Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Pedro Mairal: "Hay que entregarse al descontrol con cierta gracia"

El escritor explora en "Breves amores eternos" el malestar de hombres y mujeres oprimidos por el matrimonio que gambetean la infelicidad a través de relaciones clandestinas donde el sexo amortigua el peso del agobio sin dar lugar a replanteos drásticos.

Foto: Télam

   Bajo un signo de época en el que se cuestiona la monogamia y empiezan a replicarse las experiencias poliamorosas, el escritor Pedro Mairal explora en Breves amores eternos el malestar de hombres y mujeres oprimidos por el matrimonio que gambetean la infelicidad a través de relaciones clandestinas donde el sexo amortigua el peso del agobio sin dar lugar a replanteos drásticos.

   Al calor de los nuevos protocolos de género, muchos de los personajes masculinos que presenta esta colección de relatos no resistirían una mirada piadosa sobre sus acciones: voyeuristas que espían púberes por las redes o se valen de un ardid pueril para filmar a una chica desnuda, hombres atormentados que solicitan los servicios de una prostituta y hasta resentidos capaces de poner a subasta la virginidad de una mujer sin su consentimiento.

   El autor de Salvatierra y Una noche con Sabrina Love trabaja por momentos al límite del grotesco y de la corrección para contar cómo circula y se deshilacha el deseo en sociedades atrapadas por una moral burguesa que no permite emanciparse de los mandatos ni de la mirada del afuera. Y ahí es donde el sexo irrumpe como un punto de fuga que desplaza por momentos la infelicidad, siempre y cuando no sobrevenga un imprevisto fatal como ocurre en varios de los cuentos.

   "Si lo pienso, creo que todo empezó no tanto porque no te soportaba más a vos, sino porque no soportaba más a la persona que yo era con vos. No soportaba eso en que me había convertido", dice la protagonista de Cero culpa, que apela a la potencia de la primera persona para retratar la apatía conyugal que la deposita en una relación paralela donde los fluidos y la pregnancia de los cuerpos bosquejan una escena lujuriosa, que el psicoanalista se encarga de aplacar cuando advierte "Cuidado que una doble vida no sea una vida a medias".

   Breves amores eternos (Emecé) es la fusión de dos libros en uno: mientras las primeras 115 páginas reúnen los relatos más recientes de Mairal -los más antiguos datan de hace siete años-, la segunda parte toma el nombre de uno de los cuentos, Hoy temprano, para volver a hacer circular historias que habían formado parte de un libro editado en el 2001: "Son mis cuentos completos, sin querer ponerle ese título porque me sonaba a lápida", cuenta Mairal a Télam, que por estos días está abocado a los ensayos de Pensé Que Era Viernes, la banda que formó junto a Rafael Otegui.

   - Télam: En muchas de las historias del primer tramo es inevitable la asociación entre infelicidad e infidelidad ¿Por qué te interesa explorar esa idea de lo clandestino como vía de escape?

   - Pedro Mairal: Me parece que las nuevas generaciones se están librando de la idea del matrimonio o la monogamia. Me da mucha intriga saber cómo lo van a armar porque hay siempre una cosa muy posesiva en las relaciones: uno siempre quiere sentirse querido, deseado, y la idea del poliamor pone en riesgo eso. Mis cuentos hablan de gente asfixiada en parejas, donde de golpe al sentirse deseada por alguien se prenden fuego y reviven. Me gusta contar cómo la gente se transforma con el deseo y a su vez cómo se construye ese deseo.

   - T.: Varios de los relatos permiten adivinar componentes autobiográficos, ya sea porque aparecen referentes geográficos o culturales asociados a tu vida o por la proliferación de personajes llamados con las distintas variantes de tu nombre de pila ¿Esta decisión de enfatizar o simular la huella autobiográfica es un efecto para plantear algunas cuestiones en torno a la relación entre verdad y ficción?

   - P.M.: Creo que este libro es el menos autobiográfico en el sentido de que hay muchísima ficción. Los personajes no son como yo y hay incluso varias protagonistas femeninas. Puede haber un disparador pero no un componente fuerte como ocurría en La uruguaya, donde digo medio en broma que había un 53 por ciento de mi vida en el personaje de Lucas. Acá me tomé la libertad de irme más lejos de mí. El peligro de crear voces creíbles, cercanas, es que la gente las tome como personales. He visto muchas veces críticas de mis libros donde atribuyen como opiniones de Mairal cosas que dicen mis personajes. Creo que es un riesgo pero a la vez es también un triunfo de la voz narrativa.

   - T.: El sexo tiene una presencia fuerte en muchos de los relatos y en la mayoría de los casos aparece disociado de todo sentimiento ¿Te interesa explorar los alcances de las pulsiones, el deseo que se impone y que a veces entra en disputa con el sentido común?

   - P.M.: Hace un tiempo leí que la escritora Milena Busquets decía que lo contrario a la muerte no es la vida sino el sexo. Me gusta esa idea porque es ése el lugar de donde quise construir a los personajes de Breves amores..., que de repente vinculándose al deseo se sienten vivos. Es ese lugar de luminosidad que de repente los saca de la asfixia, de la sensación de haber estado muertos o dormidos durante mucho tiempo. Los personajes tienen un deseo al que no pueden renunciar y eso los carga de una pulsión trágica porque uno sabe que las cosas van a salir mal.

   Básicamente me gusta meter a la gente en problemas y que eso agite las partículas narrativas. En mi propia vida, el imprevisto incide todo el tiempo. Lo mismo pasa con la escritura. Hay que entregarse al descontrol con cierta gracia

   - T.: Hoy temprano, el relato que da título a la segunda parte, es como una metáfora del fluir del tiempo condensada en un viaje en auto que tiene la magia de capturar la velocidad del paso de los años. ¿Hay más angustia hoy que hace algunos años en tu manera de percibir esa fugacidad de la vida?

   - P.M.: Hoy tengo más herramientas para facturar esa fugacidad. Antes tenía la poesía y la narrativa, la no ficción y ahora sumé también la canción. Son distintas maneras de capturar esa angustia, aunque en realidad, el arte no atrapa la vida. La escritura nos da a veces la ilusión de una vida paralela pero en realidad no se puede detener el tiempo. La idea de ese cuento es mostrar que se mueve todo muy rápido y entonces surgen el problema de cómo hacemos para narrar esa velocidad. Y creo que es la poesía lo que me ayuda a explorar las distintas velocidades del paso del tiempo. (Télam)