Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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Patovicas: la verdad sobre los controladores de la noche bahiense

Muchos los estigmatizan como personajes violentos. Pero hay historias que marcan lo contrario. En Bahía se ordenó la actividad gracias al gremio que los nuclea.
Ya sindicalizados, en 2012 los controladores organizaron un paro en procura de ordenar su actividad en boliches.

Por Walter Gullaci / [email protected]

Eran tres gurrumines, de no más de 16 años.

Con ellos, como solía manejarse habitualmente Guillermo Affede (hoy de 43), había que dialogar. Persuadirlos. Hacerles entender, con firmeza pero "buenos modales", que ninguno podía ingresar a la bailanta de Olimpo. El "no", claro, era innegociable. Y los pibes lo sabían. Pero...

"¿Ves? ¿Acaaá...? (muestra la dentadura). Estas cinco piezas son postizas. Mientras hablaba con dos de los pibes, el tercero se me apareció por atrás y me partió una botella en la boca. Me arrancó los dientes. Esa fue una de las veces que ligué mal".

Otra ocasión traumática, cuenta este fornido vigilador con pinta de forward de un equipo de rugby neocelandés, fue cuando su humanidad se deslizó por una escalera al intentar detener una batahola dentro del boliche. Cuenta que terminó con el tobillo hecho añicos. "Esa vez me tuvieron que poner cuatro clavos. Fue terrible".

La historia de los patovicas en Bahía Blanca no se condice, precisamente, con esas noticias de tapa donde estos grandotes aparecen como victimarios en conflictos de inusitada violencia.

De hecho, los casos más resonantes tuvieron desenlaces extremos. Pero al revés.

Está el caso de Carlos Castro, patovica por entonces de 30 años, quien sufrió una fractura de cráneo que lo llevó a la muerte luego de que un menor de 17 años le arrojara un adoquín por la cabeza. Fue el 20 de marzo de 2015 a la salida del pub Zouk, en Belgrano 165 (ver aparte).

Dos años antes, el 27 de enero de 2013, en el local bailable Nativo que funcionaba en la sede de Olimpo, el encargado en seguridad Carlos Servidio recibió un balazo en su pierna y nunca fue indemnizado por lo sucedido.

En el medio, hubo y se tejieron algunas historias en las que estos trabajadores de la noche se extralimitaron en su función de controladores.

Por ejemplo Joaquín, hoy de 23 años, cuenta que hace dos debió lidiar con la irascibilidad de uno de ellos.

“Se sacó por nada. Me dijo que por el derecho de admisión yo no podía ingresar al boliche (ubicado en Fuerte Argentino) y le pregunté simplemente por qué. Con un chasquido de dedos me dijo `tomatela', a lo que yo, con respeto, le volví a preguntar por qué no me dejaba pasar. Si era por mi condición de `negrito'. Y ahí me pegó un empujón, me zamarreó y me insultó. `Te voy a romper todo. Rajá'. Hasta hoy sigo indignado”.

Diferente fue el caso que comenta Daniel, de 38.

“Entramos con mi mujer a un pub de Fuerte Argentino y, de pronto, uno de estos muchachos se pasó de vivo con ella. La tomó de un brazo como invitándola no se a qué... Se le hizo el `langa'. Se lo dije y reaccionó muy mal, con violencia. Si no fuera por otro patovica que tranqulizó la situación, hubiera pasado cualquier cosa allí adentro”.

* * *

Guillermo Affede, aquel patovica de "mil batallas" hoy pasa sus noches como sereno en el complejo que Empleados de Comercio posee en Rodrìguez 60.

"¿Para qué más?", se pregunta. Y la respuesta bien se puede buscar en aquellas dos situaciones traumáticas que protagonizó. Que se proyectan en tantísimas otras que surgen hasta risueñas.

"Las peores son las mujeres. Son más complicadas para manejar. Una vez se apareció una con un palo de amasar y me exigía que la deje pasar al boliche para ir a buscar a su marido. `Vos dejame que le rompo la cabeza y listo', me decía. No había forma de pararla".

