"Tokio": el jazz, entre cámaras y buenos guiones
El jazz tiene una presencia preponderante en Tokio, no sólo por el club de jazz donde se conocen los protagonistas, sino porque sus personajes se adjudican los nombres ficticios de Nina y Goodman, por la cantante Nina Simone y el clarinetista Benny Goodman.
“Yo tengo una relación entrañable con el jazz –continúa Brandoni–. Si bien yo soy un hombre del tango, porque me crié en un barrio del tango en el sur y mi hermano mayor hacía esa música que me representa, no es menos cierto que cuando entré al colegio secundario me encontré con compañeros que eran muy aficionados al jazz, entre ellos Ernesto Acher, que es un gran músico que formó parte de Les Luthiers, un amigo de toda la vida. Por ellos y algunos amigos del barrio éramos muy aficionados al jazz, asistíamos a las jam sessions, tengo una relación entrañable con el jazz”.
“Hay cuartetos que tocaron con nosotros -añade-, son músicos cordobeses que me dio gusto que tocaran en los ensayos, en las tomas. Es bueno volver a escuchar esa música sin amplificación, es una caricia a los oídos frente a tantos decibeles que siento que me agreden”.
“Con Graciela habíamos hecho una película hace años (Sola, 1978, de Raúl de la Torre). Hicimos un capítulo de El hombre de tu vida, la serie de Campanella, que fue precioso. Nos une un afecto de años, a esta altura de la vida hacer una película juntos fue un gustazo”, concluye.
Fuera de Buenos Aires
“Estoy contenta de trabajar con “Beto” Brandoni. La película se iba a llamar Dos extraños, pero se llama Tokio, y me encanta el nombre. Las películas que llevan Tokio en el título me han encantado. Perdidos en Tokio es preciosa”, deriva Borges.
“Me puso contenta filmar en Córdoba. Yo he vivido en Córdoba, he estado muchos años cuando estuve tuberculosa, a mis 16 años, cuando hice Zafra. Tuve un broncoespasmo muy grande, estuve muy mal y me fui allá. Además cuando era chica iba mucho a La Falda”, recuerda.
“Hacer la película allá implica estar mucho tiempo lejos de mi hijo, mi nieta, mi nuera, mis amigas, los extrañé. Resistí en el alma estar un poco lejos de Buenos Aires, pero hay tanta convulsión, autos, ruidos, filmar sería imposible. Allá fue lindísimo hacerlo”.
Por su parte, Gutiérrez asegura que "Tokio suma otro peldaño al cine regional, en este caso en torno a la producción".
"Hubo que buscar las huellas del cine cordobés en la narrativa, pero también encontrar nuestro lugar en torno a las formas de producción. Es un esfuerzo muy grande llevado a cabo por muchos chicos que están aprendiendo un montón”, puntualizó, en referencia a los técnicos cordobeses implicados en la película.