María Elena Walsh, esa juglaresa y palabrera
Hace 82 años, el 1 de febrero de 1930, nacía en Ramos Mejía, un pueblo cercano a la Capital Federal, María Elena Walsh.
Caserón grande, con patio, gallinero, rosales, gatos, limoneros y naranjos y una higuera con ramas gordas muy cómodas, donde la chica rubia y pecosa, hija de "un irlandés del ferrocarril", leía a la hora de la siesta.
Por entonces, había libertad de callejear. Su madre, cruza de criollo y gaditana, una mamá "que jugaba con harina" (como ella la recuerda en la canción de Fideos finos, representó para María Elena el amor a la naturaleza; su padre, significaba la cultura.
Este fue el marco real de su dorada infancia. De ningún otro lado sino de su niñez extrajo la gracia de jugar con las palabras.
En 1947 publicó Otoño imperdonable, que pagó con sus ahorros. Leída y adulada por los grandes poetas de la época, comenzó a transitar su inacabable oficio de escritora.
En la década del 50 esta joven "aspirante a nieta de Lewis Carroll", decidió recrear y estudiar los juegos de su infancia heredada en entretenimientos familiares.
Estética diferente.
Esta práctica dio como resultado una estética diferente que parte de ciertos conceptos aplicados a la literatura infantil y publicó sus primeros tres libros de poesía para niños: Tutú Marambá (1960), El Reino del Revés (1963) y Zoo loco (1964).
Hasta ese momento, los escritores y antólogos de textos infantiles inculcaban tradición, respetabilidad, obediencia y didactismo. Su poética irrumpió y rompió con estos códigos culturales.
MEW, afirmab por entonces, que una buena literatura infantil "socializa", que no es lo mismo que "domesticar".
Juego, poesía y humor enamoran a chicos y grandes para siempre, cuando leen y ríen con el Zoo Loco: "En Tucumán vivía una Tortuga/Viejísima, pero sin una arruga,/Porque en toda ocasión tuvo la precaución/De comer bien planchada la lechuga".
El disparate y el humor de Walsh son recursos de deleite y entretenimiento; pero, además, son formas más o menos veladas de cuestionar al poder que establece lo verdadero y lo falso, lo prohibido y lo permitido.
Mediante el desorden semántico, por ejemplo, nos divierte y nos señala, en una lectura más crítica, la arbitrariedad y la vulnerabilidad del orden: "Me dijeron que en el Reino del Revés/Nadie baila con los pies,/Que un ladrón es vigilante y otro es juez,/Y que dos y dos son tres".
Ternura y humor.
Walsh celebraba con ternura y humor el que toda cultura sea siempre incongruente y ambigua. Aseguraba que no tenía formación musical.
"De chica me mandaron a estudiar piano, pero no pude. Más tarde aprendí acordes básicos de guitarra. Mi formación consiste, supongo, en que escuché mucha música, buena, mala y espantosa, y también las tertulias del piano de Pepe Fernández, cuando éramos adolescentes.
"Pepe, el de la Zamba para Pepe, que también vivía en Ramos Mejía, los domingos congregaba en su casa a una cantidad de gente musiquera y ahí todos cantábamos", dijo alguna vez en alguna nota periodística.
Y es a su amigo entrañable Pepe Fernández, que acompañó el tiempo compartido en Paris con Leda Valladares, a quien le canta: "Cuando un amigo se va/Nadie nos devolverá/Todo el corazón que le prestamos,/Tanta compartida soledad..Un amigo nuevo no es lo mismo, Pepe,/Nos quiere por la mitad".
A los 51 años, descubrió que podía comerse su dolor y seguir adelante desafiando a una enfermedad que había invadido sus huesos. En 1983 la declararon Ciudadana Ilustre de Buenos Aires, siendo la primera mujer en recibir esa distinción.
Sonriente, apoyada sobre sus muletas, cuando agradeció, hizo votos por "la abolición de las pálidas, por el triunfo de la alegría y el buen humor".
La muerte no la sorprendió. La encontró el 10 de enero de 2011, en una cama del Sanatorio La Trinidad de la ciudad de Buenos Aires, contenida por su querida Sara y acompañada por Mariana Facio, sobrina de Sara.
La conocimos en 1991, en la Feria del Libro de Buenos Aires. Atesoramos desde entonces su libro Novios de antaño. Su dedicatoria la revive en nuestra memoria, sonriente, huraña con el público, lejana y majestuosa, en su silla de ruedas, atravesando la vida con su mirada translúcidamente azul, donde reposa para siempre el territorio de la infancia.
"Tantas veces me mataron/Tantas veces me morí/Sin embargo estoy aquí/Resucitando".