Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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La polinización aumenta los rindes de más del 70% de los cultivos

La Argentina es reconocida como uno de los siete centros del mundo con mayor diversidad de abejas.
Sin agentes polinizadores, sobre todo abejas, caería la producción de alimentos a escala mundial. / Foto: Pablo Presti-La Nueva.

   Según estimaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), al ponderar el impacto del servicio ambiental sobre las producciones agronómicas en el país, la polinización aumenta los rindes de más del 70% de los cultivos.

   Ocurre que, a medida que las abejas transfieren el polen de flor en flor, desde los órganos masculinos a los femeninos logran la fecundación de los óvulos y permiten que las plantas formen semillas y frutos.

   Así, las abejas potencian la producción de una gran cantidad de alimentos como manzanas, peras, cítricos, almendras, arándanos, hortalizas, girasoles y muchos otros cultivos.

   De hecho, diferentes investigaciones realizadas en el mundo y ensayos llevados adelante por especialistas del INTA en la Argentina reafirman las estadísticas globales e indican que más del 70% de los cultivos, en promedio, depende de la polinización para aumentar los rendimientos.

   "Sin los agentes polinizadores, sobre todo las abejas que son los principales, caería mucho la producción de alimentos a escala mundial", reflexionó Gerardo Gennari, veterinario del INTA Famaillá (Tucumán) y coordinador de un proyecto específico sobre la temática en el marco del Programa Nacional Apícola del instituto, Proapi.

   En el mundo, se conocen alrededor de 20.000 especies, mientras que en la Argentina se han identificado unas 1.100 clases de abejas silvestres, reunidas en cinco familias: Colletidae, Andrenidae, Halictidae, Megachilidae y Apidae.

   “En nuestro país, la apifauna se caracteriza por una alta diversidad, en especial en las regiones áridas y semiáridas, y es reconocido como uno de los siete centros del mundo con mayor diversidad de abejas", amplió Gennari.

   Cada vez que una abeja visita una planta silvestre o cultivada (dependiente de la polinización entomófila), ambos interactúan y esto redunda en beneficio mutuo: el insecto consigue su sustento --polen y néctar-- y la planta, la posibilidad concreta de multiplicarse, algo que no podría hacer por sus propios mecanismos naturales o le resultaría difícil.

   "El polen representa la parte masculina de la flor y, cuando la abeja lo traslada de flor en flor, permite la fecundación de los óvulos que, luego, producen semillas y frutos", explicó.

   Sostuvo que "hay especies vegetales que son incompatibles para fecundarse a sí mismas o les implica un proceso complejo" ya que, por ejemplo, los almendros dependen en más de un 90% de la polinización por insectos, mientras que en cítricos varía entre 10 y 30%.

   "Siempre que haya insectos, es mucho más efectivo el proceso de polinización y significa un impacto positivo en la producción", señaló Gennari.

   Un caso son "semilleros de girasol", donde "se utiliza la polinización con abejas para hacer el cruzamiento entre líneas y lograr la obtención de híbridos", ejemplificó. (NA).