Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Economía, desarrollo y territorio. Ejes sobre los cuales debe enfocarse un verdadero proyecto de país

Ningún sistema complejo, y la economía lo es, puede ser entendido abstrayendo la historia de importantes soportes como son los tecnológicos y las cuestiones de infraestructura.

Arq. Elio Caporossi / Especial para "La Nueva."

   Se coincide que las cíclicas crisis económicas argentinas son de larga data. 

   Las agendas públicas también cíclicamente se ocupan de temas como inflación, déficit fiscales, de caja y cotizaciones del dólar.

   Este enfoque sobre parámetros monetarios y financieros, suele dejar fuera las condiciones infraestructurales y tecnológicos en que, en un territorio real, esa economía se desenvuelve.

   Estas son vistas como consecuencia del desarrollo productivo cuando en realidad son su más necesaria pre-condición.

   Ningún sistema complejo, y la economía lo es, puede ser entendida abstrayendo la historia de estos soportes infraestructurales y tecnológicos. 

   A lo largo del tiempo estos se sustituyen, se amplían y se reformulan condicionando el desarrollo territorial.

   La reiterada demanda de "Un proyecto de País" no puede obviar que este debe proponer estrategias concretas sobre la infraestructura que hace habitable el territorio. 

   Ella determina la equidad e inclusividad de las redes de movilidad y servicios, la cohesión social, la eficacia productiva y ambiental de las matrices energéticas y, en fin, la integración territorial.

   A fines del siglo XIX se estructuró la Pampa Húmeda con un entramado urbano-rural, una red de 47.000 kilómetros.

   Esta creó y vinculó en tiempo real a todos los núcleos urbanos entre sí y a cada uno con el sistema de puertos.

   La red resolvió simultáneamente viajes de corta y larga distancia, ensambló campo y ciudad, mercados internos y externos, y pequeñas y medianas ciudades con las grandes.

   El desmantelamiento progresivo de esa red policéntrica a partir de la década del ‘30 contribuyó a que un país, que es la octava geografía mundial, terminara concentrando en un 2% de su territorio a un tercio de su población total.

   En ese territorio, escenario de una insalvable precariedad estructural, en 15 años se triplicaron las villas y barrios informales.

   El abandono de la red policéntrica por un sistema mono céntrico y convergente de larga distancia al desatender los tránsitos de cercanía en el interior distorsionó las economías regionales y a un sistema federal de gobierno.

   El desacople de los flujos capilares de los arteriales fragmentaron y aislaron la integridad y cohesión territorial promoviendo el despoblamiento rural y del interior.

   Este crecimiento hipertrófico del conurbano y el correlativo despoblamiento de las localidades menores del interior de la provincia es, en el largo plazo, social, productiva y medioambientalmente insostenible para los dos escenarios.

   Básicamente la ausencia de un Plan Territorial Nacional no es ajeno a la sistémica vulnerabilidad económica de la Argentina. Tampoco la permanente falsa disyunción entre largo y corto plazo, ocultando que son las acciones del presente las que construyen el futuro.

   Como paradoja, siendo el siglo XXI el siglo de la conexión y la información a nivel mundial, la posibilidad de un desarrollo sostenible empieza a relacionarse con la creación de redes urbano-rurales de ciudades intermedias y pequeñas.

   Increíblemente esa red polimodal ya existe, y son los desaprovechados corredores iniciados en el Siglo XIX, la red polimodal conformada por el ferrocarril, las rutas de la ley Mitre 5315 de 1907 y las rutas nacionales. 

   Estos corredores están ahí a la espera de ser reformulados con vistas al siglo XXI.

   Sin un cambio de paradigma demográfico que permita la conformación de una república federal, la Argentina está condenada a repetir cíclicamente las crisis.