Un problema que espera solución
Muchas veces, la solución a problemas comunes parece tan emparentada con el sentido común que para el común de la gente cuesta entender por qué estos no pueden erradicarse.
El prólogo es para referirme a la falta de intervención de la autoridad municipal que le compete en el resguardo de la seguridad sobre las denominadas “bocas náuticas” en el balneario de Monte Hermoso. Estas nacieron como una iniciativa acertada, pero se convierten cada temporada en un foco de conflicto del que participan pescadores artesanales, deportivos, turistas y vecinos residentes, sin solución a la vista.
Un hecho lamentable ocurrió hace dos semanas en la llamada Bajada de los Pescadores y terminó con un turista hospitalizado luego de una feroz pelea con un pescador, pero problemas similares existen a diario en la bajada de Sauce Grande, la de Villa Caballero y la de “Los caballos”.
Para evitar la crítica facilista procuraré hacer un aporte empezando por repasar cada posición. La de los pescadores artesanales: somos más de 100 lanchas (¿?), toda la vida bajamos en este lugar, en la playa es donde hacemos una diferencia vendiendo pescado fresco, no queremos cambios.
Lo que opinan los vecinos del lugar: nos sentimos con derecho a usar nuestra bajada; no tenemos por qué estar esquivando carros y tractores, corriendo riesgos y sufriendo la contaminación visual. Este lugar no es para los pescadores.
Por último, la de los pescadores deportivos: si la bajada la usan los pescadores artesanales, ¿por qué no la podemos usar nosotros? Las bajadas no están mantenidas, ni señalizadas; los vehículos sin doble tracción deben acelerar para subir y la gente se cruza en el camino porque no hay reglas, la policía vial, bien, gracias.
Parece absurdo abrir una boca náutica para el acceso y salida de embarcaciones del mar, si no se delimita convenientemente la zona para impedir que sea invadida por los bañistas poniendo en peligro su integridad física. Es claro que más temprano que tarde eso termina en conflicto o en un hecho desgraciado.
¿Tan difícil será acordonar una franja de 100 metros de playa, desde la costanera hasta el mar, sin impedir el tránsito, pero evitando las detenciones en esos sectores y manteniendo vigilancia que eduque en lugar de multar?
Para el segundo obstáculo: carros, trailers, tractores y lanchas (trackers) se podría ensayar una solución intermedia: una vez descendidas las embarcaciones los medios de transporte deberían desalojar la playa y estacionarse arriba quedando en el sector un puesto de playa, de medidas estándar acordadas con la administración, con toldo, asientos, mesa de trabajo y recipientes para desechos. El objetivo no cambiaría, la estética mejoraría, y al mismo tiempo disminuirían los riesgos.
Cuando cada lancha arribe con el producto de la pesca, debería descargar en su puesto y abandonar la playa.
Para no aburrir: ¿qué otra postal puede ser más importante para un balneario que se precia de ser el mejor del sur argentino, después de sus playas, que su paseo costero? Ahora, ¿es criterioso que un domingo por la tarde, cuando los veraneantes salen a lucir sus mejores atuendos y se calzan un Ricky Sarkany, se los obligue a desafiar las dunas que se distribuyen sobre la rambla?
Seguramente no sería muy costoso para las arcas municipales armar una sopladora industrial autónoma, montada sobre un pequeño tractor, que recorra la rambla y desaloje la arena, el resto sería fijarla con vegetación.
En fin, sólo se trata de hacer un aporte desde el lugar de un vecino común, que contribuye con sus impuestos y defiende la urbanización de una playa con excelentes condiciones naturales.