Bahía Blanca | Sabado, 06 de septiembre

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Perros en el hospital: cuando el juego y la terapia entran en cuatro patas

Cada viernes, el equipo de la Asociación Bahiense de Terapia Asistida con Perros visita a niños internados en el Municipal y los alienta a recuperar la sonrisa.
Fotos: Facundo Morales-La Nueva.

Anahí González

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A ningún chico le gustan las agujas, ni tener que pasar sus días en la cama, aburrido, dolorido y lejos de casa. Algunos deben enfrentar el miedo a volver a caminar luego de una cirugía o superar internaciones traumáticas después de un accidente o enfermedad.

El niño sabe que por la habitación entran y salen enfermeras y doctores que les hacen preguntas, le colocan inyecciones, sueros, vías. Lo que no esperan ¡es ser visitados por perros!

Por eso cuando lo impensado sucede, cuando por la puerta entran esos peludos amigos con ganas de jugar, se produce la maravilla: el hospital, paradójicamente -y necesariamente- por algunas horas se transforma en una fiesta.

Las enfermeras saludan en los pasillos, las familias toman fotos con sus celulares: todos tienen algo para contar. Es una verdadera celebración de la alegría.

Los perros -en este caso, todas hembras- por supuesto, no están solos. Un equipo transdisciplinario compuesto por tres psicólogas y una psicopedagoga, orientan cada intervención. Ellas conforman la Asociación Bahiense de Terapia Asistida con Perros Ahora Juntos y visitan viernes por medio las Sala de Pediatría del Hospital Municipal Leónidas Lucero.

Tras la pregunta de rigor: “¿Podemos entrar a jugar?”, formulada en la entrada de cada habitación las profesionales ingresan a dialogar con los niños y papás y a proponer la interacción e intercambio con los perros. Llevan cajas con pelotas, aros, pelucas y algo esencial: vocación.

Las caras de los chicos cuando ven a los perros y los acarician no tiene explicación. Los relaja, les cambia el ánimo, el día.

Las intervenciones son lúdicas y también terapéuticas. Sin embargo, los chicos no lo notan. Ellos solo ven que hay perros para jugar ¡cómo el que tienen en casa o el de la abuela o el vecino!

Nara, Tita, Lola, Bianca y Kali, labradoras especialmente adiestradas para esta actividad, con su simple mover la cola y “darles besos” los invitan a pensar que el hospital, después de todo, no es un lugar tan feo.

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El proyecto

El proyecto Perros en el Hospital de la Asociación Bahiense de Terapia Asistida con Perros Ahora Juntos, que realiza sus intervenciones en la Sala de Pediatría del Hospital Municipal, es la primera y única experiencia de este tipo en el país.

Nació hacia fines del 2011, a instancias de la licenciada en Psicología, Sonia Colisnechenko, quien trabajaba desde hacía varios años junto con su perra Nara en su consultorio particular.

El entusiasmo por replicar esta experiencia en el ámbito público motivó a la conformación de un equipo psicoterapéutico -que trabaja ad honorem- conformado por las licenciadas en Psicología Sonia Colisnechenko, Carina Martínez y María Laura Viñuela y la licenciada en Psicopedagogía, Florencia Chiaravelli.

La entrada con animales a un hospital requiere de un protocolo especial con aspectos sanitarios a respetar.

“En 2011 nos enteramos de que iniciaba la experiencia en el hospital San Juan de Dios, en Barcelona, por la fundación Ctac, con quienes habíamos compartido un seminario”, contó Colisnechenko.

Con este antecedente y con muchas dudas de que el proyecto fuera bien recibido -o por lo menos tomado con seriedad- contactaron al entonces secretario de Salud, Dr. Diego Palomo.

“Para nuestra sorpresa se fascinó con la propuesta y organizó un espacio de información para médicos, residentes y enfermeros, donde pudimos explicar la propuesta, mostrar videos y responder cada duda”, contó.

La iniciativa se llevó a cabo por dos años (en 2012 y 2013) durante los cuales el equipo -entonces también integrado por un técnico en adiestramiento de perros de terapia, Gastón Campos- trabajó con esfuerzo y pasión en el logro de sus metas.

La actividad, sostenida económicamente a pulmón por las profesionales -quienes donan un día de su actividad privada- debió interrumpirse y no se retomó hasta abril de este año.

La experiencia

“La Nueva.” se sumó a la recorrida de las profesionales de Ahora Juntos por las habitaciones.

En la primera estaba Nahuel, de 4 años, con Síndrome de West, una encefalopatía epiléptica que le produce espasmos y retraso psicomotor, entre otras alteraciones.

Dormía junto a su muñeco Conejín cuando las perras interactuaron con él. Aún en el sopor del sueño respondió a los estímulos y esbozó una sonrisa cuando la mano guía de la terapeuta colocó la suya, chiquita, sobre la cabeza del animal. Una suave invitación a despertar. La abuela despidió al equipo con un “Que Dios las bendiga”.

