Bahía Blanca | Miércoles, 24 de abril

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Un templo masón en ruinas, la joya escondida de Arroyo Corto

Fue construido a principios de siglo pasado y cerró sus puertas en la década de 1930. No quedan registros de su actividad y todo lo que ocurrió allí adentro es un misterio casi inexplicable.

Fotos: Rodrigo García - La Nueva.


Hernán Guercio / hguercio@lanueva.com.ar

   A simple vista parece un edificio viejo, a punto de venirse abajo. Si uno no sabe dónde encontrarlo, el antiguo templo masón pasa prácticamente desapercibido, como si fuera una construcción cualquiera.

   Las maderas y las chapas cuelgan del techo; el antes orgulloso piso de pinotea está desvencijado y a punto de derrumbase ante cada pisada; un cardo ruso seco se mantiene en pie en el salón principal. En las paredes resquebrajadas aún es visible el color rojo original con una línea negra en su base. Las estrellas otrora pintadas en el cielorraso azul brillan por su ausencia. Las dos columnas aún mantienen en pie la estructura, con las letras J y B.

   No hay más puertas: el paso es libre e irrestricto. Ya no es cuestión de pertenecer, ser un hombre probo o conocer la contraseña; puede entrar cualquiera, siempre que no tenga miedo de que el edificio se le venga encima. Los vidrios de las ventanas desaparecieron hace mucho; los ladrillos rojos del exterior están gastados, viejos, redondeados en varias partes; el revoque parece no dar más.

   Pero en el frente del edificio, el emblema del compás y la escuadra, enmarcado sobre un triángulo, permanece firme, orgulloso, como si no hubiese pasado el tiempo.


Todavía se pueden observar el compás y la escuadra en el ingreso al templo.

 

   El templo de la logia masónica Unión y Constancia es seguramente la construcción más conocida, desconocida y misteriosa de Arroyo Corto, porque no se sabe prácticamente nada de ella, no hay registros escritos de su actividad ni quedó nadie que pueda dar testimonio.

   Hoy se duda si éste fue el primer edificio que tuvo el culto en la población, aunque se conoce que allí funcionó desde 1901 hasta su cierre durante la década de 1930. Solo se sabe que el terreno fue adquirido a principios de siglo XX a Juan Bautista Ielos y que en él se construyó el templo.

   No quedaron muchos nombres, aunque es seguro que Dionisio Farías -cuya tumba resalta entre todas las que hay en el cementerio, al tener una columna trunca y un capitel en el suelo- fue uno de ellos. Incluso, es nombrado como una de las figuras de importancia dentro de la logia arroyocortense y algunos masones actuales lo consideran su fundador.

   A los integrantes de la agrupación se los recuerda como gente muy reservada que solo se relacionaba entre sí, y “que tenían algún conflicto con la Iglesia”. Pero más allá de los secretos de identidad exigidos, en una población pequeña como Arroyo Corto se sabía muy bien quién participaba de las reuniones. 


La tumba de Dionisio Farías, con una columna trunca y el capitel en el piso, resalta en el cementerio de Arroyo Corto.

 

   “Esa logia quedó abandonada. No se sabe si a los registros los comieron las ratas, se los llevaron o los quemaron”, cuenta a La Nueva. un masón, cuya identidad quedará en reserva. Los nombres de los integrantes de las logias solo pueden ser develados por ellos mismos, o pueden hacerse públicos una vez que fallecen.

   Después de casi cuatro décadas, en algún momento entre 1930 y 1940, la logia Unión y Constancia abatió columnas y los masones “se dispersaron”. Se desconoce la razón de su cierre, pero entre los argumentos más difundidos se mezclan la persecución política, la falta del crecimiento de la localidad y la partida de sus miembros buscando otros horizontes.

   El lugar quedó cerrado, pero no abandonado. En el mismo terreno -donde hoy se encuentra la casa del delegado de Arroyo Corto- vivía una mujer de apellido Sttuder, que fue la celosa guardiana del edificio, impidiendo el paso de desconocidos o de chiquillos traviesos y curiosos.

   “Se decía que su padre había sido masón y hasta que sus restos descansaban en el templo -recuerda hoy el exdelegado arroyocortense Jorge Almandoz, quien ha investigado mucho sobre el templo-. Cuando ella falleció (en la década de 1980) la gente empezó a ingresar al lugar y tratar de llevarse lo que podía”.


El ingreso al templo. En el fondo, sobre la tarima, se ubicaban las autoridades máximas de la logia en las reuniones.

 

   La cuestión es que no pudieron llevarse mucho. No había espada flamígera, ni libros ni el cadáver de Studder; nada. La tradición establece que en los templos que cierran, quedan los elementos y registros, pero esto no parece haber ocurrido en Arroyo Corto. Aún con las puertas abiertas, el templo seguía guardando celosamente sus secretos.

   Se utilizaron detectores de metal para hallar objetos ocultos, se examinó debajo de la tarima y del piso, pero la búsqueda fue infructuosa. Con el correr de los años, aparecían por el pueblo investigadores, personas misteriosas o cazadores de tesoros tratando de hallar información, objetos perdidos o saqueados, pero se iban con las manos vacías. Ni siquiera la Gran Logia Argentina tiene registros del templo arroyocortense, ya que un gran incendió provocó la pérdida de muchísima información de principios de siglo pasado.

