Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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De los derrapes de Alberto al teorema de Durán Barba

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   El próximo domingo más de 33 millones de argentinos irán a votar a las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO), trámite cívico que develará la verdad. O, si se quiere, una de las tres verdades que arrojará el proceso para elegir quién será el presidente a partir del 10 de diciembre de 2019, si se agregan la primera vuelta del 27 de octubre y el eventual balotaje del 24 de noviembre.

   Se sabrá en siete días si la veintena, o más, de encuestas que han circulado durante estas semanas por campamentos electorales, redacciones y despachos de funcionarios o del Congreso, han acertado en sus pronósticos, si esa primera verdad que creen tener anticipadamente se relaciona con lo que suceda en las urnas. O si ocurrirán fiascos monumentales como en elecciones anteriores.

   Una primera aproximación a lo que puede ocurrir el domingo permite sostener que la fórmula Alberto Fernández-Cristina Kirchner se impondría a la dupla oficialista que encarnan Mauricio Macri-Miguel Pichetto por entre 4/6 puntos. También que el rol de las terceras fuerzas, como Consenso Federal de Lavagna-Urtubey, o candidatos como José Luis Espert y Juan José Gómez Centurión, más la representación de la izquierda, serán en esta ocasión meramente referenciales. En todo caso su valor, lo cual está por verse, tendría lugar en la segunda vuelta de noviembre, si es que se llega a esa instancia.

   La incógnita sobre noviembre viene a cuento por lo que dicen el grueso de los análisis y proyecciones, en consonancia con observadores y consultores, los de cabecera de cada candidato como también los del gobierno y la dupla del cristinismo. Hay un alto porcentaje de opiniones que sostienen que las PASO pueden ser definitorias en cuento a marcar un rumbo que luego no podría torcerse, con lo cual la elección de octubre obraría como el verdadero balotaje.

   Razón por la que además las primarias han adquirido un rango casi histórico, que se refleja ampliamente en el tono decididamente barriobajero, ausente de elementales reglas de juego limpio, que han adquirido en el último tramo las campañas de los candidatos sin excepciones.

   Otro dato que seguramente quedará reflejado cuando se termine el conteo de votos en la medianoche del domingo es la tremenda polarización en la que, azuzada por los comandos del cristinismo y del macrismo por partes iguales, ha caído la sociedad en general y quienes vayan a emitir su voto en particular.

   No hay demasiadas disidencias: cerca del ochenta por ciento del electorado votaría por el Frente de Todos o por Juntos por el Cambio. Siempre según los encuestadores, claro. Pero de demostrarse certero ese pronóstico, caería con fuerza la suposición esgrimida hasta no hace mucho de que al menos un tercio de los ciudadanos era independiente o reacio a votar por Cristina o por Mauricio, por caer en un reduccionismo de los que estarán cara a cara el domingo. Esa "tercera fuerza", o la vieja "avenida del medio" con la que llegaron a ilusionarse --vanamente, se vería ahora-- los fundadores del peronismo de Alternativa Federal, devenido luego y tras la fuga de Sergio Massa en Consenso Federal.

   Esa pelea a todo o nada se ha visto reflejada en las altísimas tensiones que inundan los comandos de campaña. Y también, hay que decirlo, los discursos, chicanas y alguna que otra promesa de los candidatos, en casos puntuales para espanto de sus propios seguidores.

   En el macrismo no se acallan los temores por la suerte que pueda correr María Eugenia. En la provincia no hay segunda vuelta, en octubre se gana por un voto, y un resultado amplio en las PASO del domingo a favor de Kicillof podría predecir un terremoto. En especial porque ya nadie disimula en el oficialismo que Macri "tira para abajo" con su mala imagen no solo las chances de Vidal de ser reelecta sino las de Rodríguez Larreta de ganar en primera vuelta en la ciudad. Algunas buenas noticias de la economía han logrado calmar los ánimos, pero la procesión va por dentro. A menos que haya que escudarse, como hacen no pocos macristas, en el teorema de Durán Barba según el cual "el que corre desde atrás es el que finalmente gana".

   A Alberto no le está yendo mejor. Sus pifiadas con la economía, y las constantes volteretas para justificar a Cristina o la corrupción, más su estrambótica creencia de que el país se arregla con las tasas de interés de las Leliqs, complican una escena que, de todos modos, encuestadores mediante, pareciera cantada. O no.