La caída del Ángel
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En “Esperando a Godot”, el amo con su látigo y el mucamo, muestran a los que mandan y a los que obedecen, sometedores y sometidos. No siempre se logra saber cómo destrabar este revoltijo, ni cómo romper esta serpiente alquímica, este círculo heroico-épico de alienador de los demás que se alienan a sí mismos, o de sometedores que quieren ser sometidos, que encadenan a los demás con su “liderazgo”, para ser a su vez encadenados.
Entonces, a raíz de la muerte en manada del pobre chico Báez en Villa Gesell, acudo al experimento de psicología social llevado a cabo por Stanley Milgram , en la Universidad de Yale, y descripta en la película ”I como Icaro”,y en un artículo de la revista “Journal of Abnormal and Social Psychology” bajo el titulo “Estudio del comportamiento de la obediencia”: “Los aspectos legales y filosóficos dicen muy poco sobre cómo la mayoría de la gente se comporta en situaciones concretas”. ”Demostré cómo la autoridad de uno se impuso a los fuertes imperativos morales -o frenos- de lastimar a otros”... ”La extrema buena voluntad de aceptar cualquier requerimiento ordenado por alguien con autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio”.
”Se comienza dando tanto al 'maestro' como al 'alumno' una descarga real de 45 voltios con el fin de que el 'maestro' compruebe el dolor del castigo y la sensación desagradable que recibirá su 'alumno'. El 'maestro' cree que está dando descargas al 'alumno' cuando en realidad este es un simulador. El alumno -previamente aleccionado- irá aparentando los efectos de las sucesivas “descargas” eléctricas. Algunos participantes reían nerviosos al oír los gritos de dolor provenientes del alumno simulador. El 65% de los participantes aplicaron descargas de 450 voltios. Ningún participante se negó aplicar más descargas antes de alcanzar los 300 voltios, límite en el que el simulador dejaba de dar señales de vida”...
Milgram se preguntó cómo era posible que se hubiesen obtenido estos resultados. Hay que señalar que el 84% de los participantes dijeron posteriormente que estaban muy contentos de haber participado en el estudio. Ninguno de los participantes se negaron a administrar las descargas eléctricas “letales”. En ”Actualidades judías”, Joseph Dimow -participante en el experimento de 1961 en Yale- escribió que “todo el experimento estaba diseñado para ver si los estadounidenses comunes obedecerían órdenes inmorales, como muchos alemanes habrían hecho durante el periodo nazi”.
En 1981 Peters y Roberts escribieron que el Experimento Milgram y el posterior de la Universidad de Stanford, eran aterradores acerca del peligro que amenazaba el lado oscuro de la naturaleza humana. Milgram elaboró dos teorías: a) la del conformismo en la que un sujeto del grupo/masa que no tenga habilidad para tomar decisiones, transferirá la toma de estas, al grupo como modelo. En Bahía Blanca fue esta la tesis absolutoria de Roque Azzolina en la quema de las Iglesias en 1955. b) La teoría de la cosificación, para la cual la esencia de la obediencia reside en el hecho de que la persona-masa, se mira a sí misma como instrumento que realiza los deseos de otra y por ello no se considera a sí mismo responsable de sus actos. En Villa Gesell, se acató: ”dale, reventalo”, ”háganlo m... al negro hdp”.
Para el Profesor Schiller: ”…está bien continuar dando los golpes, aunque los sujetos no sospechen las consecuencias”. Para Castellani la orden inmoral no debía cumplirse y había que resistirla. Alfonsín creía en la obediencia debida y el punto final. Yo creo que cuando se actúa en “masa”, o “grupo despersonalizante”, prevalece la naturaleza caída y no hay nadie que la haya redimido.
Voy más allá. Si los guardias del boliche,o la policía ahora removida, o los mirones del “no te metas” -selfie en mano- no actuaron, lo hizo la masa, que sacrificó al chico Báez. Como ocurrió con millones de chicos argentinos a los que el neoliberalismo condenó impunemente a la desnutrición, a la falta de vacunas, a negarles remedios a jubilados, o a adolecer de misión soberana alguna a la Nación.