Finito, lungo y goleador
--¿Si me acuerdo de Bahía? ¡Cómo la voy a olvidar! Fui campeón en certámenes nacionales y sudamericanos, pero nunca pude ganar un Provincial... Los muchachos bahienses hacían fila para pegarme...Uhhh. (risas). No, la verdad es que Cabrera, Fruet, De Lizaso. Cortondo, Monachesi, Raúl López y varios otros de allí eran buenos, buenos de verdad. Unas fieras.
Por estos días su nombre suena poco. O directamente ni suena. Claro, pasaron casi cinco décadas. Pero hubo un tiempo en que los quintetos se armaban a partir de él.
Me refiero a Ernesto Gehrmann, pivote misionero que marcó una época en el básquetbol nacional. Tanto que vistiendo la casaca argentina en justas mundialistas estableció un récord global de puntos (331) que, incluso hoy en día, haría suspirar a más de un consagrado.
Finito --apodo con el que se lo conocía-- no era un dechado de virtudes. Seguro que no. Pero medía 2m11, altura que todavía hoy es importante y que entonces resultaba letal porque le tomaba provecho con un gancho estilizado, que sacaba bien de arriba.
Sin ser potente dado que era tan flaco como alto, ni tampoco contar con un salto siquiera estimable, algunos rebotes bajaba a favor de que sus brazos alzados se aproximaban mucho al cesto y, además, era pícaro para recibir y no lo amedrentaban las defensas duras que solían rodearlo.
Otras tres características aumentaban el valor de su aporte.
Contaba con un tiro de frente de buen porcentaje, recibía muchas faltas y encestaba los libres, no bajaba el balón cuando se lo entregaban y solía hacer pases seguros.
Dentro y fuera de los rectángulos era un tipo tranquilo, bonachón y sencillo. Muy querible.
Sus inicios.
Este hijo de padre y madre alemanes, de Hamburgo, nació en Oberá, Misiones, el 7 de mayo de 1945, e hizo sus balbuceos basquetbolísticos en el club Tokio.
"Me reclutó Pelozzo, un correntino que trabajaba en las menores y me dio las primeras nociones. Luego tuve muchos entrenadores pero fue un brasileño que cayó por aquí, Damaseno Lopes --que después dirigió a River y a Paz Juniors-- del que más aprendí, fundamentalmente en la parte sicológica, anímica, porque yo sufría mucho complejo con mi altura. Además, fue el que perfeccionó mis lanzamientos al cesto", recordó agradecido.
Llegar al plantel superior de su club e incorporarse a la selección misionera fue automático.
"Disfruté defendiendo los colores de mi provincia. Teníamos un equipo más que aceptable, con un base muy habilidoso, Ratier, que me daba muchas asistencias. También el Tupy Varela, pero sólo cuando él quería, ya que era muy individualista para jugar".
En los argentinos de selecciones comenzó a toparse con los dueños de la zona pintada.
"Primero contra Guillermo Riofrío, que era mi ídolo. Luego con Runcho Prato, un cordobés que defendía bien y tenía gran capacidad de salto. De a poco fui aprendiendo a jugar contra ellos, aunque me costó bastante", admitió.
La consagración.
Pero Gehrmann alcanzó dimensión nacional cuando bajó a La Plata para incorporarse al poderoso Gimnasia y Esgrima de Rolando Sfeir, Adolfo Perazzo, Antonio Arnal, Héctor Galliadi, Carlos González, Carlos Ratier, Jorge Martín y Orlando Butta orientados por el Bala Ripullone.
Esos fueron los tiempos que referencia Finito al comienzo de esta nota. Con la selección platense chocaba en las finales contra un frontón inexpugnable: el combinado bahiense. Un karma.
"Tras los provinciales se formaba el representativo bonaerense y robábamos en los argentinos de selecciones. Ni Capital, ni Córdoba, ni Santa Fe ni nadie podía con nosotros", memora.
"El talento de Beto Cabrera, el carácter de Lito Fruet y la potencia del Negro De Lizaso daban un plus que no podían contrarrestar", completó.
En febrero de 1966 Finito debutó en la selección argentina enfrentando a Paraguay. Ese mismo año fue campeón sudamericano en Mendoza y repitió el título en 1976, en Medellín, Colombia.
Con Beto y Lito compartió una exitosa gira por Europa y, añadiéndose alternativamente De Lizaso, Cortondo y Monachesi disputó mundiales.
"Yugoslavia y Estados Unidos --dependiendo los americanos qué figuras llevaban-- eran grandes equipos pero el que más me impresionó siempre fue la Unión Soviética. Con Selijov, Paulaskas, Sakandelidze, Polivoda, Volnov, Mishkin y Belov. Capaz que no eran superlativos técnicamente, pero sí duros de la cabeza y potentísimos físicamente. Unas bestias. Te pasaban por arriba", recuerda admirado.
