Los tiempos violentos con mirada argentina
Las diversas reacciones que una persona puede tener cuando es arrinconada y llevada al extremo de sus límites psicológicos, morales y sociales son el tema que Damián Szifrón desarrolla en Relatos salvajes, que llegó este jueves a las salas locales.
En seis historias breves, Ricardo Darín, Oscar Martínez, Leonardo Sbaraglia, Rita Cortese, Erica Rivas y Julieta Zylberberg interpretan a seres de distinta condición social que son expuestos a diversos modos de violencia social en un grado tan alto que su forma de ver y pensar el mundo, sus creencias éticas, se derrumban y pierden sentido.
“La invitación que le hago al espectador es abandonarse a esa pérdida de los estribos e ir más allá, aventurarse hacia el deseo y el impulso más primitivo”, afirmó Szifrón, quien compitió por la Palma de Oro en el último Festival de Cannes, y que también se preguntó: “¿Qué pasaría en la realidad si alguien rompiera esos límites?”.
El director aseguró que “uno se reprime como ciudadano muchas veces por día. Estamos midiendo las consecuencias de cada uno de nuestros actos, calculando sus consecuencias. La vida de la gente en sociedad no es en libertad, sino muy controlada, y por eso está la fantasía de perder el control y responder a las cosas que nos ocurren.
“Cuando escribía la película no me cuestioné mucho la polémica que podría generar sobre la violencia por mano propia. No tuve tiempo de cuestionarme eso, pero desde ya la película no tiene ninguna intención de ser una apología de la violencia por mano propia”.
Después de recibir una denuncia por incitación a la violencia a causa de sus dichos en un programa de televisión, Szifrón sostuvo que, a su criterio, “la desigualdad es inherente al sistema que rige la vida de las personas en el mundo. Es estructural y necesaria, no casual. Y la delincuencia financiera y gubernamental contribuye a aumentarla. Por eso, la inseguridad es fruto de esa desigualdad.
“En la vida, frente a las injusticias, uno le tiene miedo a lo que le puede pasar si empezara a obrar del modo en que realmente piensa que debería hacerlo. Esta sociedad que tenemos hoy nos distorsiona tanto como seres humanos que uno se arma un personaje para poder lidiar con la realidad. Requiere mucho coraje poder ser uno mismo y ser tal cual querés ser”, advirtió.
Para el director de El fondo del mar y Tiempo de valientes, “la cultura te pone rejas en las que vivís encerrado dentro tuyo. Sin embargo, por suerte, siento que cada vez más soy quien realmente quiero ser. Este último tiempo descubrí que si hay algún tipo de felicidad, esa pasa por bajar un poco los defensas y ser verdaderamente uno mismo.
“Alguna vez la grúa me llevó el auto o presencié tensiones en un casamiento. Este tipo de imágenes están en mi memoria, pero la verdad que la película está más dominada por la fantasía y la imaginación que por la realidad. Todo el proceso estuvo dominado por el placer y la libertad. Y el juego era no tener límites a la hora de imaginar”, añadió Szifrón.
Civilización y barbarie
Durante su espectacular presencia en la competencia oficial del último Cannes, “Le Figaro” consideró a Relatos salvajes más o menos una obra maestra. El público de la primera función de prensa en Cannes festejó el tono desafiante de la propuesta, para algunos inimaginable en el festival por su humor corrosivo, su violencia sangrienta, su estructura episódica con un tema en común, y por las referencias tanto de los filmes italianos de la década del 60 o de otros más modernos, como Tiempos violentos, de Quentin Tarantino. Además, el joven cineasta, recibió un premio a su --hasta ahora-- corta trayectoria por parte de sus colegas de la Asociación de Directores Cinematográficos.
"La película pone a sus personajes en el límite entre civilización y barbarie", afirmó Oscar Martínez, quien compone a un empresario millonario que entra en un peligroso juego de mentiras y extorsiones, que puede destruir todo lo que construyó en su vida, cuando su único hijo atropella a una mujer embarazada, la mata y luego huye y se oculta en la mansión familiar.
