Bahía Blanca | Jueves, 17 de julio

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Los D'Ángelo y una silla mágica que integra y cumple sueños

Gustavo perdió una pierna tras un accidente y se abocó a mejorar la calidad de vida de las personas con discapacidad. Junto a su padre creó la silla anfibia Neptuno que permite a personas con dificultades motrices flotar en el  agua.

   Tras un accidente en moto, en el año 1993, el puntaltense Gustavo D'Ángelo soportó 28 operaciones y más de una década de internaciones, hasta que, en 2002, tomó la decisión de someterse a una amputación. Podía vivir sin una pierna pero estaba extenuado de pasar por terapias paliativas, dolores intensos y postraciones y, sobre todo, de ver pasar la vida por la ventana. 
Casado, y con dos hijos, se puso de pie, literalmente, con una pierna ortopédica que le diseñó especialmente su padre, Carlos Alberto, un emprendedor nato y un artesano de la mecánica, en su taller de Punta Alta.
   Gustavo se integró en el equipo de básquet de DUBA -para jugadores en sillas de ruedas- y comenzó a viajar a distintos torneos por el país. 
   La primera salida con el equipo en Trelew, le dio vuelta la cabeza. Vio que los jugadores debían ducharse en el piso porque el alojamiento no les brindaba la infraestructura adecuada para atender sus necesidades. Tampoco estaban preparadas las cuchetas. 
   Su nueva realidad lo empujaba a ver la cara más cruda de la sociedad: la que no está preparada para integrar a quien tiene una discapacidad. 
   Experiencias como esta, y otras que vivió en carne propia, lo llevaron a pensar cuánto había por avanzar en materia de discapacidad para vivir en una sociedad realmente inclusiva. 
   Y así fueron llegando las ideas y concretándose proyectos. 


   Primero, junto a su padre Carlos Alberto, diseñaron juegos adaptados para la plaza de Punta Ata, y más tarde se abocaron a la creación de  sillas de básquet y rugby adaptado.
   Hasta que llegó el producto estrella: la silla anfibia Neptuno, que permite a las personas con dificultades motrices desplazarse sobre la arena y flotar en el agua. 
   El diseño del prototipo fue a pulmón, de su propio bolsillo. Luego de un largo recorrido -en el que fue desatendido por varios funcionarios provinciales- finalmente el año pasado la Cámara    Argentina de la Mediana Empresa (CAME) de Buenos Aires, lo reconoció como Joven Empresario del Año, entre 500 participantes.
   Ahora solo espera conseguir el apoyo de la gestión pública o privada para dar un salto y lograr insertar el producto de forma masiva en la costa argentina para que el acceso universal al mar deje de ser un sueño. Para que no exista un chico, joven, adulto o abuelo con discapacidad, privado de la posibilidad de flotar en el océano mientras el sol sale o se esconde en el horizonte.

   El proyecto
   "Estas son las cosas que me llenan el alma", dice Gustavo cuando cuenta que la abuela Chola, de 103 años, pudo entrar al mar -en el balneario Marisol- gracias a la silla anfibia Neptuno. Y no quería salir por nada del mundo.

La abuela Chola, Elvira Constantino, de 103 años, se dio un chapuzón en la silla Neptuno.

   Gustavo y Carlos D'Ángelo   -quien es técnico mecánico industrial- son los dueños de un taller de Punta Alta, DG construcciones mecánicas, donde realizaron las primeras pruebas y el desarrollo completo del producto.
   Carlos es un emprendedor nato que disfruta de hacer diseños novedosos, y hasta llegó a fabricar una máquina para hacer pañales. Lo más dificultoso, siempre, fue contar con el apoyo económico necesario para concretar proyectos que quedaban a mitad de camino. También tuvo una fábrica de rodados para niños en capital federal. Juntos, padre e hijo, formaron un buen equipo. 
   El primer modelo de la silla fue en telgopor pintado. La probaron en la pileta de un vecino. 
   “La primera silla estaba terminada para 2007, desarrollada y lista para la venta El costo del proyecto fue el de una Toyota y media", contó Gustavo.
   Después la sacaron de Punta Alta a Tres Arroyos donde hicieron una demostración en una pileta privada merced a la gestión del médico Raúl Dalí. Entonces,  lograron vender las dos primeras sillas.

Así son los juegos integrados diseñados para la plaza de Punta Alta.

   Ambos sacaron plata de su bolsillo para diseñar el prototipo y luego iniciaron un raid de entrevistas muy desalentador con funcionarios de distintos gobiernos  para dar a conocer su producto, de industria nacional, y con todas las condiciones necesarias para favorecer el turismo accesible.

   Hoy buscan ser recibidos por la gobernadora María Eugenia Vidal, para potenciar el emprendimiento.

   Varios partidos de la costa apoyaron la iniciativa y cuentan con una o más sillas Neptuno: Arroyo Pareja, Pehuen-co, Monte Hermoso, Marisol, Reta, Copetonas, Claromecó y Villa Gesell.
   Dado que el artículo tiene calidad de exportación lograron vender unidades a Chile y a Colombia.

   Según comentó D'Ángelo, otras sillas anfibias presentes en el mercado -con un costo inferior- sirven para transporte en la arena pero no tienen capacidad de flotación.

   "Nuestra silla vale 49.860 pesos. Tiene servicio post venta y repuesto. Está fabricada en serie y el damos a trabajo a gente de acá", dijo.

   Junto a los D`Ángelo trabajan el soldador Héctor Gutiérrez, de Bahía Blanca, el tornero Carlos Delport, el tapicero Jorge Cadene, los hermanos Iantosca y Babylin.

   Para el mayor de los D´Ángelo, quien hoy tiene 76 años, en otros países los discapacitados son más considerados.

   "En Argentina, la mayoría de los cines y teatros ni siquiera tiene butacas adaptadas para brindar mayor comodidad a las personas con obesidad”, dijo.

   "Está estudiado que por cada turista discapacitado que visita un destino hay cuatro o cinco turistas más que llegan a visitar el sitio. Y sin embargo, es muy poco lo que se hace para fomentar el Turismo Accesible", dijo.

   Entre otras características, la silla anfibia Neptuno es muy fácil de usar y no se vuelca en el agua bajo condiciones normales de oleaje. Es apta para pesca de flote y resistente a la arena y al agua salada.

   "Puede bajar escaleras y gracias a los apoyabrazos, el pasajero descansa confortablemente", contó Gustavo.

   Además, la altura del asiento es inferior a la de la silla de ruedas para facilitar el traspaso ¡Un invento que quiere seguir cumpliendo sueños!