Bahía Blanca | Lunes, 11 de agosto

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“Siento que llevo un orden en la vida y en el deporte” , dijo Facundo Campazzo

Campazzo, de aquel chico maleducado al base maduro de la Selección y Real Madrid con hábitos estrictos.
Foto: Sebastián Cortés-La Nueva.

   Por Fernando Rodríguez / [email protected]

   La tarde se alteró por un momento en la redacción de “La Nueva”. Facundo Campazzo llegó a las 17.45, tal cual lo acordado, acompañado de Germán Beder, jefe de prensa de la Confederación Argentina de básquetbol.

   Todo programado, evitando alterar la rutina de este, ahora, profesional cien por ciento.

  -¿Ya merendaste?

   -No. Ahora entrenamos y después cenamos.

   -¿No merendás?

   -Algunos meriendan. A mí no me gusta mucho.

   -¿Desde cuándo mantenés esta rutina?

   -Estricta, desde enero o febrero de este año.

   -Todo viene...

   -(Interrumpiendo) Me tengo que comer la anécdota, je...

   -Bueno, podés contarla entonces, je...

   -Manu me vio y dijo: “Nunca vi a un juvenil con ese aspecto” (por sus kilos de más). Si bien es algo gracioso, fue algo que me tocó. Después, tuve muchos altibajos; empecé a tener buenos hábitos y los abandoné. Y hace un tiempo dije “bueno, ya está, vamos a hacerla bien...”.

Mirá cómo le fue a Campazzo cuando lo desafiamos

   -¿Qué te motivó?

   -En realidad, jugando en Murcia hice la dieta, pero tenía mis permitidos. Entonces, decidí no tenerlos, ser estricto, porque después, con una cosita de acá y otra de allá se empieza a acumular.

   -¡Sobre todo en España!

   -Sí, se come bastante bien. Ya tendré tiempo para aprovechar una vez que me retire.

   -¿Qué importancia tienen los hábitos en el deportista de élite?

   -Mucha. El 60 o 70 por ciento, tanto dentro como fuera de la cancha. En lo personal, ahora que estoy siendo estricto, siento que llevo un orden en la vida y en el deporte. Empecé a dormir bien, a levantarme con energía y, a raíz de eso, tenía ganas de entrenar y me daban ganas de seguir entrenando. Se hizo un círculo bueno.

   -¿Cómo hacés para poner un freno y no pasarte del límite?

   -Trato de encontrar un equilibrio. Me acuerdo que entre diciembre y enero estábamos jugando mal y siempre iba dos horas antes del partido para hacer mi rutina. El entrenador me dijo: “desenchufate un poco y andá una hora antes al partido”.

Cosas de chico...

   -De chico eras travieso, rebelde, rozando lo maleducado...

   -Exactamente, je. Después me arrepentía. Ahora también me pasa, cuando discuto con el árbitro, después en frío digo “¡Qué papelón!”. De chico era peor... Me sacaba el entrenador y pateaba el bidón de agua, era maleducado... A mi madre como que no la escuchaba mucho.

   -¿El que te marcó fue Roberto Galamore, tu entrenador?

   -Sí. Me castigaba mucho, pero me marcó, más bien hablando y con ejemplos.

   -¿Fuera de la cancha eras rebelde?

   -No. Era muy inquieto, entonces mi mamá me dejaba en el club desde las tres de la tarde hasta las nueve de la noche.

   -¿Influía ser la figurita del equipo?

   -No, sé... No me lo puse a pensar, pero puede ser... Ahí estaba con mi mejor amigo compitiendo y cuando me superaba me calentaba.

   -¿Te marcaron el territorio Manu, Scola y Chapu en la Selección y Leo Gutiérrez en Peñarol?

   -Ellos me guiaban, me ponían en sus brazos y me aconsejaban qué hacer. Y tuve la suerte de tener a Leo, con su mentalidad ganadora.

   -¿Eso se entrena o es innato?

   -Se entrena. Me pasaba, cuando era chico, de jugar contra Atenas, que eran los más grandes, y nos mataban. Nosotros éramos más bajitos, más malos y peores en todo, no podíamos ganarles. Pasaron los años, se mantuvo el mismo grupo de enanos y, en un momento, pudimos ganarles. Creo que se entrena, se convive con eso.

   -Esa fortaleza te llevó a desafiar a los más grandes, inclusive a DeAndre Jordan, foto que quedó inmortalizada. ¿Adentro de la cancha te olvidás de tu altura y te transformás?

   -Me olvido de que soy más bajo (1m79) que los demás. Incluso, hay partidos que no miro al rival durante la entrada en calor y directamente lo hago cuando estamos por empezar. Es una manera de concentrarme. Pienso que si veo que la vuelcan para atrás y todo eso...

