Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Contracorriente, el macrismo vuelve a sus fuentes...

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   Es una verdad de Perogrullo decir que Alberto Fernández está a un paso de sentarse en el sillón de Rivadavia a partir del 10 de diciembre, y que Mauricio Macri tiene por delante y casi como único camino el de administrar la emergencia y asegurarse con lo que le queda a mano que la gobernabilidad hasta el cambio de mano está asegurada.

   Para empezar, todos los estudios y análisis que se han realizado desde que ocurrió la paliza electoral del Frente de Todos sobre Juntos por el Cambio el 11 de agosto, y más aún a partir de ese "palazo" (Macri dixit) y de las turbulencias que se desataron a continuación en medio de una tenue calma cambiaria, sostienen que Fernández ampliaría su ventaja sobre Macri el 27 de octubre.

   Simplemente por el hecho de que el reparto de votos de los que se quedaron afuera de la primera vuelta y del mayor número de ciudadanos que irían a las urnas tras pegar el faltazo en las primarias, es obviamente proporcional. Para resumir esos estudios, Macri podría crecer entre tres y cuatro puntos. Pero Alberto también, de tal modo que su victoria en primera vuelta sería todavía más contundente que la que consiguió en las PASO.

   Hay un agregado que no es menor. Alberto podría cerrar un acuerdo con Juan Schiaretti. Nada menos. El gobernador de la "cuna del macrismo" que le permitió a Cambiemos ganar en las elecciones de 2015, recibirá al candidato la semana que viene, o la otra más tardar.

   En el bunker de San Telmo y voces del "cordobesismo" aseguran que candidato y gobernador han hablado más de lo que se sabe en los últimos días. Y que si bien el Gringo de la boca para afuera no puede dejar de ser consistente con su postura prescindente que se tradujo en libertad de acción a sus partidarios para que voten a quien más les guste, ahora hay "un guiño" mutuo que podría desequilibrar de manera gruesa las cuentas de la Casa Rosada sobre el resultado de las PASO en Córdoba en favor de Macri.

   Dicho por un ministro del gabinete cordobés: "Juan al fin y al cabo es peronista, y los peronistas afinamos el olfato cuando detectamos un cambio en el manejo del poder". Traducción libre: Schiaretti también huele sangre. O, apelando a la historia peronista, su alianza con Macri termina en las puertas del cementerio.

   Así y todo, luego de una semana en la que el gobierno volvió a tropezar con un error de cálculo, como lo fue no consultar antes a los gobernadores sobre las medidas populistas que en parte pagarán ellos de sus bolsillos, y con una inusitada confesión interna de Hernán Lacunza respecto de que de su gestión no pidan otra cosa que no sea administrar la transición sin que explote otra corrida cambiaria, el macrismo volvió a sus fuentes.

   Macri no solo ratificó a Marcos Peña, considerado por muchos en el oficialismo como el padre de la derrota, sino que le entregó el manejo de la campaña. Además, el presidente avaló, también a contrapelo de lo que parte del gabinete opina, las excentricidades verbales de Elisa Carrió. Los tres, vale apuntar, son hoy los que con mayor ahínco sostienen que es posible dar vuelta la historia. Más algunas apelaciones para la tribuna como las de Miguel Pichetto y Guillermo Dietrich, subido a segundo jefe de Campaña por el propio Macri, y el lenguaje comprensible de Rogelio Frigerio, otra vez puesto a lidiar con los gobernadores después del ostensible destrato.

   Los enojados del macrismo no pueden creer lo que ha ocurrido. "No aprendimos nada, el Peña que ahora dice por WhatsApp que vamos a ganar en segunda vuelta es el mismo que la tarde de las PASO dijo que habíamos hecho una muy buena elección..."

   Tres definiciones que merecen ser resaltadas. Por un lado, el plan "no hagan olas" de Alberto Fernández, con rezos para que no se le desmadren Cristina, La Cámpora, Moreno y Hebe, mientras realiza denodados esfuerzos para convencer a los mercados y a los inversores locales y de Wall Street que no es un loco de la guerra. Se le escapó Felipe Solá y su propuesta de recrear la Junta Nacional de Granos. Por el otro, Macri repone en la campaña el "voto miedo", con llamados a Cristina para que "diga qué piensa", perdidas las ilusiones de recuperar el "voto heladera" que lo hundió en las PASO.

   Finalmente, María Eugenia Vidal, dolida y empujada por su entorno, hará campaña de ser posible sin rastros de macrismo en sus mensajes, convencidos todos ellos que el presidente y su inefable escudero son los responsables directos de su pesada caída. Va con la última esperanza de evitar que a la medianoche del 27 de octubre, su dorada carroza se convierta de nuevo en calabaza.