Bahía Blanca | Sabado, 12 de julio

Bahía Blanca | Sabado, 12 de julio

Bahía Blanca | Sabado, 12 de julio

Después de ser campeón con Liniers, este Vago se animó a hablar de todo un poco

Dirigió Velocidad y Pueyrredón antes de este desafío. En solo tres años de carrera, mostró capacidad para manejar un "F1".

Mauricio, junto a su mujer Mariana y sus hijos Emilio y Alejo. Fotos: Emmanuel Briane-La Nueva.

Por Fernando Rodríguez / [email protected]

(Nota publicada en la edición impresa)

   Cuando todavía prevalece su recuerdo de jugador por sobre la imagen de entrenador, Mauricio Vago -38 años- ya se dio el gusto de ser campeón de Primera.

   Consciente de su ascendente y exitosa carrera, el técnico de Liniers asumió la responsabilidad de dirigir a un equipo armado para ganar el título. Y lo consiguió.

   “Uno a veces no dimensiona lo que logró. Hace cuatro año -recordó- que estoy dirigiendo y el crecimiento fue muy rápido. Siento desahogo, alivio...”.

Vago admitió que el marco de público y el contexto le impidió disfrutar a pleno las finales.

   —¿Sufriste o disfrutaste de esta experiencia?

   —Disfruté más de lo que sufrí. Sí me costaron las finales. Si bien disfrutaba estar en esa posición, con la cancha llena y la emotividad de los partidos, se me hizo difícil. Pero la realidad es que no me cambió nada. Tengo que seguir trabajando, y si bien el título es un respaldo, no puedo quedarme con eso.

   El Chivo cargaba con una temporada para el olvido y la dirigencia fue por más, invirtiendo en jugadores consolidados y conformando una especie de selección bahiense algo que, en la intimidad, el técnico y sus jugadores lo asumían.

Gastón Diomedi, uno de los que llegó y rindió.

   —Antes de iniciar el torneo declaraste que llegando a semifinales estaba bien. ¿Intimamente tenían la presión de ser campeones?

   —Había que ser un poco cauto, je. Eramos conscientes de que por nombres podíamos ser potenciales finalistas, si bien no sabíamos qué iba a hacer Villa Mitre. Por eso, la idea era convencer a los jugadores de que debíamos ser candidatos desde el juego y no desde los nombres. Ya le había pasado a Liniers en 2018 de tener nombres y quedarse muy rápido en el camino. Creo que ellos lo entendieron; los tres refuerzos que incorporamos (Matías Chaves, Gastón Diomedi y Joaquín Larrandart) nos dieron una solución bastante importante. Eso nos llevó a estar en la final y ganarla.

El merecido festejo del campeón.

   —¿Cómo lograste conformar un equipo por encima de las individualidades?

   —Cuando fui al club y me dieron la libertad de hacer cambios en el equipo, sentí la tranquilidad y confianza de saber que podría trabajar como a mí me gusta. Me quedé con los jugadores que consideré que más podían aportar a mi estilo de juego y desde el primer momento todos entendieron que tendrían que relegar un poco de protagonismo. Eramos conscientes de que llegaríamos lejos jugando bien. Creo que la mayor parte del año lo hicimos, y cuando no jugamos bien fuimos contundentes, porque en los momentos decisivos tuvimos capacidad para ganar.

   —¿Haber podido elegir los jugadores significó una responsabilidad mayor?

   —Sí. Cuando me senté con los dirigentes y les propuse tocar un poco el equipo me miraron, porque algunos llevaban varios años en el club. Pero era consciente de que tenía mucha responsabilidad. El equipo entendió que debía romperse el lomo en defensa, porque en ataque contábamos con muchos recursos.

Mauricio mostró personalidad frente a jugadores consolidados.

Otra responsabilidad

   —Cumpliste objetivos que te fuiste fijando en Velocidad y en Pueyrredón. Considerando que Liniers es un equipo acostumbrado a ser protagonista, ¿en esta oportunidad tenías menos margen de error?

   —Cuando empecé en Velocidad tenía la responsabilidad de trabajar para tratar de que nos fuera lo mejor posible, pero si deportivamente no se daban los resultados, me parece que nadie iba a decirme nada.

   —¿Básicamente por la realidad del club?