   -Te intimida.

   -Claro. O me pongo a pensar... Entonces, así no pienso nada, me concentro en lo mío y hago mi entrada en calor.

   -¿Y, a veces, aún sabiendo que son mejores, o para vos una vez que entrás ningún rival es superior?

   -No, sé que hay jugadores mucho mejores.

   -¿Eso te motiva?

   -Sí, me motiva para competir, para tratar de estar a la altura. Me pasaba cuando jugaba contra Real Madrid, que quería estar a la altura y competirles a Sergio Llull o Lucas Doncic, que eran los bases. Sé que son tremendos jugadores, aunque no me gusta decir que son mejores que yo, porque tengo orgullo.

   -¿Todo eso que te brota también lo trasladás afuera de la cancha?

   -No. De hecho, armo quilombo y cuando salgo trato de esquivarle, je.

Cuenta pendiente: "Me picó el bichito de terminar el colegio"

   -¿Cuándo consideraste que podías ser jugador profesional?

   -Creo que en mi primer año de Liga. Me fui a los 15 años de Córdoba a Mar del Plata. Quería jugar al básquet, aunque no veía que iba a jugar la Liga Nacional.

   -¿Por tus condiciones o porque no lo tenías como objetivo?

   -No lo tenía como objetivo. Quería jugar al básquet y me encantaba, pero no más que eso. Cuando empecé a tener roce con la Liga, quería tener los mismos minutos que Tato Rodríguez y quería jugar como (Lucas) Picarelli... Empecé a competir con mis compañeros de mi posición y ahí me di cuenta que quería eso.

   -Cuando te pasó, ¿lo acompañaste con lo que hablabas antes de los cuidados y demás? Porque estabas en Mar del Plata, una ciudad tentadora.

   -En mi primer año tuve que dejar el colegio, entonces, al no hacer nada a la mañana, me mantenía entrenando fundamentos. No es fácil en una ciudad con muchas tentaciones, pero trataba de estar centrado. Obviamente, vivía mi edad también, no te voy a mentir, pero sabía lo que quería.

   -¿Y el colegio?

   -Cuando llegué en marzo o abril lo perdí y al siguiente empecé, pero quedé libre con las faltas. Dependía de mí levantarme temprano, pero, la verdad, me costaba mucho. Ahora me picó el bichito de terminar el colegio, no sé cuánto me puede servir, pero es una cuenta pendiente con mi madre y conmigo mismo también.

   -Bueno, habla de una madurez.

   -Creo que viene de la mano con lo que te decía antes, hacer las cosas bien afuera del básquet; y lo que sos afuera terminás siendo adentro. Ese orden me ayudó mucho.

Oveja tenía razón, no se comió el brownie

   -¿Te considerás un líder dentro de la Selección?

   -Ehhh... No sé... No todavía... O no... Tenemos a Luis (Scola) y estamos tratando de aprovechar que somos liderados por él. Pienso que, muchos de los que vienen ahora, nos ven tanto a Nico (Laprovíttola) como a mí con experiencia. Entonces, trato de aportar la mayor experiencia que el resto en la Selección, pero aún no me considero líder.

   -Tenés bastante tiempo la pelota en la mano. ¿Es por necesidad del equipo o por naturaleza?

   -Creo un poco porque me gusta tener la pelota en la mano. Es algo que estoy trabajando. Muchas veces el base no es siempre el que tiene la pelota en la mano, sino quien hace mejor a sus compañeros. Me cuesta mucho pasar desapercibido, porque me gusta tener la pelota en la mano y generar desde el pick and roll o desde el ataque rápido.

   -¿Te puede favorecer la vuelta a Real Madrid para dar el salto de calidad a partir de estar mejor rodeado?

   -Sí. Creo que Real Madrid me va a ayudar para dar el salto de calidad. Ahora, la Selección me está ayudando para ese salto, porque hay jugadores de mucho talento para poder largar la bola y que generen ellos. Igual, no quiero obsesionarme y perder mi esencia. A medida que pasen los años trataré de ir mejorando un poco más.

   -¿Qué importancia tuvo Oveja en tu carrera?

   -Mucha. Lo tuve cinco temporadas en Peñarol y ahora en la Selección. Es un entrenador que me ayudó mucho también fuera de la cancha, en tener equilibrio, orden... Me aconsejó muchas veces como padre o amigo, no tanto como entrenador y eso lo valoro mucho.

   -El puso como ejemplo, para graficar tu conducta alimentaria, que si estabas 20 horas sin comer y te ponían un brownie adelante respondías: “no gracias”. ¿Es verdad?

   -(Agarra un brownie y lo mira) No merendé, tengo hambre, pero no me llama... Tiene razón, je.