Bahía Blanca | Jueves, 10 de julio

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El ex jugador de Bahía que salvó a su mamá y, en su honor, cambió el apellido de su camiseta

Javier Mojica, cuando tenía 10 años, llegó en el momento que ella estaba por quitarse la vida.

Fotos: prensa Vaqueros de Bayamón y archivo-La Nueva.

   Javier Mojica -estadounidense de nacimiento y puertorriqueño por adopción- jugó en Bahía Basket en la temporada 2011-12 (por entonces Bahía Estudiantes), hasta que, de manera sorpresiva decidió alejarse, argumentando que no estaba cómodo con él mismo.

   Actualmente, el Macho tiene 35 años y está transitando su temporada número 14 en la Liga de Puerto Rico, donde ayer debutó con Vaqueros de Bayamón (ocho temporadas en dos etapas), curiosamente, con un otro apellido en su camiseta, el de su mamá: Izquierdo.

   “De momento pensé, ‘¿por qué no puedo usar el apellido de mi mamá? Ella fue la que me crió”, dijo el "Macho".

   El escolta lo hizo en honor a Nancy, su mamá, quien llevó una particular vida, la cual, en octubre de 2011, el propio Mojica le contó a "La Nueva.", durante su estadía en nuestra ciudad.

Mirá parte de aquella nota:

   Admiradora de Héctor "El Macho" Camacho, boxeador puertorriqueño de mil batallas y tres títulos mundiales, Nancy pretendía que su hijo también se pusiera los guantes, lo cual hubiera significado más golpes a su vida.

   El primer amor deportivo de Javier fue el fútbol americano y, también, se dedicó al básquetbol, actividad que eligió definitivamente.

   El se considera el padre de su mamá y ella es consciente de que Javier fue definitivamente su salvación.

   "Cualquiera hubiera pensado que un niño entraría en estado de shock, pero a una edad temprana, él se hizo un hombre y me dijo `no puedo perderte'".

   Nancy hizo referencia al día en que a Javier, con 10 años, algo lo movilizó hasta el sótano de su casa donde se encontró con un escenario digno de una película de terror, y que tenía como principal protagonista nada menos que a su madre.

   "Ella estaba con hombres que abusaban, vendían drogas y demás. Y esa noche, aún no sé cómo, llegué cuando estaba a punto de quitarse la vida. Y tuve la chance de salvarla...".

   La mirada de Javier se clava en un punto fijo de la pared. Sus ojos se cristalizan. Acaso reviviendo aquella imagen de su mamá con una soga al cuello. Su tonada boricua se entrecorta. Remueve desde lo más profundo ese durísimo momento de su castigada infancia.

   "Creo que eso nos unió. Ella --recuerda Javier-- es consciente de que si yo no iba a la parte de abajo de mi casa, donde había decidido hacer lo peor, hoy no podríamos estar disfrutando juntos".

   Vinculada a las drogas y con parte de su vida entre rejas, Nancy se perdió el crecimiento de su hijo.

   "Me crié con mi abuela (materna, Luz) y mi tía (Virginia), desde los 14 años, cuando mi mamá estuvo en la cárcel, durante cuatro años. Mi abuela --cuenta Javier-- puedo decir que ocupó el lugar de mi mamá; ella me ayudó con todo. Siempre estaba, lo mismo que mi tía".

   --¿La figura de tu papá estuvo alguna vez?

   --Estuvo siete años preso y cuando salió de la cárcel empezaron a hablar con mi mamá, pero nunca estuvimos como una familia. El se mudó a Boston, a media hora de Worcester, se juntó con otra mujer y rehizo su vida. Cuando yo tenía 17 años se fue a Florida.

   --¿Volviste a verlo?

   --De vez en cuando intenta acercarse y me llama. Y si bien lo reconozco como mi padre y no siento rencor, se me hace difícil enfrentarlo. Hace unos siete años que no lo veo.

   --¿Qué tan cerca vos estuviste de lo peor?

   --De chiquito me metía en problemas peleando o robando alguna cosa, pero con la ayuda de Dios tuve la capacidad para reconocer que no debía terminar con eso y, también, no hacer sufrir más a mi abuela, que demasiado padecía con mi mamá.

   --¿Te gustaba la pelea?

   --No, pero me defendía como cualquiera. No puedo decir que estoy invicto, pero de chiquito tuve el corazón grande y me defendí sin miedo.

   --¿Lo heredaste?

   --Viene de sangre. Mi mamá, mi mejor amiga también, es a quien admiré de chiquito y ella es fuerte por todo lo que vivió. Gracias a Dios está perfecta. Lleva una vida normal.

   --¿Esto te hizo más fuerte a vos?

   --Sí. En todo. El baloncesto me ayudó a sacar de la mente lo que pasaba con ella.

   --¿Llegaste a pasar hambre?

   --No, aunque mi mamá estaba en la calle, siempre encontré ayuda y tenía algún sitio donde quedarme.

   --¿Cómo vivías todo eso?

   --Sentía que no podía ayudar. Quería hacerlo, pero era muy chico y los problemas eran de adultos.

   --¿Qué recuerdos tenés?

    --De todo. Visitarla en la cárcel, también estar algunas noche en casa de mi abuela y que pasara a buscarla gente que estaba en la droga, cosas de ese tipo.