Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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El gobierno, entre paladas de cal y arena

   La sanción del Presupuesto 2019 significó para el gobierno una bocanada de aire fresco en medio de un clima de penurias, de inflación galopante, enrarecido por la violencia callejera que por ahora solo pareciera preceder a lo que ya ha sucedido en otras partes del mundo en la previa a las reuniones del G-20. La ciudad alemana de Hamburgo puede dar fe de ello. Habrá que ver si se queda en eso o hay detrás algo más grave. La ministra Patricia Bullrich, se supone que con el aval del presidente Macri, salió rápido a instalar la advertencia de posibles acciones terroristas combinadas entre agitadores del exterior y activistas locales, algo que pareció un tanto apresurado cuando las investigaciones por los "caños" caseros en Recoleta y Belgrano recién empiezan.

   Se trataría en todo caso de una sobreactuación para cuidar lo que Mauricio Macri hoy más aprecia, que es la gran vidriera mundial que le reportará a fin de mes la presencia en Buenos Aires de Donald Trump, Vladimir Putin, Xi Jinping, Angela Merkel y otros líderes globales, en momentos en que el presidente busca ser "un referente" en esa comunidad y hasta se exalta ante la oportunidad de mediar en la guerra comercial que sostienen Estados Unidos y China.

   EL oficialismo festeja la sanción del Presupuesto que necesitaba para avanzar con el fortísimo ajuste de las cuentas públicas a que lo obliga el acuerdo firmado con el FMI. Y no es menor que para conseguir la ley de leyes haya contado con el apoyo de la oposición más racional que encabezan Miguel Pichetto y los mandatarios del peronismo federal. Aunque como ya se ha dicho y repetido, para lograr ese cometido el gobierno haya tenido que abrir la billetera para repartir unos 21.000 millones de pesos en obras y otros subsidios que de algún lado tendrán que salir.

   Esa buena noticia que le llegó al presidente Macri trastocó el habitual entusiasmo de los estrategas de la mesa chica en gestos adustos frente a la impactante cifra de la inflación de octubre. Un potro que el gobierno es evidente que no consigue domar y que según sus propios cálculos habrá que esperar hasta el arranque del año que viene para tornarlo un poco más dócil. Es que hay que remontarse a los inicios de la década del noventa, en la salida de la hiper de Raúl Alfonsín y los comienzos del menemismo, para encontrar números malamente parecidos.

   La economía de todos los días persiste en jugarle una mala pasada al gobierno de Cambiemos. Si bien los análisis ponderan la buena letra del Banco Central y la tranquilidad del dólar, como exiguas medallas para enarbolar, recurren a la vez en pronósticos reservados sobre las chances de Macri de conseguir la reelección el año que viene. Pueden estar errados los estrategas que recomiendan machacar en aspectos supuestamente atractivos para el ciudadano como tenues mejoras en el flagelo de la inseguridad, de la lucha contra el narcotráfico, o el recurrente latiguillo de "nosotros o la vuelta al pasado". El hombre común por lo general decide su voto tres meses antes de la elección, o todavía en menos tiempo, pero vota con el bolsillo. Verdad nunca rebatida por los politólogos.

   A la par de esas buenas y malas nuevas, Macri venía entusiasmado con su estrategia electoral de cara al año que viene, que no era otra que la de mantener bien en alto la candidatura de Cristina Fernández, aupada además en la consecuente dispersión del voto peronista en tanto aquel "amor macrista" por la ex presidente es inversamente proporcional al odio mezclado con rencor que le profesan quienes sufrieron el rigor de su látigo durante la década perdida y que todavía hoy se tropiezan en busca del camino, de la avenida del medio o como se le quiera llamar, que les permita competir contra ella, o directamente sacarla de carrera.

   No es solo que ese escenario peronista pareciera ir mutando, cuando a la vista de todos y sin ningún rubor aquellos que antes la rechazaban ahora regresan mansitos a tomarse otra vez de su pollera, lo que complica el armado del peronismo alternativo y la propia estrategia macrista. Porque una cosa, dicen los consultores, es Cristina encerrada en Unidad Ciudadana donde retiene entre un 25 al 30 por ciento de voto duro, que hasta se nutre de aquellos que juran que igual la votarían aunque la vieran asaltar un banco metralleta en mano, y otra muy distinta el armado de una fuerza que de hecho comprometería un triunfo de Cambiemos en primera vuelta, sino que tornaría absolutamente incierto el resultado de un balotaje. "Mi límite es Macri", es la frase con la que la arquitecta egipcia recibe ahora lo más campante a quienes despreció durante tanto tiempo.

   Hay más, para complicar a un gobierno que no da pie con bola en la gestión pero que además comete errores de manual en materia política. Un llamado de alerta ha comenzado a circular entre economistas que comulgan con el oficialismo y otros que no lo hacen o también los que están en la vereda de enfrente. Podría no ser tan rentable para Macri levantar la candidatura de Cristina, casi la única estrategia del búnker de PRO. Porque esa y no otra es la razón por la que inversores huyen hacia otros destinos menos estrambóticos que la Argentina. O los que pensaban venir con sus capitales a invertir ahora se frenan y mandan mensajes: "ni un peso en la Argentina si hay chances de que vuelva ella", como dijo esta semana un empresario que estuvo en la Casa Rosada, mientras aguardaba su audiencia con el presidente.