Gabriel tuvo un accidente doméstico y sufrió quemaduras en gran parte de su cuerpo por lo que luego recibió injertos. Su alegría era contagiosa. Es más, no quería que los perros se fueran.

José, de 13 años, con un retraso madurativo, perdió a su papá y mamá. Estaba acompañado por un voluntario de una iglesia local. Festejó con aplausos cada pequeño logro, como quitarle un juguete a las perras. La visita de Lola, Bianca y Kali, acaso haya sido lo mejor que le pasó en el día.

Bruno, de 13 años, operado de peritonitis hace dos años sufría frecuentes molestias abdominales. Hizo a un lado el dolor de panza y jugó con una sonrisa enorme.

Dejan huella

Marcela Pirchio, mamá de Thomás, quien en abril estuvo internado en el Municipal, todavía se emociona cuando recuerda la experiencia.

“Thomy estuvo 10 días internado muy grave por su asma. Estaba con oxígeno, suero y medicación. Todo muy feo para sus 7 añitos”, contó.

“Él tenía mucho miedo a las inyecciones y a que le pongan una vía. La interacción con los perros fue algo mágico”, relató.

Ese día, junto al equipo, jugaron a que Thomy era el doctor de los perros, a ponerle inyecciones y a revisarlos. Al día siguiente el niño cambió totalmente su postura. Perdió el miedo.

“Entendió que todo lo que hacían era por su bien y su pronta recuperación”, dijo.

¿Cuál es el aporte?

Las integrantes del equipo contaron a “La Nueva.” acerca de los beneficios que tiene la interacción entre el niño y los perros debidamente adiestrados para esta función y con la adecuada intervención del profesional implicado.

“Una aguja puede ser menos dolorosa o puede causar menos miedo o ser menos amenazante si al momento en que le ponen la inyección el chico puede acariciar al perro o contarle un cuento”, expresó la licenciada María Laura Viñuela.

“Un dolor de panza puede ser olvidado cuando entra la perra a la habitación y le proponemos al niño algún tipo de juego. Nos proponemos es que deje el padecimiento físico a un lado y que prime en su lugar el vínculo que establece con el perro”, explicó.

El perro, a su vez, viene del afuera y significa para el niño algo totalmente opuesto en comparación de las enfermeras y médicos que -por su propias funciones- suelen causar en él sentimientos displacenteros.

“El perro viene a proponerle algo del afuera, algo del orden del juego y de la diversión”, indicó.

Sonia Colisnechenko, por su parte, destacó que el vínculo con los animales disminuye la ansiedad en los niños y sus padres y ayuda a crear una impronta menos dramática de su paso por el hospital.

“Al estar más distendidos y jugando, relatan situaciones valiosas al diagnóstico y a las orientaciones del equipo de salud del hospital. Están más abiertos al diálogo”, dijo.

La licenciada Carina Martínez aportó su mirada sobre la actividad.

“Para estar en el hospital el niño es separado de su familia, de sus amigos, del jardín o de la escuela. Las prácticas, por menores que sean, como la colocación de un suero, son invasivas. La presencia del perro lo devuelve al ambiente familiar”", indicó.

“Algunas veces se necesita una práctica en particular, como el caso de chiquitos sometidos a una cirugía que no se animan a caminar o adolescentes que ingresan por alguna cuestión más grave, como preadolescentes con intento de suicidio, niñas con anorexia o niños que no pueden acceder a la palabra”, comentó.

Hay equipo

Con el sueño de constituir una asociación de profesionales Sonia Colisnechenko convocó profesionales de las distintas disciplinas de la salud infantil.

“A la primera profesional a quien le transmití la loca idea de preparar perros para modelos terapéuticos fue a la licenciada en Psicopedagogía Florencia Chiaravalli, a quien conocía desde hacía mucho tiempo por su trabajo en la Municipalidad y a quien reconozco idoneidad profesional y el ser una gran persona, cálida y afectuosa en su intervención”, dijo.

A su lado, transitó los primeros pasos de esta metodología que en nuestro país lleva pocos años de desarrollo aunque en el mundo es cada vez más reconocida científicamente. Luego se sumó la licenciada Carina Martínez, por su valiosa mirada respecto de los beneficios que los perros aportan a la salud, con especialización y experiencia en trabajo con niños y equipos interdisciplinarios.

Finalmente, se incluyó a la licenciada en psicología, María Laura Viñuela, por su interés por aunar su vocación con el amor por los perros y su formación como técnico en la educación y adiestramiento de perros de terapia.

El equipo agradeció a la Jefa de internación del Hospital, doctora Angélica Nigro y al personal de Salud -enfermeras, residentes- y de limpieza, por su apoyo y participación. Señalaron la colaboración desinteresada del médico veterinario Dr. Fernando San Juan, por sus sugerencias respecto al cuidado de las perras de terapia.

Si bien el Concejo Deliberante les entregó un Reconocimiento Ciudadano, hoy la gran apuesta pasa por obtener algún tipo de ayuda -se realizaron gestiones ante el Municipio que aún no obtuvieron respuesta-para que el proyecto pueda continuar y crecer, ya que desean extenderlo a los abuelos.