Bahía Blanca | Sabado, 27 de abril

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Dos enemigos, dos plazas

   Uno de los varios intentos por mudar la estatua del Libertador, en este caso a la plaza Rivadavia, 1955.

Mario Minervino / mminervino@lanueva.com

 

   Desde antes de que se decidiera ubicarlo en el parque de Mayo, en 1910, ese emplazamiento del monumento al general José de San Martín en Bahía Blanca fue cuestionado por gran parte de la ciudadanía.

   Para muchos resultaba un severo inconveniente “la lejanía” del paseo y la inconveniencia que significaría para los escolares ir caminando por la avenida Alem hasta tan lejano sitio. Se decía además que la obra estaba poco menos que escondida, en el centro de un futuro barrio parque, según la génesis original del lugar.

   Esa inquietud se mantuvo por décdas. Por eso la historia local registra varios intentos por mudar al Libertador a un sitio más visible, cercano y, sobre todo, acorde al sitial que merece el denominado “Padre de la Patria”.

   En particular hubo dos intentos de llevarlo a la plaza Rivadavia. Uno en 1944, por iniciativa del comisionado municipal Heriberto Molinuevo, que aprovechó la circunstancia de tener el centro del paseo sin ocupante alguno (nno se había terminado el monumento a Bernardino Rivadavia, contratado en 1929 con el escultor Luis Rovatti). La inquietud de Molinuevo sólo sirvió para que finalmente un grupo de vecinos se pusiera en acción y apurara la terminación de la obra que homenajeaba al primer presidente de los argentinos, inaugurada finalmente en 1946.

Corazón partido

   La segunda acción de trasladarlo a la plaza Rivadavia fue tomada a fines de 1954 por el intendente Norberto Arecco. En este caso como parte de una intervención urbana más fuerte. Por un lado dividía la paza en dos prolongando la avenida Colón hasta unirla con Yrigoyen –con una rotonda alrededor del monumento a Rivadavia. Por otro, se mudaban los monumentos Isrelita (a la plaza 9 de Julio) y la Fuente de la Ingleses (a la plazoleta Payró).

La plaza dividida en dos, con nuevos nombres

   La plaza quedaba así dividida en dos, lo cual era un hecho menor frente a la decisión, adicional, de darle a cada una un nueva designación: plaza Argentina –recostada sobre Sarmiento—y plaza San Martín, recostada sobre Alsina. Rivadavia quedaba ocupando el centro, y la del general San Martín traída desde el parque de Mayo se elevaría unos 12 metros sobre el piso, sobre un pedestal de roca, con águilas y cóndores alusivos.

El diseño de Arecco: el Libertador y un nuevo pedestal

   Hubiese sido cuanto menos una curiosidad para los historiadores ver como dos enémigos acérrimos, como fueron en vida Rivadavia y San Martín, compartían la misma plaza, a pocos metros de distancia uno del otro.

   Fue una de las últimas propuestas elevadas por Arecco a consideración del concejo deliberante. Dejó su cargo en mayo de 1955 en manos de Santiago Bergé Vila, derrocado cuatro meses después por un golpe militar. El proyecto nunca tomó viso alguno de realidad.