Bahía Blanca | Jueves, 25 de abril

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Macri salió a marcar la cancha

La columna dominical de Eugenio Paillet, corresponsal de La Nueva. en Casa Rosada.

Archivo La Nueva.

   El presidente Macri mostró el viernes cuales son las armas con las que irá a la campaña electoral en busca de su reelección. Enfrentamiento a ultranza con el kirchnerismo, que es lo mismo que decir ahondar la grieta con Cristina Fernández, una constante compulsa a la vista del electorado entre pasado y presente, si se quiere entre corrupción y transparencia, y ahora una promesa de futuro bastante menos venturoso que con el que se entusiasmaba en el arranque de su primer mandato, y que la crisis de abril de 2018 y los errores propios hicieron chocar contra un frontón aquel surrealista slogan "lo peor ya paso" de Marcos Peña. "Esto es lo que viene", dirán en los despachos oficiales con el discurso de Macri ante la Asamblea Legislativa plasmado en los medios.

   A varios de esos estrategas, y por qué no al propio Macri, les cae muy bien ese escenario que se avecina y que comenzó a tomar color, y temperatura, en el recinto de Diputados. Por un lado, precisamente esa decisión del presidente, podría decirse de un presidente con una vehemencia y un timming de campaña electoral desconocidos hasta ahora, un Macri literalmente a los gritos, desafiando a quienes supones que serán los rivales a vencer en la las urnas de octubre y todo hace pensar que en las de noviembre. Es decir la tropa ampliada del cristinismo-kirchnerismo y sus aliados nuevos o viejos del peronismo de todo pelaje, con los que deliberadamente buscó pelearse en la acalorada sesión del viernes.

   Macri, pero también Peña y Durán Barba, y de hecho la tropa de estrategas, escritores, gurúes de cabecera y otras expresiones del macrismo a ultranza que lo rodean por estos días, están convencidos que la gente de a pie está y estará enojada porque sus bolsillos siguen flacos, porque no les alcanza para llegar a fin de mes y encima cada vez que se descuidan tienen que volver a pagar nuevos aumentos de luz, gas, transporte, nafta, prepagas, alimentos de la canasta básica, medicamentos y otras yerbas.

   Pero que a la vez esa misma masa de ciudadanos es la que no quiere volver a ese pasado al que le apuntó sin disimulos en la tumultuosa Asamblea Legislativa. Que obviamente encarna Cristina y sus amenazas más o menos veladas, y otras no tanto en boca de Axel Kicillof, de patear el tablero con el Fondo Monetario, volver al cepo y otros recursos para retornar a la economía del populismo fácil, si es que ganan las elecciones en el balotaje de noviembre.

   Curiosamente, en el gobierno se referían a ese segmento del electorado como "propio", es decir al que estuvo directamente dirigido el mensaje del presidente. En especial cuando les aviso, siempre bajo guion duranbarbista, que estamos mal pero si persistimos en este camino en algún momento vamos a estar mejor, pero que si en cambio ganan los malos y vuelven los que les mintieron durante doce años vamos a terminar como la Venezuela de Nicolás Maduro.

    Para abundar, cabria escuchar detenidamente a esas voces que sostienen que aquel "electorado propio" al que le habla Macri y sobre el que centrará su discurso desde aquí hasta las elecciones no sería solo la masa de macristas enojados pero fieles sino también de los independientes, apartidarios y hasta peronistas "portadores sanos" que tampoco quieren una vuelta al pasado del látigo y la billetera.

    ¿Cuál es la conclusión de esos análisis que bordearon de hecho todo el mensaje presidencial? Que en ese segmento social al que va dirigida la nueva prédica oficial (por ejemplo, tener cloacas y agua potable también es ser menos pobres) excede el 30 por ciento del voto incondicional que retiene Macri en las encuestas, y toma parte de aquel otro treinta/cuarenta por ciento de ciudadanos que hoy no votarían por Macri ni por Cristina, y que es por cuerda separada donde busca pescar el peronismo alternativo de Pichetto, Massa, Urtubey y hasta del propio Lavagna.

   Para abundar en la recurrente figura que suele utilizarse en tiempos bélicos, habría que decir del macrismo y esas elucubraciones o estrategias en ciernes que en la mesa de arena todo se suele ver muy acomodado. Y que en el campo de batalla es donde después y en definitiva se demuestra lo exacto o equivocado de esos juegos de soldaditos .

   Deberían tomar nota de esa enseñanza histórica los peñistas recalcitrantes que antes y después del discurso ante la Asamblea Legislativa sostienen que Macri ganará en primera o segunda vuelta si la doctora se presenta como candidata. O si, para ellos es lo mismo, se abstiene pero propicia una gran unidad de todo el peronismo con un candidato que bien podría ser Massa, que es de aquel cuarteto que busca reabrir la ancha avenida del medio, el que menos rechazo le provoca.

   De hecho no hay ningún trabajo independiente que los avale, salvo los tradicionales encargos a consultoras amigas que suelen aterrizar en los escritorios de la Jefatura de Gabinete.

   A sus costados dicen que hay que reconocer que Macri ha logrado poner la etapa más caliente de la campaña electoral allí donde él quería y se propuso: confrontar el pasado con el futuro, apenas un ejercicio de memoria, mientras no se pueda mencionar logros que son más caros a los bolsillos de los argentinos que sufren por la mala marcha de la economía diaria.

   Ha demostrado que en esa batalla decidió ampliar la grieta: fue en esencia a los peronistas alternativos, más que al previsible cristinismo, a los que buscó confrontar cuando reclamó que cada cual diga de qué lado está parado frente a su DNU destinado a recuperar bienes procedentes de las corrupción, que por ahora le volteó un rejunte de ambas corrientes del PJ.