Cerca de Venecia: la gran península de Istria, en el Adriático
Por Corina Canale / [email protected]
Las cuevas y grietas milenarias de Pazin, en la costa croata de la península, dispararon la prodigiosa imaginación de Julio Verne, que se inspiró en ellas para escribir su libro "Viaje al centro de la Tierra".
El escritor descendió hacia las entrañas del planeta para conocer esas cavernas que, según una leyenda, fueron la morada de un pueblo de gigantes y que actualmente son muy visitadas por turistas y espeleólogos.
También llegan los escaladores que vienen a desafiar los 1.396 metros del Vojak, el pico más alto del sistema del Ucka, en los 3.476 kilómetros cuadrados de la península.
La ciudad de Rovinj, también en Croacia, era una isla hasta que un itsmo la unió al continente, donde la influencia italiana es muy marcada. No en vano durante 500 años perteneció a la República de Venecia.
En ella abundan las fachadas rojas de la arquitectura veneciana y las calles de piedra y su casco histórico parece el de un cuento de hadas. El contraste natural es el Pantano de Palud, una soberbia reserva de aves.
Rovinj recibe a los forasteros con los alados Leones de San Marcos, símbolo de la Serenísima República de Venecia. Y los deslumbra con la Catedral de Santa Eugenia, cuyo campanario es réplica del Campanille de la veneciana Basílica de San Marcos, y con la Iglesia de Santa María de las Rocas, que exhibe frescos del último gótico,entre ellos Danza de la Muerte.
Sus comidas y aromas son de Italia y la gente del condado istriano de Croacia es bilingüe, como también parte de la istria eslovena. Los tres países mantienen una tradición de tolerancia mutua y una fuerte identidad.
La "pequeña Italia" peninsular es la ciudad de Muggia, comuna de la provincia italiana de Trieste, un pueblo de pescadores al que se llega por carretera o por barco. Alrededor de la Piazza Marconi se encuentran los bares y sus famosas pizzerías.
Muggia tiene playas y mucha calma, que se disipa al llegar el "Carnaval de Muja", que recrea el glamour de la gran fiesta pagana de Venecia. Mientras tanto, su castillo del siglo IX testimonia su pasado romano y medieval.
Muy cerca está Piran, la ciudad amurallada de la Istria eslovena y el monumento urbano cultural mejor conservado. El mundo la conoció por uno de sus célebres hijos, el violinista Giuseppe Tartini.
Pirán mantiene su trazado medieval, con ciertos toques del barroco y sus casas colgadas de las pendientes. San Jorge, su santo patrono, la custodia desde una colina.
Muy cerca está Portoroz, el exclusivo puerto de Eslovenia, que convoca al turismo con las aguas termales que descubrieron los monjes de San Bernardino.
Izola, también en Eslovenia (el país de las 9 mil cuevas) fue en el pasado remoto el asentamiento de los primeros pueblos y actualmente es una villa veraniega que conserva una larga tradición: sus fábricas de conserva.
Pero es en Opatija, la ciudad croata de la Riviera del Adriático, donde se respira el alto estilo de vida que la aristocracia imperial austro-húngara impuso en el pasado.
Esas villas de la "belle époque" son ahora hoteles de lujo, al igual que los faros que se convirtieron en albergues carísimos. Nada raro si se piensa que Istria y la Costa Azul de Francia inventaron el Mediterráneo turístico.
La península tiene un archipiélago de 14 islas, las Brijuni, a las que se llega en ferries. Están rodeadas por acantilados rojos y conservan restos arqueológicos que cuentan la historia y los orígenes de Istria.
El gran secreto de la península son las trufas blancas que crecen bajo la tierra, un hongo raro, caro y muy sabroso, que se busca con una herramienta, la "vadílica", y con perros o cerdos entrenados. Son los que tienen su propio festival en octubre: el Tuberfest.