Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

La odisea de los bahienses que todavía no pueden trabajar

Bolicheros, dueños de casas de eventos, disc jockeys y artistas buscan sobrevivir a la inactividad que les trajo el coronavirus y las restricciones impuestas por la cuarentena.

Fotos: Pablo Presti, Emanuel Briane y Jano Rueda-La Nueva.
imagen
layout="fixed-height">

Auidionota: Guillermo Crisafulli

Sergio Prieta/ sprieta@lanueva.com 

    Entre el enojo por la pandemia que trajo el coronavirus, las restricciones para poder trabajar y las pocas ayudas del gobierno sumado a la incertidumbre de no saber cuándo podrán volver a sus actividades. 

   Así pasan la pandemia cientos de bahienses que luchan por la supervivencia de sus empresas o trabajos tras casi 250 días de cuarentena. Algunos se encuentran al borde de la quiebra y otros casi resignados a la idea de perder todo lo que construyeron con el sacrificio de años de trabajo.

  “La Nueva” recopiló varios testimonios de bahienses que siguen sin poder prestar sus servicios y entre los cuestionamientos y opiniones aparecen la falta de ayuda estatal para sortear la crisis y mucha preocupación por lo que sucederá en los próximos meses.

“Realmente estamos muy preocupados. Hemos hablado en el Municipio y todo es infructuoso porque sentimos que nos reciben por el compromiso de tener que escucharnos y nada más. No aparecen soluciones a los problemas que enfrentamos”, opinó Marcelo Rossi, propietario de un boliche llamado Paolo.

   Si bien algunos de sus colegas tienen espacios al aire libre para poder funcionar como bares y pudieron reabrir sus puertas, quienes tienen lugares cerrados no pudieron reconvertir sus locales.

   “Hay algunos que están mejor parados y encima reciben beneficios, pero otros seguimos sobreviviendo con casi nada. Tuvimos ATP pero las ayudas son insuficientes. Es una vergüenza que nadie se acuerde de nosotros y que a ninguno les importe nuestra subsistencia. No se nos da una posibilidad de nada y como no podemos poner mesas en la calle no tenemos chances. Estamos condenados a no poder trabajar hasta que esté la vacuna”, manifestó.

   Lo cierto es que para muchos los ahorros se esfumaron con el paso de los 8 meses de pandemia y el cierre o quiebra se encuentra a la vuelta de la esquina. 

   “Tomé la decisión de no  reunirme más porque todo lo que hacemos no sirve de nada. Tienen buena voluntad de escucharnos pero no aparecen soluciones ni ayudas. Hay negocios con más de 20 años de antigüedad que van a desaparecer de la ciudad y eso es algo injusto y arbitrario”, dijo. 

   Con menos enojo y más angustia describió su situación Carla Catini, propietaria del salón de eventos “Sueños”, que desde 1996 realiza casamientos y cumpleaños de 15 
“La situación es muy difícil porque no trabajamos ni tenemos subsidios. Solo tratamos de juntar el dinero para pagar y mantener el local. En nuestro caso tenemos la opción de empezar a hacer eventos de 30 a 50 personas pero sin baile y la realidad es que la gente quiere una fiesta con todo”, señaló.
 

   Un tanto decepcionada por la imposibilidad de reinventarse en su rubro contó que por momentos tratan de ser optimistas pero la realidad se impone y genera mucha preocupación.
“Ni siquiera tenemos una fecha estimada para volver a trabajar y eso genera muchísima incertidumbre No sabemos cómo seguir”, contó.

   DJ Chuek-Oh hizo bailar a varias generaciones de bahienses en boliches como El Cielo, allá por los 90, o la Auténtica Fest que organizaba hasta el año pasado en nuestra ciudad, Punta Alta y la región. También es productor musical, trabaja en radios y organiza eventos.

   “Teníamos muchísimas expectativas para este año e incluso invertimos en la difusión de fiestas para terminar de instalar nuestros eventos. Cuando el 14 de marzo se empezó a hablar de la cuarentena el mundo se vino abajo, aunque jamás imaginamos todo lo que vendría”, analizó.

   “Al principio quedé desorientado y estaba abocado a los eventos, pero tuve que volver a la radio que hice desde los 80. Pude reconvertirme o volver al pasado, a grabar publicidades pero la realidad es que es muy complicado porque habíamos apostado de manera muy fuerte a las fiestas y lamentablemente tras 8 meses no quedó nada de todo eso”, relató.

   “Es terrible ver a colegas con bares y empleados con todo en pausa y al borde de la ruina. Creo que las autoridades deberían analizar todo esto de los eventos, implementar los protocolos y tratar de parar con las fiestas clandestinas”, afirmó.

   “Es importante que se analice el tema de los boliches porque se corre un serio riesgo de que todo lo que existió hasta marzo desaparezca para siempre”, sostuvo.
Alberto Rodríguez es actor y propietario de La Panadería, uno de los centros culturales independientes que tiene la ciudad. 

   “En total somos 12 centros que desde marzo estamos completamente cerrados: pagar la luz, el agua y los impuestos que continuaron llegando es un problema muy grande”, dijo.

   “El Municipio cerró sus puertas al diálogo y lo único que recibimos alguna pequeña ayuda del gobierno bonaerense. Algunos compañeros decidieron cerrar sus lugares y otros mantienen muchas deudas de alquileres”, añadió.

   “Creemos que vamos a volver a abrir el año que viene pero no sabemos muy bien cuando. Los ingresos son muy pequeños porque como máximo podemos recibir a unos 50 espectadores  en total a entradas de 200 pesos, de los cuales 60 pesos quedan para la sala”, opinó.

   Al mismo tiempo contó que recibe ayuda de algunos amigos y que le resulta increíble que nadie los convoque a una mesa para saber de qué manera se puede ayudar. 
“Hay mucha gente que vive de dar clases de teatro o de este rubro, de manera independiente y hoy están vendiendo pizzas o comida a domicilio”, contó.

   También explicó que  las nuevas autorizaciones para los teatros tradicionales que tienen capacidad para recibir a 800 personas quizás tienen posibilidades de sobrevivir. “Los lugares más chicos como el nuestro, que sólo podría recibir a 20 personas no tienen ninguna chance de funcionar porque no se cubren los costos”, manifestó.

   “El problema más grave es que no tenemos un espacio institucional para hacer nuestros reclamos y lo único que nos importa es sobrevivir. Caso contrario iremos cerrando de a uno si es que no llega la vacuna para el año que viene”, dijo.