   —Exacto. Por la situación del club, que venía de estar mal. Llegué y me dieron un presupuesto de dos mil pesos para que sumara uno, dos, tres, cuatro o cinco jugadores. Y tuve la suerte de conformar un buen equipo; llegamos a semifinales y me sirvió mucho como entrenador en mi primera experiencia con mayores. Ya en Pueyrredón era mayor la responsabilidad, porque venía de pelear la permanencia varios años, zafamos, y nos metimos en cuartos de final, en una serie con Villa Mitre, que terminó 2 a 1. Y con esta chance de Liniers era consciente de que era otra la responsabilidad. Si bien no teníamos la obligación de ser campeones, sí debíamos estar cerca del campeonato.

Matías Chaves, otro refuerzo que estuvo a la altura.

   —¿Qué diferencia notaste dirigiendo un equipo que debía ser protagonista?

   —Lo primero que noté fue la decisión de los jugadores, quienes sabían que tenían que estar ahí. Cada vez que perdimos, al otro día estuvieron bien metidos para lo siguiente, entrenando mejor que previo a esos partidos. Sabían que estaban en deuda. En otros equipos la derrota se naturaliza más. Acá no. Nos dolía a todos.

Subió por el ascensor

   —Ahora que le sentiste el gustito a dirigir un equipo campeón de Primera. ¿Te sigue gustando la formación de jugadores o es un combo?

   —Cuando empecé en Velocidad era para hacerlo de abajo y algún día llegar a un equipo protagonista de Bahía. Sinceramente, me llevó muy poco tiempo. Tuve la suerte de, en tres años, estar en Liniers, uno de los más grandes de Bahía. Me encuentro muy cómodo dirigiendo arriba, aunque soy consciente de que cada año me fue mejor y algún día puede venir la mala. No descarto dirigir menores, salí de ahí y me gusta. Y como no tengo pretensiones de irme de la ciudad, pretendo hacerme fuerte en Bahía y seguir progresando.

   —¿El progreso al que te referís es seguir dirigiendo equipos protagonistas de mayores o considerás que la dirigencia, en general, puede confiarte algún proyecto más amplio que incluya divisiones formativas?

   —Creo que hay clubes que están haciendo bastante hincapié en divisiones menores, tratando de formar jugadores para no tener que salir a buscar tantos. Liniers, en estos últimos años se abocó a mejorar sus divisiones menores. La idea es poder nutrir el plantel con dos o tres jugadores buenos y acompañarlos con productos del mismo club.

Herman Banegas sigue marcando diferencias a nivel local.

   —¿Esto significa una depuración del plantel para el próximo año?

   —No sé si una depuración total...

   —Bueno, generar movimiento para darle lugar a algún jugador menor. Porque, de mantener el plantel, parece poco probable que los más chicos tengan mayor protagonismo.

   —Depurar sin tener nada de abajo para poner es un riesgo, porque el torneo local es muy competitivo. Fijate lo que le pasó a Villa Mitre este año; tenía juveniles reclutados de los mejores equipos de Bahía y, sin embargo, le costó hacer pie. La idea es fortalecer las divisiones menores, que surja alguno y no tener que salir a buscar ocho mayores.

   —¿Tuviste que resignar minutos de chicos por la obligación de resultados?

   —Sí. Y más en un equipo como Liniers, que había decidido buscar el campeonato. Si bien teníamos algunos chicos empezando a “picar” en Primera, no contábamos con ese que podíamos decir "está preparado para jugar en Primera". Y en un equipo de punta, sobre todo en instancias decisivas, a veces es complicado largarlo a la cancha. En cambio, en Pueyrredón tuve que hacerlo por necesidad.

¿Una o dos veces por semana?

   —¿Jugar una vez por semana en qué benefició y en qué perjudicó?

   —A mí me benefició porque tenía jugadores que trabajan, tienen familia y a veces se les hacía duro jugar dos veces por semana. Lo que no me gusta de jugar una vez por semana es que le quita continuidad al torneo. Entrenás seis días, jugás uno y a veces jugábamos cada 10 días. Creo que el torneo de una fecha perjudica el desarrollo del chico porque, en mi caso, tenía ocho mayores y entre partido y partido llegaban bárbaro. Con dos partidos por semana, tal vez tendría que haberles dosificado más las cargas y los chicos hubieran tenido minutos.

