Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Las mil y una formas de entrar droga en la cárcel

El Servicio Penitenciario Bonaerense incrementó operativos y cambió modalidades de control de visitas a partir de una mayor intento y nuevas maneras de ingresar estupefacientes. 

En la comida, en la ropa, en el cuerpo. Varias modalides de ocultamiento. Fotos: Pablo Presti-La Nueva.

Redacción La Nueva. / info@lanueva.com

   Se cree que 7 de cada 10 detenidos ya ingresan en las cárceles con una patología de consumo de drogas. Están los adictos, los dependientes y quienes buscan evadirse de la realidad.

   "No me importa lo que tome si me sirve para no enterarme de nada”, es una frase repetida en el ámbito tumbero.

   Más ostensible que el crecimiento de la población carcelaria, que supera el 70% si se la compara con la de hace 15 años, es el de los detenidos por infracción a la ley de drogas, que se triplicó en el mismo periodo.

   La primera consecuencia es inevitable: en los últimos años se advierte un incremento en los intentos de ingresar droga por cualquier vía, especialmente a través de las visitas y con mecanismos que en algunos casos sorprenden.

   Son 19 las causas penales que se iniciaron en nuestro medio, entre el año pasado y lo que va de 2019, por esta problemática. Del total, 15 a mujeres (9 parejas, 3 amigas, 2 hermanas y una hija de los reos) y 4 hombres (3 amigos y un hermano).

  "El porcentaje de internos ingresantes con problemas de consumo es muy alto. Al momento que el grupo interdisciplinario hace las preguntas de rigor, durante la admisión, casi todos responden en forma positiva cuando se los consulta en ese sentido", reconoce el inspector general Horacio Falcone, director general de Coordinación del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).

   Falcone también admite que creció el flujo de estupefacientes porque es proporcional al incremento poblacional: hoy las 57 cárceles bonaerenses presentan un exceso ocupacional superior al 40%.

   El aumento en la detección de casos motivó un cambio en la operatoria de control: desde hace algún tiempo las requisas generales están a cargo de un batallón dependiente de la dirección de Seguridad del SPB y no de cada unidad.

   "Se hacen en forma espontánea y en los últimos años se han incrementado. Caen de sorpresa, al punto que el personal interviniente se entera del destino recién en pleno viaje. Requisan los pabellones más problemáticos, con canes y especialistas en cinotecnia (ciencia que estudia el comportamiento y la psicología de los perros)", explica.

Perros ovejeros belgas y labradores

   Los llamados "perreros" o guías de can -cada establecimiento cuenta con uno- hicieron cursos de capacitación y trabajan con dos tipos de animales, los centinelas, para seguridad, y los detectores de droga. La institución tiene 27 perros de razas ovejero belga y labradores.

   "Tengamos en cuenta que la droga, tanto para ingresarla como adentro, se oculta en infinidad de lugares. Lo mismo ocurre con otros elementos no permitidos, como celulares y armas caseras", sostiene Falcone. 

   Dentro de las prisiones, un hueco en una pared rota disimulada, un ladrillo o una baldosa flojos, un pedazo de madera calada o un colchón sirven como escudos protectores.

   La visita, por su lado, también apela al ingenio: "Hemos encontrado droga dentro de una lapicera Bic, en un mate con doble fondo, en un sachet de leche, en el forro interior de la ropa que visten y hasta en las partes íntimas, como sucedió recientemente en Bahía. La modalidad va cambiando pero el penitenciario los va descubriendo a partir de la información que recepciona, tanto interna como de otros penales".

   ¿Qué drogas secuestran?: "Tres tipos: marihuana, cocaína y psicofármacos". El "pajarito", que era una preparado tradicional de la década del '90 o anterior, elaborado a base de fruta fermentada, mantiene vigencia, "aunque se consume menos que antes, lo fueron reemplazado por las drogas convencionales y las pastillas".

   En la cárcel local, desde principios del año pasado, se lograron detectar 166,3 gramos de marihuana; 28,8 de cocaína y 206 pastillas ilegales que pretendían ingresar las visitas.