Pero nada se parece, asegura, a tener que lidiar con los menores alcoholizados.

"El chico se saca fácil. Y si está alcoholizado o en algún caso drogado se pone casi inmanejable. Tratamos de persuadirlo, de hablarle hasta que entre en razón".

El tema de la “fama” que los patovicas ostentan, amerita un párrafo aparte.

"Cuando la gente se entera de algún exabrupto de un patovica, nostotros ya nos tuvimos que comer una cantidad de situaciones agresivas de todo tipo. Es así".

Un tema extra tiene que ver con algunas propuestas, digamos, indecentes. Que nunca faltan.

"Una vez una mujer me preguntó si podía intimidar a su marido infiel. De locos".

* * *

El problema suele aparecer cuando el vigilador no posee la capacidad suficiente para ejercer dicha tarea. Y en ese sentido, lo psicológico juega un papel trascendental.

Es una obligación del “controlador” hacer cumplir las condiciones de seguridad y, en caso de ser necesario, asistir a quien se encuentre con dificultades físicas.

De hecho, mañana arrancará en avenida Colón la cuarta temporada de los cursos que estos trabajadores deben desarrollar, de alrededor de tres meses y medio, mediante el Centro de Formación Profesional Nº 420.

Allí, primeros auxilios, aspectos legales, seguridad e higiene, defensa personal y psicología son materias cuidadosamente contempladas.

A partir de la tragedia de Cromagnon, según Affede, todo adquirió visos de mayor seriedad. Y quizás ese sea uno de los pocos aspectos positivos que dejó la tragedia del 30 de diciembre de 2004, con un saldo de 194 muertos.

Pero a la hora de dignificar el oficio de "controlador", la sindicalización de estos trabajadores, desde 2011 a nivel local, fue clave. Así obtuvieron vacaciones, pago doble en los feriados, aguinaldo y bonos extras los fines de año.

Otro paso adelante se logró a partir del Registro Público Provincial de Personal de Control de Admisión y Permanencia. Indica que no podrán desarrollar tareas personas que estén enrolados en fuerzas de seguridad pública (Fuerzas Armadas, policiales o del Servicio Penitenciario) u organismos de inteligencia.

En suma, el espacio laboral no se restringe y se optimiza.

Hoy, el gremio que los nuclea hasta piensa en ofrecer charlas a los chicos para que sepan cómo manejarse debidamente en la noche.

Ponerlos a cubierto de tantos riesgos que andan dando vuelta.

Con el objetivo que entiendan que la diversión no pasa por los excesos.

Como debe ser.

En los boliches
Un vigilador por cada 80 asistentes

Los bolicheros deben asegurar que se cuente con la cantidad mínima de controladores establecida de acuerdo al número de asistentes al lugar: cada 80 personas presentes al mismo tiempo, debe haber al menos un controlador. Cuando haya más de 200 personas presentes debe haber dos, de los cuales uno debe ser controlador especializado; mientras quecuando haya más de 400, debe haber como mínimo cinco, de los cuales uno debe ser técnico en control de admisión y permanencia.

En la administración de Daniel Scioli como gobernador se reglamentó la Ley Provincial Nº 13.964 -adhirió a la Ley Nacional 26.370- que establece las reglas de habilitación para el personal de control de admisión y permanencia de público, conocidos comúnmente como “patovicas”.

Contar con el certificado de antecedentes penales y reincidencia, es requisito para ser “controlador”.

Además, obtener un certificado de aptitud psicológica otorgado por autoridad pública o entidad reconocida por el ministerio de Salud.

También aprobar el curso de formación Técnico Profesional, cuya capacitación estará orientada en técnicas no violentas de resolución de conflictos.

El personal que desee integrar la actividad deberá ser empleado bajo relación de dependencia laboral directa de la persona o empresa titular del lugar de entretenimiento.