   Según Almandoz, es probable que los primeros integrantes de la agrupación en Arroyo Corto hayan sido los colonos italianos llegados desde Turín, Italia, en 1884. Para Arturo, el masón de nombre ficticio entrevistado por La Nueva., las logias se fueron abriendo en la zona a medida que llegaba el tren, como una suerte de primer foco de asociativismo en el pueblo, sobre todo para los inmigrantes europeos. En Bahía Blanca, Estrella Polar nació en 1887 y a fin del siglo XIX ya había seis más. En el resto de la región, había logias también en Carhué, Pigüé, Guaminí y Coronel Suárez.

   Sin embargo, la mayoría de ellas abatieron columnas y a mediados de siglo pasado ya no existían. Las que pudieron mantenerse en funcionamiento, lo hicieron prácticamente desde la clandestinidad, para evitar filtraciones y que sus miembros fueran perseguidos.


Pisos rotos, techos que se vienen abajo y hasta cardos rusos.

 

   “El territorio quedó vacío y la idea fue sobrevivir -lamenta Arturo-. Entre 2008 y 2009 se dio una suerte de reapertura de las logias y se comenzó la búsqueda de nuevos miembros”.

   Esta renovación llegó a Arroyo Corto. Hace un par de años hubo un intento por parte de una logia de Necochea para poner en funcionamiento el viejo templo, pero quedó solo en el proyecto. El edificio ya se encontraba en mal estado y no había dinero para restaurarlo.

   “Se reunieron con autoridades municipales, y hasta se buscó la posibilidad de declararlo monumento histórico provincial para restaurarlo y que tuviera un uso compartido entre la comuna y la logia, pero todo quedó en la nada. Necesita una intervención importante, tanto en el piso como en la infraestructura y el techo”, explica.


Desde afuera no es fácil encontrar el templo; tiene una pared que oculta su fisonomía.

 

   Por ahora no habrá reparaciones ni nada por el estilo. Desde el municipio de Saavedra piden que la gente no se aventure al interior del templo, por los peligros que el estado de la edificación supone. Nadie sabe qué pasará con él.

   Uno de los mitos más corrientes y que se cuentan por lo bajo, fue que el templo arroyocortense nunca había sido realmente olvidado o dado de baja, ya que una entidad -léase la Gran Logia- pagó siempre los impuestos del edificio hasta hace un par de años. Como respuesta, algunos lo niegan y otros prefieren no opinar.

   Como todo lo que rodea al templo, lo que ocurrió en él, quiénes participaban de los encuentros o qué pasó una vez que fue cerrado, está oculto tras un velo de misterio. Y no queda nadie que pueda poner un poco de luz en esta historia.

   Mientras tanto, la casa más famosa, conocida y desconocida de Arroyo Corto se mantiene -a pesar de todo- en pie, resistiéndose a caer en el olvido.

 

Entre secretos e información online

 

   Hoy, muchos elementos de la masonería dejaron de ser secretos. Hay páginas web oficiales, algunas logias tienen fanpage de Facebook y hasta se puede llenar un formulario por internet para solicitar unirse a una.

   “Somos discretos; no queremos exponernos -cuenta Arturo-. Esto no es una vidriera. Lo único que mantiene su grado de secretismo son los rituales, las palabras secretas a través de las cuales nos reconocemos; pero también es cierto la mayoría de esas cosas se pueden encontrar online”.

   También asegura que ya no hay una inserción masónica en la política o en los espacios de poder, como sí ocurría en el pasado.

   “Este no es un partido político. Sí hay casos de gente que pertenece a una logia y llega a determinados lugares, pero no por ser masón”, aclara.

 

Dos claros símbolos


Tumba. En el cementerio de Arroyo Corto es fácil de encontrar la tumba de Dionisio Farías, reconocido como el creador de la logia en Arroyo Corto: tiene una columna partida y un capitel tirado en el suelo, dos claros símbolos masónicos. En su lápida se lo describe como un “bondadoso filántropo y caballeresco ciudadano que dedicó su vida a practicar el bien”.

Peligro. Desde el municipio de Saavedra advierte de los peligros de derrumbe que tiene la edificación y piden que la gente no ingrese en el lugar.


"Bondadoso filántropo y caballerezco ciudadano", reza la lápida de Farías.

 

¿Mito o verdad? La voz popular cuenta que por aquellos años, el Colegio La Salle se iba a instalar en Arroyo Corto, aunque una de las primeras requisitorias fue que no debía funcionar más el templo masónico. ¿Cuál fue el resultado? El templo y la logia siguieron funcionando en la localidad, y La Salle terminó recalando en Pigüé. Sin embargo, Almandoz descarta esa posibilidad y explica que, en realidad, se pensaba instalar un colegio de los Hermanos Maristas -incluso hay fotos de la llegada de los ladrillos-, construcción que no se llevó a cabo por cuestiones económicas.