   Siete del total de mujeres sorprendidas en infracción ocultaban el material en la ropa interior (5 en la cavidad vaginal), tres lo hacían entre la mercadería (dos casos en papas y otro en dulce de leche) y otras en la indumentaria (vincha, zapatillad, bolsillo de pantalones y bolsillos de camperas).

Cómo es el control para las visitas

   Cada una de las 57 cárceles tiene su particularidad a la hora de establecer la organización de las visitas. Hay que tener en cuenta que el 70% de la población penitenciaria es del conurbano, con lo cual las unidades del interior deben adaptar sus turnos a los horarios de los transportes, como trenes y colectivos. 

   "Existen turnos de mañana y de tarde, hasta las 16 como máximo y al menos dos días semanales. En cada una de las dependencias existe lo que se llama unidad de visitas, donde se registra a la persona que ingresan, con el uso de espadines detectores de metales y/o arcos pórticos. Los agentes masculinos controlan a los hombres y las femeninas, a las mujeres", aclara Falcone.

   A la visita, luego, se la conduce a un habitáculo individual, donde debe quitarse la ropa -no la interior- para su revisión. 

   "Por cuestiones legales y reglamentarias no se puede tocar a las personas, aunque sí se palpan las prendas de vestir. La revisación no es invasiva ni vulnera la dignidad de las personas", afirma la autoridad penitenciaria. 

   Cuando se infiere que alguna persona puede ocultar material en sus partes íntimas -posiblemente dentro de un profiláctico- se pide que la entrega sea voluntaria y, de no tener una respuesta positiva, toma intervención la fiscalía en turno. "En una cárcel del Gran Buenos Aires llegamos a hacerle una placa radiográfica a una visita porque llevaba la droga de esa manera", comenta el vocero.

   Otro sector, el de recepción de paquetes, evalúa lo que el visitante va a entregar al reo. "Existe una lista de elementos que no pueden ingresar. Generalmente llevan ropa, artículos de almacén, de higiene o de limpieza".

   Para el caso de las denominadas visitas higiénicas -encuentro íntimo- el control es idéntico.

La otra pata del problema: el abordaje de adicciones intramuros

   Además de los controles y acciones tendientes a evitar el ingreso de drogas en las unidades penales, el Servicio Penitenciario Bonaerense también contempla programas y actividades para brindar asistencia a los internos que padecen adicciones.

   “Nosotros sostenemos y mantenemos en el tiempo el plan de requisas, lo que se complementa con convenios, como el que firmamos con la Sedronar (Secretaría de Políticas Integrales sobre Drogas de la Nación), para abordar la problemática. Esta iniciativa contempla espacios tratamentales y de capacitación, los que resultan fundamentales para dar un adecuado tratamiento”, comenta Xavier Areses, jefe del SPB.

   Es el interno quien solicita incorporarse a estas actividades.

   “El tratamiento tiene que ser voluntario, porque sino es muy difícil llevarlo adelante. Es similar a lo que ocurre con la persona que está en libertad y es adicta. Si no hay una voluntad de modificar ese patrón de conducta, es muy difícil. De todas maneras, aún existiendo esa voluntad, muchas veces la tarea es dificultosa, por eso se trabaja con el apoyo de psicólogos y un grupo interdisciplinario”.

   Areses asegura que no cuenta con cifras para establecer si ha crecido en los últimos tiempos la cantidad de casos en los que se intentó ingresar estupefacientes en las cárceles.

   “No podría aportar datos certeros en ese sentido, porque en otras épocas no había registros de los elementos requisados. Sí puedo asegurar que hemos reforzado todo lo que es la planificación en materia de requisas, para poder disminuir y evitar en la medida de lo posible la introducción de esos elementos”.

   Sobre las formas que son utilizadas para llevar adelante las maniobras, el jefe penitenciario sostiene que “van mutando y cambiando. Tenés hasta doble fondo en bolsos, en tuppers con comida o mezclados en alimentos. No solo se busca ingresar a través de esta metodología estupefacientes, sino que también intentan introducir celulares u otros elementos”.

   Según Areses, en las cárceles del conurbano bonaerense se advierte mayor presencia de internos con problemas de adicciones si se las compara con las unidades del interior provincial.

   “Se hacen requisas permanentes todas las semanas y se reforzaron los controles, pero esto lo complementamos con el tratamiento, que es muy importante”, concluye.