   —Olvidate la realidad del súper equipo que armó Liniers. Imaginate un plantel con mayoría de jugadores en desarrollo, ¿no se puede utilizar ese tiempo para mejorar al jugador o es algo irreal para cómo se trabaja a nivel local?

   —Una vez hablando con Mauro Polla (DT de Alem) me decía que el torneo de una fecha por semana beneficiaba porque te permitía entrenar más a los chicos. Disponés de más tiempo, pero ese chico también está jugando en Cadetes, Juveniles, Liga de Cadetes o Juvenil. No sé cuánto tiempo más te queda para entrenarlo. Creo que el desarrollo del chico y la dosificación de cargas está en cada entrenador.

El DT que jugó

Vago fue un jugador que dejó su sello. Ya lo está haciendo como DT.

   —¿Qué tiene el DT Mauricio Vago del jugador Mauricio Vago?

   —Ufff... Je. Creo que las ganas son la mismas. Al principio me costó el cambio, pero me di cuenta que mi rol era otro. Siempre fui ambicioso en querer mejorar y ganar. Y eso lo mantengo. También, sé muy bien los tiempos de los jugadores, cuando están bien o no... El torneo local es difícil, porque alguno viene cansado del trabajo o vivió algún conflicto en la casa y demás. Los jugadores no son cien por ciento profesionales.

   —Aunque tuviste el equipo de mayor presupuesto del torneo, con jugadores bien remunerados a los que, imagino, se les puede exigir en consecuencia.

   —Eso está claro. Y se les exige al cien por ciento. Pero bueno, sabía que, por ejemplo, el Flaco Banegas trabaja de siete de la tarde a siete de la mañana. Y a veces me llegaba con dos horas de sueño porque después tenía que cuidar cuatro hijas y salir a laburar. Entonces, el hecho de haber sido jugador me permite cierto manejo de la situación, más allá de que algunas me molestan. No soy amigo de los jugadores, pero hablo mucho y los escucho.

   Y ahora, también, Mauricio ya puede gritar ¡campeón!

El plantel campeón

   Parados, de izquierda a derecha, Martín Ríos Lodoli, Herman Banegas, Alejo Agulló, Emanuel Miguel, Joaquín Larrandart, Julián Marinsalta, Mauricio Vago (DT), Fernando Prado (asistente), Hugo Córdoba (utilero) y Omar Correa (PF). Abajo: Agustín Dottori, Francisco Stamati, Santiago Torre, Santiago Gattari, Gastón Diomedi y Matías Chaves. También integraron el plantel Mateo Aleksoski, Tomás Arana, Juan Fuentes, Santiago Fuentes, Santino Marzzialeti, Francisco Stamati, Ignacio Stamati y Santiago Ramos.

Los títulos

   Liniers es el tercer equipo con más campeonatos de Primera, detrás de Olimpo (19) y Estudiantes (16). El Chivo dio la vuelta en 1986, 1987, 1992, 1994, 1998, 1999, 2002, 2010, 2014 y 2019.

Padre, preceptor, profe, ex jugador y DT con futuro

   En familia. Mauricio y Mariana tienen dos hijos: Emilio (4 años) y Alejo (2). Mauri, además de dirigir en Liniers, es preceptor en el colegio La Inmaculada, desarrollando también ahí y en el colegio Americano su carrera de profesor de Educación Física.

Mariana, con Alejo, y Mauricio, con Emilio, disfrutando el momento.

   El jugador. Se formó en Pacífico, donde fue parte del campeón de Primera de 1996. También jugó en Bahiense del Norte, Pueyrredón, El Nacional y Olimpo, con quien ascendió a la Liga Argentina. Salió campeón con Bahiense de Sub 21, Sub 22 y Primera. Y ascendió con Pueyrredón. A nivel provincial, sumó tres títulos con Bahía: Infantiles, Cadetes y Juveniles.

   El 88,23%. Un total de 30 victorias y 4 derrotas cosechó Liniers. En fase regular cedió en la tercera fecha, de visitante ante Bahiense, por 86 a 76. Y en la 17ª, como local, contra Pacífico, por 68 a 63. En playoffs, cayó en el tercer partido de semifinales frente a Estudiantes, en el Sagasti, por 93 a 79. Y en el tercero de la serie final, contra Napostá, también en su cancha, por 89 a 72.