Bahía Blanca | Jueves, 28 de marzo

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El Cristo de Salamone que nadie recuerda

Originalmente instalado en Carhué, fue reemplazado en 1938 después que una tormenta lo tirara del pedestal que lo sostenía. Hoy está en un campo, en Arano.

Fotos: Prensa Adolfo Alsina y gentileza Gastón Partarrieu

Hernán Guercio / hguercio@lanueva.com

   No hay nada, prácticamente nada, solo lomas, pampa y cielo. Resaltando entre el paisaje de yuyos, pasturas y algún eucaliptus perdido, un pequeño corral de madera sobre un médano y, en su centro, un Cristo crucificado sobre una cruz de madera.
   Construido de granito y con su brazo izquierdo hecho en cemento, hoy luce pintado color piel, con su corona de espinas y la túnica en rojo, y su cabello entre oro y ocre, pero para debió pasar demasiados días y noches a la intemperie, soportando heladas, granizos, lluvias, vientos helados de invierno y soles ardientes de verano.
   Es el Cristo de Arano, el Cristo del Médano, el Cristo de la estancia Las Calaveras, el que no figura en los catálogos oficiales, el Cristo perdido de Salamone.

   Ideado por Francisco Salamone y llevado a cabo -como tantas obras del famoso arquitecto- por el escultor Santiago Chierico, en 1937 había sido instalado hacia el final del denominado Boulevard de los Eucaliptus, en Carhué, amurado a una cruz de granito y con una base en estilo art decó. Era común -por ese entonces- que Salamone regalara una figura de este tipo a las esposas de los intendentes donde él ejecutaba sus obras, para que ellas la donaran a la comunidad.
   Sin embargo, al poco tiempo de ser puesta, una fuerte tormenta derribó la cruz e hirió gravemente la figura, que quedó sin su mano izquierda por la caída. Rápido de reflejos, el genial artista pidió la confección de un nuevo Cristo, que es el que hoy se encuentra en las afueras de Carhué -sobre el balneario- y que durante muchos años estuvo en parte cubierto por las aguas de Epecuén. El otro, el roto, sería guardado en el depósito municipal.
   Ahí aparece el primero de los milagros-hechos extraños-mitos urbanos que se le adjudican a la figura. Una vez que llegaron al corralón, los empleados municipales que trasladaron el Cristo se negaron y recontranegaron a tocar la figura, porque no había llegado en la misma posición en la que había sido acomodada al subirla al carro: aseguraban que la habían puesto boca arriba y había llegado boca abajo; ya fuera un milagro o física pura por el traquetear del vehículo, algo casi inexplicable había pasado durante el viaje.

   Lo cierto es que mientras un nuevo Cristo era alzado en el camino al por entonces cementerio de Carhué, el original, el que ya tenía un suceso extraordinario en su haber, permanecía en el corralón municipal. Hasta que el intendente/comisionado municipal Juan Marcalain decidió sacarlo llevarlo a la estancia Las Calaveras, un campo que alquilaba en Arano, una pequeña población ubicada cerca de Rivera.
   Allí, mandó a cortar uno de las viejas acacias -lo que le valió una acalorada discusión con los descendientes de Arano, el fundador de la estancia-, hizo una cruz con él e instaló allí el Cristo roto.
   Aunque para entonces no era tal; era un Cristo emparchado. El brazo de granito se había sustituido por otro de cemento. Y así permanecería hasta el día de hoy.
   Se cuenta que otro de los milagros que se le atribuyen fue el pedido de un hombre de Salliqueló, muy devoto de la figura, que tenía un hijo que no podía ingresar a la universidad. La historia asegura que después de que el padre rogara y rogara, y hasta realizara una procesión desde su ciudad hasta el Cristo, el muchacho pudo recibirse de médico.

