Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Un pringlense y su familia dan talleres de yoga en una aldea de China

El pringlense Diego Martínez, su esposa Anna Caranta y sus hijos Oiuna y Mael, pasan sus días en una pequeña aldea. Planeaban volver en febrero a la Argentina pero cuando la situación por la pandemia se agravó decidieron quedarse. Brindan talleres de yoga a los niños que están aislados.

   Anahí González / agonzalez@lanueva.com

   El pringlense Diego Martínez y la francesa Anna Caranta viajan desde hace más de 10 años por el mundo en bicicleta, moto y mini van, y lo hacen junto a sus hijos Mael y Oiuna.

   Entre 2012 y 2016 vivieron en China y luego recorrieron el sureste asiático. Estaban en el Fujián (frente a Taiwan), cuando se declaró la epidemia del coronavirus y debieron atravesar una cuarentena muy estricta.

   Planeaban regresar a Argentina a fines de febrero pero no pudieron. Ahora, con la medida del presidente Alberto Fernández de no repatriar a los argentinos que estén en el exterior por 15 días, ya no tendrán otra opción más que esperar.
  
   -¿Cuándo escucharon hablar del virus por primera vez?
   -Estábamos en una aldea de 100 habitantes en la isla de Pin Tan Dao, a dos horas de Fuzhou, la capital del Fujian. Visitábamos una comunidad de unas 20 personas que se dedican a la agricultura orgánica, la artesanía, la educación alternativa.

   Cuando llegamos, el 15 de Enero, los mismos miembros de la comunidad nos hablaron del virus. Nos comentaron que lo habían tenido, que 15 de ellos habían estado en cama mientras los demás los atendían, que era “un nuevo virus”. Nos llamó la atención pero tampoco mucho, aun no se hablaba de ese virus ni ellos conocían su nombre.

   -¿Cuándo empezó a tener mayor repercusión?
   -Unos días después se empezó a hablar del tema: recuerdo que el 24 de enero, día de año nuevo, estábamos todos con mascarillas. Una familia de Wuhan, que convivió y sigue conviviendo con nosotros se encontró separada: la señora y el niño habían llegado antes y el padre se quedó confinado en la ciudad de Wuhan.

   Todos pensamos que tendríamos que tener cuidado durante los días de feria, que sería mejor que les niñes se queden en el aérea residencial y que los demás usáramos mascarillas. Creo que a nadie se le ocurrió que no habría año nuevo, era imposible imaginar lo que se venía.

   El 25 era el día en que se esperaban los grandes movimientos, pero el 25 nos anunciaron que la isla estaba cerrada, que no habría turismo. “Bueno”, pensamos, “será mejor así por un tema de salud.”. Jamás pensamos que nos quedaríamos tanto tiempo aquí. Nos teníamos que encontrar con mi madre –dice Anna- en Hong Kong a mitad de Febrero y pensábamos luego terminar el viaje por China.

    Pero a partir del 25 de febrero cada día traía sus novedades: ya no se trataba de pensar en los planes que hubiéramos hecho antes, sino de adaptarse, días a día, a lo que sucedía. Al ser viajeros supongo que esta situación fue más fácil para nosotros que para otros: vivimos en un cambio de planes constantes, adaptándonos a situaciones exteriores e imprevistos. Pero normalmente, lo que predomina es nuestra voluntad, y en este caso no había fuerza de voluntad que alcanzara.  

   -¿Qué día se estableció la cuarentena y cómo se vivió?
   -El 30 de Enero se declaró cuarentena estricta. Eso significa que no podíamos salir ni a la calle. Vivíamos confinados y una persona salía una vez por semana para hacer las compras. Al salir, pasaba un control policial donde se tenía que mostrar su documento. Ese confinamiento estricto duró 17 días.

