Bahía Blanca | Viernes, 26 de abril

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Destino de aviador

Es bahiense. Creció entre los pesqueros que su padre armaba en White y pronto eligió su destino. El 21 de mayo de 1982, durante la guerra del Atlántico Sur, fue uno de los protagonistas del bautismo de fuego de la Tercera Escuadrilla Aeronaval. Aquellos ataques rasantes que sufrió la flota inglesa aún asombran hasta a los mismos invasores imperialistas. Nunca se dio por vencido, ni siquiera cuando, a punto de ser derribado, se eyectó al mar y no se le infló el bote salvavidas. Le dicen Mingo, tiene 73 años y un amigo kelper. (Fotos: Pablo Presti y Juan Corral-LNP)
Destino de aviador. Sociedad. La Nueva. Bahía Blanca

Ingeniero White, 1946.

Un puerto y un avión. El mar, las alturas y los ojos de un niño asombrado que descubre su destino en un instante.

¿Quién será ese piloto?

¿Quién puede saberlo?

El niño sólo sabe lo que quiere ser: piloto. Y que también tendrá que aprender a decidir sobre la vida y la muerte en un instante.
 * * * 

Río Grande, 20 de mayo de 1982.

--Señor, otra vez Ud. con la foto...

--Todos afuera. ¡La foto es una orden! --El capitán Alberto Philippi es tajante en esa abrigada sala de prevuelo, donde se actualiza información sobre las operaciones y el despliegue de los ingleses, cambios meteorológicos y códigos de comunicaciones.

El capitán advierte que la Tercera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque, como muy pocas veces, está en pleno y quiere perpetuar ese instante con la camarita que siempre lleva en su campera de vuelo. Y allí están, sonrientes entre el frío y la lluvia.

No habrá otra vez. * * *

Islas Malvinas, 21 de mayo de 1982.

Seis A-4Q Skyhawk, al mando del comandante Rodolfo Castro Fox, se lanzan a las 10.10 tras la flota inglesa. Participan el capitán Zubizarreta y los tenientes Médici, Benítez, Olmedo y Oliveira. A las 12.10, sin haber localizado blancos, aterrizan en Río Grande.

A las 14.10 despegan dos secciones, una con Philippi al frente y los numerales, tenientes Márquez y Arca: y la restante con Rótolo, Sylvester y Lecour. Tenían 58 minutos de vuelo rasante hasta el estrecho de San Carlos, para atacar portaaviones, buques logísticos y blancos de oportunidad.

La orden para Philippi era neutralizar un buque que con su radar alertaba sobre la presencia de aviones argentinos, pero antes apareció la fragata misilística "Ardent", que había resistido los embates de dos Pucará de la Fuerza Aérea y sobre ella, a las 15.10, cayeron las bombas MK82, de 500 libras cada una. Dos impactaron en la popa.

--¡Harriers... Harrrriers...! --avisa Márquez.

Los A-4Q escapan cuando irrumpe una patrulla aérea inglesa, inadvertida antes porque opera a 10.000 pies de altura. Los aviones argentinos desprenden sus cargas exteriores (tanques suplementarios y lanzador múltiple de bombas), se agilizan y se trenzan en combate.

La aeronave de Márquez explota y la de Arca es seriamente averiada, pero el piloto se eyecta y será rescatado por un helicóptero del Ejército cerca de Puerto Argentino.

Cuando Philippi inicia un giro para constatar el grado de la amenaza, una explosión lo conmueve y pierde el control. Otro Harrier se acerca para rematarlo.

--Me dieron... Estoy bien... ¡Me eyecto! --alcanza a decir desde su A-4Q herido de muerte, a 500 nudos de velocidad (900 kilómetros por hora) y a menos de 1.000 pies del mar, donde la "Ardent" agoniza envuelta en llamas.

Se eyecta, gira vertiginosamente y se desmaya.

Con la cabeza hacia abajo, se recupera y alcanza a oír los aviones que siguen luchando. Caerá en menos de 3 minutos. Infla el chaleco; debajo del asiento saca el bote y tira de la argolla para activar el cilindro de anhídrido carbónico, pero no funciona.

