Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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"No tengo una película, solo flashes", el recuerdo de un periodista que cubrió la Masacre de Patagones

Se cumplen 15 años de aquella mañana en la que Junior descargó toda su ira contra sus compañeros, dejando 3 muertos y 5 heridos.

Por Juan Pablo Gorbal / Enviado de LNP a Patagones en 2004

   Con aquella mañana gris del martes 28 de septiembre de 2004 me pasa algo particular, que hoy todavía me sorprende. Tengo grabados los detalles de la previa al viaje a Patagones con mayor precisión que todo lo horroroso que me tocó abordar después.

   ¿Mecanismo de defensa...?

   Como cada día, salimos tipo 8 con el fotógrafo Rodrigo García a cubrir la inseguridad cotidiana. Me acuerdo de que estábamos camino a una estación de servicio del Noroeste, que esa madrugada había sido blanco de un asalto, pero no llegamos.

   Sobre la calle Pacífico recibí un llamado de Javier Cambarieri, corresponsal del diario Patagones como aún lo es hoy.

   —Pasó algo muy grave en una escuela, un chico mató a varios compañeros—me dijo. 

   —¿Estás seguro?

   Esa pregunta fue lo primero que me salió, con esa resistencia natural de quien no quiere reconocer que lo malo puede pasar aunque todos los días cubre lo malo.

   Mis superiores dudaban de que fuera verdad, y no por quitarle veracidad a nuestro colega sino porque "eso no pasa acá, no estamos en California".

   Volvimos al diario y por instinto viajamos igual. Razones logísticas me llevaron con "Nino" Malaspina, el entonces jefe de Fotografía que ya no está más con nosotros.

   La radio y nuevos llamados nos confirmaron lo peor en el trayecto de los casi 300 kilómetros.

   De lo que vino después no tengo una película, solo flashes:

   - gente apiñada en la puerta del Polimodal de la calle San Lorenzo,

   - desconcierto,

   - estupor,

   - preguntas sobre los heridos,

   - cuestionamientos,

   - ratos de silencio de esos que se escuchan

   - y llantos adolescentes.

   "Junior" ya no estaba pero había dejado su huella indeleble.

   Recuerdo que pudimos entrar en el aula del 1° "B" para observar y tomar imágenes, algo impensado hoy, cuando la preservación de una escena se torna vital.

   Y que pudimos hablar con la exjueza de Menores Alicia Ramallo, ante quien "Junior" se había demostrado arrepentido cuando el auto que llevaba a la magistrada se cruzó con el patrullero que trasladaba al chico hacia Bahía.

   Con todos sin entender lo que pasaba, Ramallo, con apenas dos palabras, se encargó de dejarnos sin entender también lo que iba a venir: "Es inimputable".

   ¿Semejante masacre, que recién se empezaba a dimensionar, ya no tenía "culpables"? ¿O todos lo éramos un poco porque el autor de los disparos tenía 15 años?

   Esos pensamientos se me cruzaron más de una vez entre las idas y venidas a los hospitales Ecay y Zatti, porque había heridos en Patagones y en Viedma. Algunos luchando por su vida.

   Las horas siguientes sirvieron para reunir datos -díficil-, testimonios -muy difícil- y conjeturas -desbordaban- y así pegar la vuelta para preparar, a contrarreloj, la nota de la edición papel del otro día.

   Volví sin la noción de haber cubierto la primera página de uno de los hechos más espeluznantes de la historia policial de nuestra región.

Mirá el especial multimedia que hizo La Nueva. cuando se cumplieron 10 años

   Y tampoco sin saber que el 28 de septiembre de 2004 iba a poner definitivamente en la agenda educativa problemáticas casi invisibles hasta ese momento, como el bullying y las controvertidas relaciones de los adolescentes.

   El caso de "Junior", como en casi toda gran tragedia, abrió espacios para la reflexión, el sinceramiento, la autocrítica y el cambio de rumbo. Lamentablemente, como en todo drama de escala, el costo fue infinitamente alto.