Salvucci Erlij.

   En paralelo, y sumado al diagnóstico, a Rocío la dejaron sin trabajo.

   “Me matriculé de abogada a fines de agosto y en octubre me enteré de la enfermedad. Trabajaba en un estudio de abogadas que hacen Derecho de Familia, por un sueldo vergonzoso que nunca llegué a cobrar, porque según ellas, habían tenido que contratar a otra profesional para cubrir mi lugar.  También me dijeron que después del tratamiento mi puesto estaría disponible, y tampoco fue así. Seguí un tiempo para terminar dándome cuenta que me estaban usando y me fui”.

   Rocío recuerda que se recibió con mucho sacrificio, ya que proviene de una familia humilde y a la que le costó salir adelante.

   “Comencé una demanda, que ningún abogado se animó a firmar porque las que eran mis empleadoras son muy conocidas en Bahía. Fue difícil aceptar que eran colegas míos los que me estaban dejando en la calle.. Tarde me dí cuenta que es un mundo de hipócritas y que si quería ayudar a la gente, lo tendría que hacer desde otro lado y haber elegido otra profesión”, lamenta.

   Tratamientos nuevos, metástasis en peritoneo e intestinos. Dolor infinito y  otra vez volver a empezar.

   “Llevo 40 quimioterapias. Hubo momentos en que ni el cannabis me podía frenar el sufrimiento que vivía. Tuve alergias, neuropatías e infinidad de dolores. Y fue ahí entonces que decidí hacer un gran cambio en mi vida. Dejé el juicio contra las abogadas y todos los estudios comenzaron a darme mejor y en la alimentación, empecé a consumir comida orgánica, sana, cambié hábitos y es increíble el bienestar que estoy experimentando”, destaca.

   Además de la alimentación, Rocío cuenta que cambió la forma de tomarse las cosas y de hacerlas.

   “Hago meditación, yoga, cambié el champú, los jabones, el dentífrico, uso aceite de coco para cocinar, para el cuerpo, me hice una huerta de aromáticas y trato de no consumir nada procesado. Claro que soy 'humana' y me encanta comer por ejemplo, pizza. Si algún día salgo con amigos lo hago, pero no a diario. Desayuno jugos verdes, de verduras y frutas, cuido lo más posible mi cuerpo, pero también mi mente, mi alma y el espíritu”, destacó.

 

   “Y reirás. Como quien se ha olvidado que un día le dolía hasta respirar” (JF Torres)

 

   “Me enoje mucho con la vida, con el Universo, con Dios, con todo el mundo, no solo por la enfermedad, sino por no poder ser madre de una manera biológica. Y también porque después de escuchar de varios médicos que estaba curada, a los 6 meses me apareció metástasis en varios lugares del cuerpo. Pero después, la vida, con cada una de estas cachetadas, me dejó varias enseñanzas y aunque suene raro, hoy me siento afortunada de haber podido atravesar todo esto de la forma en la que lo estoy haciendo y poder ver todo de otra manera”.

   “Doy gracias por los mates con amigos, por las charlas interminables con mi abuelo y por poder jugar al Burako con mi abuela, por escuchar el canto de un pájaro, por bailar y por poder disfrutar de mis momentos de soledad. Cuando la muerte te ronda tan cerca durante tanto tiempo aprendés a ser feliz con tan poco de todo", reflexiona.

   En su lista de cambios, cuenta que empezó a elegir quedarse con la gente buena, a disfrutar de la calidad y no de la cantidad de amigos.

   "Se alejó muchísima gente, muchos que pensé eran 'amigos', y me sorprendió otra tanta cantidad de personas, como mi papá, con quien no tenía una buena relación y hoy estoy casi todo el día en su casa. Pude sanar muchísimos vínculos”.

   Rocío confiesa que a veces se  sorprende de su propia resiliencia, de la fuerza que tiene para seguir peleando contra esta enfermedad.

   "Y la atribuyo a mi mamá. Ella es mi guerrera preferida, una luchadora de la vida que siempre hizo lo imposible por darnos todo a mí y a mis hermanos a pesar de su débil salud, para que todas fuéramos al colegio y los que quisiéramos, a la Universidad. Ella y su marido Diego, que siempre sentí como padre, son junto a mis hermanos los grandes pilares de mi vida”.

   Según Rocío, con el paso de los días, los miedos fueron dando paso a otros sentimientos.

   “Hoy las inseguridades desaparecieron. Me miro al espejo y me gusto, y tengo la panza abierta a la mitad y no me interesa, y me doy cuenta que pude sacar de mi vida muchas cosas que me hacían mal y no me animaba. Hoy hago lo que quiero y siento, veo a quien tengo ganas, disfruto todos los días de mi vida. Si alguien  puede lograr ser feliz a pesar de la enfermedad  y sonreír a diario, yo creo que esa  persona entendió la vida.  Quizá por eso no le tengo miedo a la muerte. Creo que por algo pasan las cosas, el que se queda o el que se va era porque le tocaba, uno viene al mundo con una misión y con cosas para enseñar y aprender”.

   “¿Qué me tocó aprender? Infinidad de cosas. Tengo locura con los nenes, trabajé en una casita de fiestas cuando no me pagaban y lo disfrutaba tanto.. Pero me sentía morir cada vez que recordaba que no iba a poder ser madre de manera biológica, darle un hijo natural a mi marido Lucas. 

   Cada vez que me cruzaba con una embarazada o veía panzas me sentía morir todavía más.. Pero con el tiempo y las diferentes terapias me di cuenta que ser madre es mucho más que llevar un bebé en la panza. De chica siempre decía que quería adoptar un bebé, y quién sabe, en un futuro seguro que hay un niño o niña que nos está esperando para que seamos sus padres, para formar una hermosa familia. Adoptar es un acto de amor enorme y nosotros tenemos mucho amor para dar”.

   “Hoy en día tengo otros hijos de la vida: mis dos perras y mis dos gatos. "Almendra", "Miel", "Cannabis" y "Azúcar" llenan nuestras vidas del amor único e incondicional que solo pueden brindar los animales”.

 

"Coge algo de ropa, mucha fuerza y un vino.

Vamos a salir de esta..."

 

    “Lucas me propuso casamiento el 1 de enero de 2019, en el peor momento de mi salud, en pleno tratamiento, en una fiesta. Ese día no me importaba nada, no hubo dolores, quimios, nada. Me aferré mucho a ese sueño que quería cumplir y acá estoy, recién casada y peleándola. Ese es el mensaje más importante que quiero dejarle a la gente, el de la lucha. Que nunca bajen los brazos”. 

   La boda, abandonar el juicio, enfocarse en cosas alegres. Para Rocío, la sanación comienza en las pequeñas cosas, las de todos los días: quererse, respetarse y ser feliz a pesar de lo que nos toque vivir.

   “Me casé con el vestido de novia que soñé, en la playa de La Lucila del Mar. El vestido es de la diseñadora de Buenos Aires Paz Cornú. Llegué a ella porque me enamoré de un vestido suyo. No me cobró el precio original del vestido y me regaló la capa, hizo tanto por mí. Charlamos mucho porque compartimos un montón de cosas como el activismo animal y el estilo de vida sano. No me va a alcanzar la vida para agradecerle el haberme hecho sentir la más hermosa”.