Las aguas están heladas y no hay bote. El capitán empieza a nadar. Tiene unos 500 metros hasta la costa.

Con las explosiones perdurando en la inmensidad (Rótolo y Sylvester prolongan el combate), Philippi llega hasta la Bahía del Rey y a la distancia advierte el buque de la Armada "Río Carcarañá", que estaba vacío. El sol empieza a ponerse y con su cuchillo cava una cueva de zorro. Se duerme pero el frío lo despierta.

A las dos del 22 de mayo, dos luces de Bengala iluminan al "Río Carcarañá" que pronto es bombardeado desde una fragata. Philippi asocia al hecho con una progresión del desembarco y camina hacia el sur.

Camina por tres días. Sobrevive con los chocolates, caramelos y dos botellitas de agua que tenía en su equipo.

--No voy a caer prisionero --se repite a sí mismo.

Por fin, un grupo de vehículos se asoma a lo lejos. El capitán piensa que pueden ser los jeeps argentinos pero son las camionetas Land Rover de seis ganaderos kelpers.

--Quiero volver con mi gente. Si no nos ponemos de acuerdo, ustedes sigan por su lado y yo por el mío.

--No se preocupe --le responde uno de los kelpers, Tony Blake, encargado de la estancia Brazo Norte, quien lo lleva hasta su propia casa.

  Blake cumple y llama por teléfono a Puerto Argentino. Nunca pudo confirmarse si la comunicación fue interceptada por la inteligencia inglesa. Al día siguiente, un helicóptero de la Fuerza Aérea pasa por la estancia y el capitán se va a Darwin.

--Alberto, cuidate. Y esto es para Manfred --le dice Blake, que le regala un camioncito amarillo para el hijo de dos años.

Cada media hora, Darwin sufre ataques ingleses. El 28 de mayo, el capitán es evacuado junto a un grupo de heridos hacia Puerto Argentino y el 29, en un Hércules C-130, vuela con la orden de llegar a Comodoro Rivadavia. Mientras el avión se reabastece de combustible en Río Gallegos, se baja, llega hasta la base de la Armada y un día después, en un avión de la Prefectura, regresa a Río Grande. No ve el instante de reencontrarse con su mujer y sus cuatro hijos.* * *

Bahía Blanca, mayo de 2012.

En su caserón del Palihue, el capitán, de acuerdo con un pacto sellado con su mujer, tiene un espacio donde atesora lo que tiene que ver con las Malvinas. Libros, fotos, el casco que usó siempre con la Cruz de Malta atrás y un águila adelante, un bastón de mando de avión, esquirlas, más fotos y el cuadro que no deja de conmoverlo y que revive aquel ataque a la "Ardent"

"Bomb Alley", San Carlos, 21 de mayo de 1982, lleva la firma de R.G.Smith y es una de las 10 tapas dobles que "Proceedings", la revista oficial del Instituto Naval de Estados Unidos, publicó en 120 años.

"El realismo es impactante. Smith, el más importante marinista norteamericano, reconstruyó el ataque con información que reunió tanto del lado argentino como del inglés", indica Philippi que en los laterales de la obra agregó las firmas de los pilotos que participaron de la Tercera Escuadrilla.

El capitán alude a una frase de Napoleón ("Si quieres saber cómo te fue en la guerra, pregúntales a tus enemigos...") y señala que Pierre Closterman, héroe francés de la Segunda Guerra Mundial, dijo en 1983, en París, que nunca hubo aviadores que afrontaran una conjunción tan terrorífica de obstáculos mortales como los argentinos.

--Los ataques contra la "Ardent" causaron 23 muertos y 70 heridos. ¿Siente culpa?

--No. Mi misión era neutralizar al enemigo e impedir que accionara contra nuestra gente. Tiré las bombas para romper las antenas. Nunca pensé en matar gente.

--Parece una utopía..

--Tuve una orden y la cumplí. Ojalá se hubieran salvado todos.

--¿Revive aquella emergencia en sus sueños?

--Jamás. Sólo he tenido que contar muchas veces la misma historia.

--¿Cómo no desesperarse ante la muerte?