"Uno sabe como padre que no hay dolor más grande que perder un hijo. El amor por el hijo es incondicional y uno puede dar la vida por él. Por eso entiendo perfectamente al personaje. No soy violento, pero sí le temo a la violencia latente que puede haber en mí. La película habla de eso. De seres cuyas circunstancias los ponen al límite y los obligan a hacer las cosas que hacen", explicó Martínez.
Rita Cortese contó que a su personaje "le resultaba muy violenta la sociedad y por eso prefiere cometer un acto extremo y así poder estar encerrada. Ella es más feliz en la cárcel, porque siente que la comunidad carcelaria es un verdadero hogar y, ante la primera oportunidad que tiene, comete un crimen para regresar a prisión".
Para la actriz, que compone con crudeza a una cocinera de un parador de mala muerte al costado de una ruta, "en esta sociedad que genera tanta violencia a lo mejor, esta nueva película de Szifrón ayuda a tomar conciencia especialmente a aquellas personas que maltratan a otras, para que vean lo que puede provocar su maltrato".
"Lo políticamente incorrecto puede ser leído en la película y a lo mejor ayuda a cambiar las cosas. Algo se va a abrir a partir de esta película", añadió Julieta Zilberberg, quien actúa en el mismo episodio, encarnando a la compañera de Cortese, una joven e inocente moza que reconoce en su único comensal al hombre desalmado que le arruinó la vida a su familia.
Erica Rivas, quien personifica a una novia que, en plena fiesta de casamiento, emprende una venganza impiadosa contra su marido, recordó que "nunca había hecho algo parecido. Fue maravilloso, y a medida que fuimos ensayando nos dimos cuenta de que merecía otro final y lo fuimos transformando".
Por su parte, Sbaraglia --quien protagoniza uno de los episodios de más violencia explícita de la película-- señaló que "lo que sucede en la pantalla te pone tan incómodo como espectador que no sabés cuál es el lugar donde debés situarte frente a lo que ves".
Tanto Martínez como los otros actores coincidieron en que Szifrón, "sin llegar a ser un outsider, es un transgresor. El llega al rodaje con un nivel de claridad y precisión rotundo y es muy generoso al transmitirlo. Fue permeable a propuestas físicas, pero a la vez tenía todo muy claro".
"Su seguridad era avasallante, pero siempre fue muy cuidadoso. Su guión era realmente magistral, de alguien sumamente sensible e inteligente. Damián buscaba siempre la potencia que requería el relato, pero no a costa de cualquier cosa. Eso es talento", afirmó Cortese.
La bestia interior y el humor negro
María Inés Di Cicco [email protected]
Hay, en Relatos salvajes, una estructura narrativa y una manera de escalar en el tono que recuerda a los primeros tiempos de Quentin Tarantino.
Así lo señaló el jurado de Cannes. Se encuentra, si se quiere, un poco de la irreverencia del Pedro Almodóvar cuando se inventó como Almodóvar, y se volvió firma de un estilo. Dicho sea de paso, el manchego es uno de los productores.
Pero quien rubrica aquí es Damián Szifrón, un director que logra un western de raigambre argentina --pero que bien se aplica a lo universal-- y le agrega un misterio que quiere ser terror, suspenso, y humor carroñero y de altura.
El autor y director, como las referencias a las que se lo somete, también juega con los límites. Su distancia está en transgredirlos sin vejarlos.
El suspenso, de mano de este contador de cuentos, somete al espectador a un tiempo de espera que no lo irrita hasta el malhumor.
La violencia crispa la piel, los vellos, tensa el cuello y puede llegar a la dentadura, pero no hará que duelan las sienes.
La cinta no se mancha
La sangre anunciada en los carteles mancha (a veces, moja), aunque no es de esperar que los borbotones salpiquen la platea y mareas bermellón inunden la sala.
Hay sexo, claro está. Tan honesto y burdo como sucede en su arrebato más real, ése que lo vuelve grotesco a la mirada externa.
¿Para qué estilizar? Si el fin es mostrar a la bestia que la corteza cerebral se empeña en ocultar, pero igual acecha.
Szifrón, en sus relatos, la tienta y provoca. No tiene miedo al hacerlo. Tiene buen gusto. Y sobre todo, humor, del bueno; del que dan ganas de encontrar una vez más.