Bahía Blanca | Viernes, 04 de julio

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La única salvación es la honestidad

La crisis moral, social, económica, política e institucional que aflige a la Argentina ha llegado a un nivel grave. Creemos que hay solución a partir de un comportamiento honesto. El mundo no lo practica con entusiasmo y la mayoría de los argentinos tampoco, lo cual lleva la situación a un verdadero caos.








 La crisis moral, social, económica, política e institucional que aflige a la Argentina ha llegado a un nivel grave.


 Creemos que hay solución a partir de un comportamiento honesto. El mundo no lo practica con entusiasmo y la mayoría de los argentinos tampoco, lo cual lleva la situación a un verdadero caos.


 Sería utópico un plan que proponga honestidad 100% pero no sería ilógico proponer que todos tratemos día a día de ser más honestos. Con honestidad 100% se acabaría la corrupción, la concentración del poder en una sola persona y, por consiguiente, se volvería a la división de los poderes que marca nuestra Constitución. Con honestidad 100% se acabarían las estadísticas falsas, los delincuentes serían condenados, los jueces dependientes y corruptos serían destituidos, no habría fuerzas del orden vinculadas al narcotráfico, políticos que incrementaran su patrimonio escandalosamente sin poder aportar justificación alguna, y que al mismo tiempo ejercieran los poderes de un país.


 Con honestidad 100% tampoco existirían las prebendas ni el clientelismo político, los sobreprecios para las obras públicas. La honestidad como primera regla y método para vivir mejor, sería el motor para que nuestro país progrese: la Argentina crecería y sería una República. No habría INDEC con índices falaces, no habría ministros que dijeran que la inseguridad es una sensación; tampoco medios oficialistas u opositores, sino medios periodísticos independientes.


 Concluyendo, la única salvación de nuestra Nación es que funcione como República. Para ello se necesitan hombres y mujeres honestos que sean ejemplos como Margarita Barrientos, que da de comer a personas necesitadas, y los padres Pepe Di Paola y Toto de Vedia o la doctora Elisa Carrió. Aquí hay gente honesta que quiere trabajar por el país. Ocurre que hoy la honestidad es vista como algo desactualizado y antiguo. Creemos que es lo contrario: la honestidad es progreso y motor para el crecimiento económico, social, espiritual, moral, constitucional y del buen comportamiento. Es esencial y en mi opinión, lo mejor para el desarrollo humano.


 
Alejandro Olmedo Zumarán



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