   Por suerte todos los adultos de esta comunidad estaban muy contenidos y poniendo buena voluntad frente a la situación. Personalmente, nosotros decidimos que este sería un tiempo bueno, que lo teníamos que aprovechar: empezamos talleres de yoga bien temprano por la mañana con los pequeños (y los seguimos haciendo), armamos talleres de pintura, juegos, jardinería, y muchas cosas más.

   

   Nadie puso en dudas la cuarentena, era lo que tocaba y había que vivirla de la manera más positiva posible. Creo que lo que fue pasando durante esos días, de a poco, es que nos olvidamos de pensar en el después. Nadie sabía cuánto duraría.

   -En este contexto ¿pensaron en algún momento en regresar a la Argentina?    
   -Lo pensamos, pero finalmente no intentamos ni  volver a Argentina ni a Francia, porque regresar significaba llegar a casa de nuestros padres y no queríamos exponer a nuestros familiares al virus. Pero sí intentamos seguir regresar al Yunan cuando la situación se calmó acá.  

   Ahora sucede algo particular: la cuarentena duró hasta el 15 de Febrero. Luego, nos permitieron salir pero en un área restringida, y no de a muchos. Diría que hasta fin de Febrero nuestros movimientos estaban restringidos. En el mes de marzo abrió la isla, pensamos que zarparíamos. Pero entonces sucedió que el virus hizo efecto ping pon, y extranjeros y chinos que llegaban del exterior empezaron a importar el virus a China.

   Muchísimas ciudades y pueblos tomaron medidas drásticas: para poder ingresar , sería necesario volver a hacer una cuarentena en un hotel designado por el gobierno. Eso significa que no nos podemos desplazar por el país. Pensamos en salir a India o Tailandia donde nos esperan amigues, pero  las fronteras se cerraron. Ahora nuestra situación es esta:  la puerta de la jaula está abierta, pero no hay a donde ir.

   -¿Como viven esta situación?
   -Dentro de todo estamos bien. Lo que vivimos nosotros no fue ni es nada grave, y muchísimas personas están viviendo situaciones de lejos más difíciles. Lo que viven los médicos y las víctimas del virus en estos tiempos es algo extremadamente deshumanizante.

   Seguimos en la misma aldea en la isla de Pin Tao, sosteniendo siempre la esperanza de poder, pronto, volver al camino y reencontrarnos con los amigos y la familia. Creo que es importante que hagamos de este momento algo positivo, al nivel personal claro, de aprendizaje, pero también de concientización.

   Entender a qué punto a pesar de ser individuos necesitamos también ser solidarios, y a qué punto sería sencillo darle un respiro a nuestro planeta si todos haríamos un esfuerzo en nuestro cotidiano… Ojalá esta situación sea un camino hacia el equilibrio.

   Sus aventuras por Asia

   Llegaron por primera vez a China en el 2012, en bicicleta doble, con su pequeño hijo Mael. Recorrieron el sur y el norte, para luego salir a Siberia y Mongolia. Regresaron a China donde nació su hija, Oiuna y también su libro, “El Otro Río”, que relata las vivencias y los encuentros de 6 años de vida nómada.

   En el 2016 dejaron China con una promesa, la de volver un día con el libro traducido al mandarín y recorrer sus áreas más remotas.

   Viajaron en una motito con side car por todo el sureste asiático, regresaron a Argentina donde hicieron un viaje de nueve meses antes de regresar a Asia y juntaron fondos para hacer la edición china del libro (que ya existía en Español y en Inglés). A principio de 2019 el libro estaba listo. Y volvieron a China.

   En la provincia del Yunnan compraron una mini van, que nombraron “Patachina”.

   Entre Marzo del 2019 y Enero del 2020 estuvieron en las provincias siguientes: Yunnan, Guangxi, Guandong,  Hainan, Hunan, Sichuan, Qinghai, Xinjiang, Gansu, Mongolia interior, Shaanxi, Henan, Hubei, Jiangxi, Fujian.

   Allí estaban, en el Fujián, cuando se declaró la epidemia del coronavirus.