--No tuve tiempo. Afronté el momento con oxígeno puro y con la adrenalina al tope. Ni bien vi la panza del Harrier, supe que me tenía en la mira para derribarme. Es un instante y no hay lugar para el miedo. Estaba muy bien entrenado para sobrevivir y nunca me di por vencido.

--¿Por qué soportó la temperatura de las aguas?

--Tenía un traje antiexposición muy abrigado. Su material permitía la respiración en la cabina del avión. Al mojarse, los tejidos lo volvían impermeable.

--¿Y Tony Blake?

--Un tipazo. Nos hicimos amigos. El, como yo, perdió a su mujer que, en aquella despedida de 1982, me dio un sobre para mi señora. Lo abrimos mucho después, en Río Grande, y encontramos la receta de los escones que tanto me habían gustado en esa merienda que me ofrecieron después de tres días sin alimentos. Tony, que vino a visitarme en 2003, tiene su estancia propia y me invita a las islas.

--¿Aceptará?

--No puedo volver como un turista revoleando la cámara fotográfica. Si voy, por lo menos lo haré en un avión argentino, no en LAN Chile y con una visa inglesa para entrar en mi propia tierra. * * *

Alberto Jorge Philippi tiene 73 años, 5.000 horas de vuelo, 152 enganches en portaaviones y esa batalla contra la flota inglesa que entró en la historia.

Hijo de Rainhold y de Margarethe Zanders, ambos alemanes, nació el 23 de marzo de 1939, en Bahía Blanca, y creció en White, entre las lanchas pesqueras que armaba su padre. Le encantaba ese ambiente. Fue a la Escuela Nº 15, Stella Maris, la patrona del mar, y en 1953 ingresó en la Escuela Industrial para cumplir el curso de técnico aeronáutico, con clases teóricas en Chiclana al 900 y prácticas, en la Base Aeronaval Comandante Espora.

En 1958 comenzó su carrera como piloto. Sus compañeros lo llamaron Mingo, por el parecido con un personaje cómico de la época.

Siria y Líbano fueron los destinos de Philippi, entre 1978 y 1980, como observador de la ONU en el conflicto árabe-israelí. En Naqura, casi milagrosamente pudo sobrevivir a la artillería de facciones libanesas. En su última misión, atravesó el territorio ocupado por guerrilleros árabes para rescatar los cuerpos de dos soldados irlandeses.

Comandante de la Tercera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque y segundo jefe de la Base Aeronaval de Río Grande, durante dos años de desempeñó en el Colegio Interamericano de Defensa, con sede en Estados Unidos.

Graciela Solís, su compañera de camino, murió en 1998. Se casaron en Bahía Blanca y tuvieron cuatro hijos: Alberto Jorge, Verónica, Cristina y Manfred Otto.

Luego de su paso por la comandancia de la Fuerza Aeronaval Nº 1, con asiento en Punta Indio, se retiró en 1994, el mismo año en que se desactivó la Tercera Escuadrilla.

Sus nietos, Martín y Pablo, conocen la historia del admirado abuelo capitán de navío, aunque él nunca se la haya contado.

--¿Qué vas a ser cuando seas grande?

--Aviador naval.

La alianza que el mundo debe soportar

El capitán Philippi levanta la voz para enfatizar que las Malvinas siguen en manos de los ingleses por una "clara actitud imperialista-colonialista" y por la alianza entre Gran Bretaña y Estados Unidos, que el mundo tolera porque no tiene otra alternativa.

"Fabricaron las Naciones Unidas a medida de sus intereses. Y así funciona. Que sólo cinco países (Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos) tengan derecho a veto va contra toda idea democrática", puntualiza.

De sus tiempos en el Colegio Interamericano de Defensa recuerda que entabló amistad con Robert Sheina, un historiador encantado por América Latina y Malvinas en particular.

"Al despedirnos, me regaló La pugna por las Malvinas. Un estudio legal y diplomático de la historia, libro de Julius Göebel, donde, al cabo de 480 páginas que evalúan documentaciones de España, Gran Bretaña y Estados Unidos, en 1927 concluyó que la toma de las islas era una cuestión de poder y de designios imperialistas".

