Bahía Blanca | Lunes, 29 de abril

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La dolorosa retirada de Cristina Kirchner

Escribe Ernesto Behrensen

La retirada del poder es, para muchos políticos, un proceso doloroso. Hoy, tienen el control de todo: asesores, choferes, aviones, secretarios, dinero; mañana, pasan a ser ciudadanos comunes, aunque tengan millones de dólares. El caso de la presidente Cristina Fernández de Kirchner no escapa a las generales de la Ley.

Tras doce años en el poder, ocho de los cuales pasó en lo más alto, como jefa del Estado, ahora ella afronta el desafío de quedar en el llano. No habrá cadenas nacionales, discursos con teleconferencias, aplausos digitados, ni locutoras ni balcones militantes; no habrá filas de gobernadores, intendentes, legisladores, funcionarios, empresarios, sindicalistas y dirigentes sociales pidiéndole que les conceda algo.

No tendrá el poder de definir quién es bueno y quién es malo. O cuál es la Verdad. No tendrá medios de comunicación que repitan sus ideas como si fueran Palabra Santa. No podrá decirles a "los cuarenta millones de argentinos" que un abuelo es "amarrete" por querer comprarle 10 dólares a su nieto para su cumpleaños, pese a que su esposo sí pudo hacerlo, pero con la cifra de dos millones para adquirir un hotel.

Volverá a El Calafate y alternará su residencia con la ciudad de Buenos Aires.

El discurso de hoy, donde se escucharon sus primeras palabras desde que Mauricio Macri se convirtió en su sucesor, evidenció su principal preocupación: cómo la evaluará la Historia.

Ella cree que se verá su gestión como un hito. El tiempo dirá si es así o si le ocurrirá como a Carlos Menem, quien pasó de ser "rubio y de ojos azules" a representante de todos los males.

La presidenta convocó a su sucesor a la residencia de Olivos, adonde Macri concurrió el martes. Allí, fiel a su estilo, Cristina no permitió el acceso a la prensa ni autorizó fotografías oficiales. Pero, además, se permitió prohibirle hablar dentro de la residencia con los periodistas. Es su facultad, sin duda. Por lo menos hasta dentro de dos semanas.

La Argentina vivió varias transiciones presidenciales, alguna de ellas en contextos claramente más complicados que los actuales. Ninguna se transitó con el desdén de ésta.

Con la misma desfachatez que Aníbal Fernández, la presidenta intentó minimizar el resultado del balotaje al afirmar que la diferencia "fue muy escasa, muy chiquita". Ese escaso margen, sin embargo, termina con doce años de un gobierno que, con sus aciertos y sus errores, generó una división en la sociedad.

Cristina Fernández de Kirchner no tendrá el poder a partir del 10 de diciembre, pero lo que sí conservará, como a lo largo de sus ocho años de gobierno, es un enemigo a quien enfrentar.