Bahía Blanca | Miércoles, 01 de mayo

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Orden de culata

Por Mario Minervino

Hace 55 años, en julio de 1959, comenzó en la ciudad un nuevo intento de ordenar el siempre caótico tránsito bahiense.

Exclusivamente aplicable al radio céntrico, la reglamentación incluía dos modificaciones sustanciales: reubicar las paradas de los ómnibus cada dos cuadras y establecer el estacionamiento “de culata” en la Plaza Rivadavia.

El primer día de aplicación de las medidas, el resultado fue halagador, “siendo de destacar -indicó “La Nueva Provincia”- la decidida colaboración de los pasajeros y empresarios de las compañías de ómnibus”.

La comuna, solidaria, dispuso que su cuerpo de inspectores recorriera el centro, “con la finalidad de asesorar a las personas confundidas o desorientadas”, según explicó Héctor Vivona, jefe de tránsito.

Las nuevas paradas de los micros se indicaron con novedosos postes. Consultado Vivona sobre la conveniencia de llevar esas paradas fuera del radio céntrico, rechazó la idea con un argumento tan contundente como definitivo: “¿Sabe usted -dijo- lo que cuesta cada poste indicador? Para hacerlo, necesitaríamos una suma astronómica de dinero, con el riesgo de que el personal municipal se quedara sin cobrar...”.

El estacionamiento de cola también encontró buena respuesta. “Ayer -graficó “La Nueva Provincia”-, cuando el centro destacaba la imponencia de su ritmo de metrópoli, el paseante pudo advertir la nueva fisonomía de la parte más neurálgica del perímetro urbano”. “¡Igual que en Buenos Aires!”, apuntó un vecino. “Ahora sí podré pintar mi auto sin temor”, agregó otro.

El entusiasmo era justificado. Paradas cada dos cuadras y autos estacionados a 45 grados frente a la plaza.

A fin de cuentas, ¿qué otra medida podía hacer falta para ordenar el anárquico tránsito bahiense?