  Si bien en 1982 parecían crecer las posibilidades diplomáticas, Philippi cree que ante un éxito militar argentino, Estados Unidos nunca hubiera permitido que "se les pusiera un dedo en la oreja de los ingleses, quienes jamás cedieron sus colonias por las buenas".

"En momentos en que Estados Unidos y Rusia tienen todo cubierto por satélites, tanto que hasta podrían escuchar lo que estoy diciendo, militarmente no tiene mucho sentido porque el mundo está rodeado de satélites provistos con cargas nucleares y con sus blancos asignados. Y un simple error causaría un horror...".

Aquellos legendarios Halcones

El bautismo de fuego de los monoplaza A-4Q Skyhawk fue en la guerra de Vietnam. En los inicios de los años 70, se sumaron a la Armada Argentina para integrar la Tercera Escuadrilla, en Espora.

"La cabina era tan chiquita que daba la impresión de ser una mochila. Se sentía claustrofobia, pero una vez que el piloto se fogueaba, resultaba cómoda", indica Philippi.

La plana mayor de la escuadrilla en 1982, bajo el mando de Rodolfo Castro Fox, estaba compuesta por los capitanes Philippi y Carlos Zubizaretta, y los tenientes Marcelo Márquez, José Arca, Roberto Sylvester, Alejandro Olmedo, Marco Benítez, Félix Médici, Benito Rótolo, Carlos Oliveira y Carlos Alberto Lecour.

Philippi, Rótolo, Oliveira y Arca tenían otros destinos al estallar la guerra, pero decidieron reintegrarse a la escuadrilla como adscriptos.

Arca, que se eyectó tras el ataque a la "Ardent", sufrió la fractura de un brazo. Márquez y Zubizarreta perdieron la vida en otras misiones.

Castro Fox, cordobés, reside en Bahía Blanca, donde nacieron sus hijos.

La fuerza aeronaval hundió dos fragatas ("Ardent" y "Antelope", ésta última junto a la Fuerza Aérea), un destructor ("Sheffield") y un buque de transporte ("Atlantic Conveyor"). También averió el portaaviones "Invincible".Angel Montes, la historia sin intermediarios

El abrazo mezcla admiración y gratitud. Angel Montes y Philippi vuelven a verse en Espora y caminan por el hangar del Museo Aeronaval, donde reposa uno de los pájaros de acero de aquel bautismo de fuego, el 3A-302.

"Montes es un baluarte", repite el capitán, que lo conoció siendo teniente de navío.

"Cuando llegué al nido de los Halcones, en 1974, cumplí mi sueño de pibe", dice el cabo principal nacido en Santa Fe hace 59 años y que, como muchos de sus amigos de la infancia, se incorporó a la Armada en 1969, en Zárate, donde fue abanderado de su promoción.

"Owen Guillermo Crippa, que es de mis pagos, con un avión de entrenamiento tuvo el coraje de dejar fuera de combate a una corbeta inglesa. Algo único", dice entusiasmado.

La de Montes es otra de las historias de esfuerzo y perseverancia que identifican a tantos argentinos del interior. En su caso, tras capacitarse como mecánico de avión, navegar y perfeccionarse en Puerto Belgrano, llegó a Espora para sumarse a la Tercera Escuadrilla. En forma paralela, y de noche, completó el secundario en la Escuela Antártida Argentina, todavía situada frente a la plaza Rivadavia.

En 1982, embarcó en el portaaviones "25 de Mayo". Luego fue destinado a Río Grande.

"Mi rol era el de instrumental electricista con especialidad en armas. Fui parte de un conjunto donde todos hicimos de todo. Guardo vivamente las emociones de aquel 21 de mayo, compartidas con los pilotos. Muchos de ellos eran como padres y hermanos mayores para mí".

Montes, que pidió la baja en 1985, vive en Bahía Blanca, formó su familia y aquí nacieron sus dos hijos. Con uno de ellos trabaja. También ofrece charlas en las escuelas porque se ha propuesto contar la historia sin intermediarios.(Fotos: Pablo Presti y Juan Corral-LNP)