Bahía Blanca | Jueves, 10 de julio

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Un vecino de calle Pedro Pico cosechó un superlimón

El árbol de Antonio Montaldo suele sorprenderlo con frutos grandes, pero nunca tanto. “Pesa 750 gramos”, dijo.

Antonio muestra su último limón gigante. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Laura Gregorietti
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   El pequeño limonero, que ya tiene más de 80 años, no deja de llamar la atención en el hogar de Antonio Montaldo, ubicado en la calle Pedro Pico. 

   El valiente ejemplar sobrevive en un reducido espacio de unos 60 centímetros, pegado a un enorme laurel y un atrevido jacarandá que llegó “de la nada”, para instalarse muy cómodo a su lado. Los tres crecen a la par y se sostienen unos a otros.

   “Hace 25 años que nos mudamos a esta casa y el árbol de limones ya estaba, pero daba unos frutos feos, súper ácidos, no se podían usar. Un día un muchacho de Coronel Suárez me dijo que le cortara todas las espinas a las ramas y al año y medio, empezó a dar estos limones. Qué tiene que ver, no sé, pero lo sigo haciendo y acá están los resultados”, contó Antonio.

   Según cuenta, la planta tiene también otras particularidades.

   “Otra cosa que nadie me supo explicar es por qué la mayoría de los limoncitos que tiene nacen para arriba, en lugar de caer por su propio peso, como la mayoría, para abajo. Me gustaría saber si a alguien más le pasa esto con su árbol", se preguntó.

   En los últimos meses Antonio cosechó 12 limones enormes, pero nunca como el que tiró el viento del lunes y que según el verdulero del barrio, pesa nada menos que 750 gramos. 

   "No cabe en la palma de una mano”,agregó.

   Habitualmente, un limón suele rondar los 100 o 200 gramos.

   “Nadie me sabe decir por qué son tan grandes. Un chico de un vivero de Punta Alta me sugirió la posibilidad de que se haya creado un microclima acá en este jardín tan chiquito donde el viento queda como embolsado cuando sopla fuerte. También me dijo que la tierra que yo compré cuando hice sacar las baldosas de acá para poner las plantas quizá haya provenido de algún lugar cercano a un arroyo, que suele tener otras propiedades. Vino fortificada”, teoriza.

   El reducido espacio del jardín contrasta con la cantidad de especies que crecen, solas.

   Tres árboles de paltas —que no dan fruto—, una enorme bignonia, varios cactus, jazmines, suculentas, salvia, hortensia, un bonsai y hasta una incipiente ginkgo biloba, entre otras, encontraron en ese espacio un lugar para crecer.

   “Me encanta la jardinería, me paso todo el fin de semana acá, pero lleva mucho tiempo y a veces la espalda me recuerda que tengo 82 años”, concluyó.