En 1979 cumplió su último año como internacional argentino alcanzando el récord de presencias (12 temporadas) entonces en poder de Rafael Lledó y Ricardo Alix.
En total Ernesto Gehrmann, que pisó canchas de 24 países, jugó 6 Sudamericanos, 3 Panamericanos y 2 mundiales (más uno Extra) en los que, en 16 partidos, tuvo una media de 20.5. Notable.
Tras un paso por Palmeiras de Brasil regresó a Gimnasia La Plata para ser bicampeón en el torneo de Capital Federal.
"Me retiré jugando por Gimnasia. No recuerdo si fue en el 81 u 83. Fue por ahí. Estaba cansado de aguantar a los extranjeros americanos que se llevaban la plata y nosotros, que luchamos toda la vida, quedábamos relegados. A mi edad no estaba para aguantar esas cosas y me volví para Misiones".
Su presente.
Casado con Ana María Estrada, de cuyo matrimonio nacieron Andrés (34) y Eric (32), Finito Gehrmann reside en Posadas, capital de Misiones.
"Estoy jubilado y entretengo mi tiempo con negocios inmobiliarios. Como tengo una propiedad en San Ignacio, al lado del río, de tanto en tanto me hago una disparada para pescar y descansar", reseñó.
En el momento del cierre de la entrevista, el norteño nos sorprendió.
"Te agradezco mucho que hayas llamada desde tan lejos. Para mí es un orgullo que todavía se acuerden de mí. Me mantiene vivo".
El plumero de las cataratas
Si ya mayor era delgado, imagínense cómo sería Ernesto Gehrmann a los 17 años. Un fideo. Fue así que, en 1963, cuando paseaba por calles mendocinas junto a sus compañeros de la delegación de Misiones su figura llamaba la atención. Tanta que movió a un aficionado lugareño a exclamar en voz alta: "¿Y éste, para qué les sirve?". La respuesta partió rápida, chispeante y, de paso, promocionando el turismo provincial: "Para pasarle el plumero a las cataratas del Iguazú".
* Precisamente, Fino debutó en ese argentino de selecciones pero, antes, en 1962, había dado muestras de increíble timidez. Citado que fue para alistarse en la preselección misionera, tras la primera práctica no se presentó más. ¿Qué le había ocurrido?.
"Era muy pichón. Tenía 16 años. Llegó Carrera Gross, entrenador porteño y me probó. Como se lesionó el pivote titular me confirmó en el plantel. Sentí temor de defraudar, sufría mucho complejo por mi talla así que me oculté en los montes de Colonia General Alvear, cercanos a Oberá, mi ciudad natal, hasta que el equipo viajó para competir", reconocería después.
* Que era internacionalmente reconocido, lo prueba el siguiente comentario de Alexander "el Zorro" Gomelski, legendario entrenador de la entonces Unión Soviética, previo al Mundial de Montevideo.
"¿Argentina trajo a Guerman? (que así lo pronunciaba). Entonces es un adversario a respetar".
* Cuando Finito jugaba no existía la Liga Nacional. Aunque algunos pesitos ganaban, no eran profesionales. Trabajaban para vivir y por lo tanto, entrenaban mucho menos que hoy en día. Ni hablar.
Había otras diferencias. que el propio Gehrmann fue descubriendo.
"En oportunidad del Mundial Extra de Chile, cuando por primera vez bajamos al comedor casi nos desmayamos al ver desayunar a los soviéticos. Comían cebollines, mucho queso, cereal, revuelto de jamón con huevo, salchichas y había algunos otros platitos que ni idea tengo de qué se trataba. Los traían de Moscú. Por no terminaban ahí. Luego tomaban un tazón de café negro o con leche, medialunas con manteca, dulce y se levantaban de la mesa llevando barras de chocolate y una manzana. ¡Y pensar que nosotros acostumbrábamos a desayunar con una rueda de mate!".
* "Mis recuerdos más gratos son los de haber integrado las selecciones de Misiones, de provincia de Buenos Aires, de Argentina y la de América", eligió Gehrmann.
* "Actualmente veo poco básquetbol. A veces concurro a partidos del torneo local y, generalmente, miro la NBA. Lo de Scola y Ginóbili es fantástico" nos puntualizó Finito, para añadir que "de mis tiempos admiré primero a Ricardo Alix y luego a Beto Cabrera".
* Preguntado si con su experiencia no se le había dado por ser director técnico, respondió Gehrmann que cuando regresó a Misiones trabajó con chicos en la Dirección de Deportes. "Pero no tenía vocación. Me ponía nervioso. Siempre fui de estar callado. Nunca serví para gritar ni dar órdenes". Tal cual.