Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

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Bahía Blanca | Viernes, 19 de abril

Bahía , la revista Siete Días Ilustrados y el síndrome de la chacra asfaltada

A diferencia de Rosario, que exige un mayor protagonismo con argumentos, Bahía Blanca prefiere languidecer en la queja y esperar que todo llegue.

Jorge de Mendonça / Especial para "La Nueva."

   No hacía falta ser bahiense para enojarse por el desprecio de aquel título de la Revista Siete Días Ilustrados de mayo de 1971, pues quien comprenda el temor a lo “no urbanamente intenso” de quienes pierden sus vidas en la soledad de las mega metrópolis, se fastidiará sin siquiera conocer esta ciudad cabecera de la nueva provincia que quiso ser.

   Quizás el verdadero problema no es que aquella publicación sintetizara el lenguaje de desprecio a los pueblos y ciudades que no están superpoblados, sino que los propios habitantes, oriundos o no, se sientan dolidos por ser un lugar tranquilo, de casas bajas, mientras por décadas venía siendo un nodo económico, cultural y político de mucha actividad.

   Su simpleza podría ser motivo de orgullo y no de vergüenza o enfado. ¿Qué importancia tenía lo que opinara aquella revista, cuando hacía ya cien años que los mapas del Mundo citaban a Argentina con dos puntos? Buenos Aires y Bahía Blanca. 

   ¿Qué importancia tenía cuando en aquellos días había más de una docena de vuelos por día que ratificaban ese lugar de importancia?

Una reina en el sur

   Pues bien, quizás sí había un problema cultural, el que la reina del Norte de la Patagonia había comenzado a olvidarse de ejercer su rol: El Plan 70, un megaproyecto de planeamiento territorial la ponía frente a un futuro que jamás llegó, pues no había que esperarlo, sino salir a buscarlo.

   “...no, pero quedate tranquilo. Este es el mejor lugar y solo hay que esperar que vengan los privados, pues no tienen otro lugar mejor…”. Un lema que comencé a escuchar en 1994 cuando empecé a acercarme a Bahía Blanca (hasta mudarme con mi familia en 2006).

   Así, desde que se terminara la autovía entre Indiada y el acceso a Punta Alta pasaron 37 años sin una verdadera nueva obra de infraestructura metropolitana.

   Democracias, dictaduras, alineamientos partidarios en los tres niveles y docenas de funcionarios bahienses hasta en los pasillos de la Casa Rosada durante medio siglo no sirvieron para que la chacra, otrora muy activa y hasta con capacidad política para armar cambios nacionales, pasara a ser expectante “de su futuro asegurado”, mientras se escapaba la meca marítima para los granos; los ferrocarriles se degradaban; las rutas no se ensanchaban; y hasta aparecían las urbanizaciones de ocupación. La ola de migrantes llegó cuando la reina se había echado a dormir.

Una larga siesta

   Entre los letargos vespertinos de la reina, el futuro urbano descansó y descansa esperando el levantamiento del cinturón de hierro (los ferrocarriles interiores), sin comprender, siquiera, que unas mínimas obras viales podrían llevar la distancia del Parque de Mayo al Museo del Puerto en, apenas, 15 minutos de auto (y por qué no, 20 minutos de tren-tranvía…).

   El sentido de las arterias es el que va contra el tránsito y no el obstáculo de las vías (por las que casi no pasan trenes): ¿Alguien trató de ver lo complicado que sería ir por San Martín derechito a la plaza de Villa Mitre? Pues lo más fácil es ir por Falucho y no “por el medio de la estación” (sugiero hacer el ejercicio en el mapa). 

   Ángel, mi primo, alguien que apenas estuvo un par de veces en Bahía Blanca, pero que como todo conocedor de la política y la economía del país, sabe desde pequeño el lugar que tiene Bahía Blanca, me lo explicó sencillamente: En Bahía Blanca nunca hubo directorios de grandes empresas, solo gerentes comandados por Londres, primero, y por Buenos Aires después.

   Hoy mismo el lugar gerencial de una terminal granaria local es de menor cuantía que una ubicada en Rosario, donde tampoco hay mucho director empresarial, pero sí hay una Bolsa que sostiene docenas de técnicos en sus equipos y que se asegura que los informes sean leídos por quienes hace falta que los lean.

   Pero, así como la grandilocuencia del Plan 70 creaba la imagen del futuro consignado, a Bahía Blanca se le escapó que en 1979, una consultoría internacional encargada en 1975 por la subsecretaría de Desarrollo Económico de la Nación, determinó que la mejor salida para las exportaciones de granos argentinos debería ser el Puerto de Bahía Blanca y no Rosario.

   Si no era por ese estudio ¿por qué razón es que tres corporaciones internacionales se interesaron entre 1980 y 1990 en quedarse con el “mítico” ferrocarril Rosario Puerto Belgrano?

   ¿Por qué razón el Estado Nacional se dedicó (por última vez)  a profundizar y mejorar el canal de acceso al Puerto de Bahía Blanca? ¿Por qué razón la Administración General de Puertos, en los 80, contrató la consultoría para proyectar el Viaducto La Niña (nuevo) y toda una nueva accesibilidad ferroviaria a la zona de los muelles de Ingeniero White?

   Quien quiera oir que oiga, pero la reina se puso a descansar desde los 70 esperando el futuro, sin alcanzar a comprender que las cosas se consiguen golpeando la puerta de la Casa Rosada y el palacio de Calle 6 no menos de una docena de veces al año (cada una), y que de las ocho “ciudades hermanas”, solo importa a la economía y la política Talcahuano, pero sumando a todas las ciudades y pueblos desde Cerri hasta ella, más las de aquí a Bariloche, Comodoro, Córdoba, San Juan y, por lo menos, Tucumán.

   Claro, no es tan cool Río Cuarto como Jacksonville, pero mientras una nos acerca negocios de verdad, la otra solo genera viáticos, fotos y algún que otro reportaje.

   Así como el Plan 70 fue considerado la solución final del desarrollo, hoy dejamos librado un nuevo futuro a la unicidad de que “Vaca Muerta lo traerá todo”. Pues bien, ¿Qué va a traer? Pues absolutamente nada más que nuevos conflictos, salvo que comprendamos la metropolitaneidad desde Punta Alta hasta Cerri para el diseño del espacio, y que la economía no es una contaduría que va a crecer y morir con los altibajos del petróleo, sino un complejo que se realiza con el toro por las astas.

   Mientras Rosario se planta a viva voz, Bahía espera porque todo vendrá. La diferencia entre la chacra que nos duele y la metrópolis que no reconocemos que somos, es que una prefiere languidecer en la queja, mientras que la otra solo lo será disponiendo los atributos sobre la mesa exponiendo y exigiendo con fundamento, donde el primer deber es haber hecho la tarea en casa: Salir a servir al territorio del cual la reina se olvidó por medio siglo.

(*) Analista en temas de territorio, transporte y telecomunicaciones. Presidente de la Asociación Intermodal para América del Sur (AIMAS)