   Hoy, ya siendo la tierra propiedad de la familia Schachemayr, la figura permanece firme, generando admiración en propios y extraños. El simple alambrado que impedía el paso de animales dio lugar a un vistoso cerco de madera, transformando el lugar en una suerte de santuario, de sitio especial. Si se lo busca con la mirada, es visible desde la calle, pero hay que dar varias vueltas por caminos rurales para llegar hasta allí. En este punto, los simbolismos y las metáforas quedan a cargo de cada uno.
   Cuentan que en 1938, cuando Marcalain trató de convencer a una de las hijas de Arano de construir la cruz con uno de los árboles que había plantado su padre, le dijo que el Cristo sería una obra mucho más perdurable que esas acacias. Y así fue: el árbol duró unas tres décadas más, y después debió ser reemplazado. Más tarde se confeccionaría otra, de eucaliptus, hasta llegar a la actual de lapacho.
   Sea su cruz de la madera que sea, resistiendo al tiempo, al viento, al sol y a las heladas, la figura que originariamente se creó para que se luciera en Carhué, el Cristo de Arano, el Cristo del Médano, el Cristo perdido de Salamone, aún permanece alta e inmutable en el horizonte pampeano. Y solo unos pocos saben de su existencia.

La cruz y la figura que venían con el campo

   Juan Schachemayr es uno de los dueños de Las Calaveras junto a sus hermanos. Recordó que en su juventud hacían cabalgatas desde el casco de estancia hasta el Cristo, y pasaban allí las tardes.
   “Sabíamos que era una figura hecha por alguien importante, pero nunca pensamos que era tan especial. Teniéndolo acá, uno no lo dimensiona; hasta que viaja a otras ciudades y ve otros Cristos de Salamone. Nos criamos jugando en ese lugar”, destacó.
   El campo fue comprado por su padre a una compañía que en su momento lo administraba y que después decidió vender. El improvisado corral en lo alto del médano, la cruz y la figura de Salamone estaban incluidos en el negocio, pero nadie reparaba en ellos. Solo estaban allí.
   “Nunca nos planteamos sacarla; pero tampoco somos devotos. La cuidamos, arreglamos las cruces, la restauramos, plantamos algunos árboles y también le hicimos el nuevo cerco. Es más, si alguien viene y pide permiso, puede entrar a verla”, contó a La Nueva.

No es una obra oficial

   Gastón Partarrieu, encargado del museo de Carhué, señaló a La Nueva. que al campo de Arano sólo se llevó la figura del Cristo ya que “como había un aserradero en el pueblo, se cortó uno de los árboles antiguos que había en el lugar y se hizo una cruz nueva en donde ponerlo”.
   Además, remarcó que este Cristo no se encuentra en los registros oficiales de la obra de Salamone -como sí lo están otros siete u ocho que hay en la zona- y que al permanecer en manos de privados, no es alcanzado por el decreto nacional que declaró los trabajos del arquitecto como bienes históricos o patrimonio nacional.
   “Los Cristos eran obras que se pagaban para después donarlas al pueblo; podría decirse que formaban parte del paquete. En algunos sitios se colocaron en el cementerio y en otros se pusieron en la entrada de la localidad.
   “En el caso de la figura de Arano, no es una obra oficial. Salamone hacía caricaturas o archicaricaturas -retratos facetados de personajes de la época, como hobby- y los regalaba o los tenía en su estudio. Por eso, los Cristos han sido hechos de esa manera: él hacía los diseños y Chierico construía los moldes que después se llenaban de material”, contó.

En 18 municipios

Más de 70. Francisco Salamone diseñó y ejecutó más de 70 obras en forma simultánea en 18 municipios, varios de ellos de nuestra zona, como Coronel Pringles, Tornquist, Guaminí, Saavedra y Adolfo Alsina.

Estilo. Su estilo arquitectónico se caracteriza por nuevos usos de los espacios, torres altas, líneas rectas y simetría. La espectacularidad es una característica de sus obras. Combina art decó, futurismo y el funcionalismo, con el hormigón armado como protagonista.

Símbolo. La arquitectura de Salamone, que nada tenía que ver con el contexto en que se erigió, es un símbolo del paisaje de la Provincia y del paisaje bonaerense.