Bahía Blanca | Viernes, 03 de mayo

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Reinsertarse en la elite será el próximo desafío

Nunca el escudo con los colores negro y amarillo cobró tamaña dimensión y tuvo tan prolongada duración en los primeros planos del país como cuando armó elencos basquetbolísticos poderosos. Incluso, amén del particular y especial regocijo de sus seguidores, como consecuencia natural de sus grandes emprendimientos ubicó reiteradamente a Bahía Blanca en lo alto de la marquesina para orgullo de sus habitantes.

 Nunca el escudo con los colores negro y amarillo cobró tamaña dimensión y tuvo tan prolongada duración en los primeros planos del país como cuando armó elencos basquetbolísticos poderosos. Incluso, amén del particular y especial regocijo de sus seguidores, como consecuencia natural de sus grandes emprendimientos ubicó reiteradamente a Bahía Blanca en lo alto de la marquesina para orgullo de sus habitantes.


 Fue una etapa brillante, sin dudas única en la historia, escrita con moldes de oro producto de una dirigencia que no sólo atesoró los valores recogidos del pasado sino que los acrecentó hasta rangos inigualados, del mismo modo que reclutó camadas de jugadores de altísimo nivel para la época, ya que a su enorme talento añadían el necesario carácter para marcar diferencias.

Punto de partida




 De cómo construyó la sucesión de hazañas pueden elaborarse varias hipótesis, todas con un rasgo de validez, pero según mi impresión el nacimiento de la epopeya tiene fecha y nombre.


 Ocurrió el 30 de marzo de 1960, cuando Atilio "Lito" Fruet --máximo estandarte del básquetbol aurinegro, que llegó a ejercer la capitanía del seleccionado argentino-- dejó Independiente, con el que sucesivamente venía de ganar los campeonatos de tercera de ascenso (1957), segunda (1958) y primera (1959) para incorporarse a sus filas.


 Ese mismo año Olimpo, que militaba en segunda de ascenso, ganó de punta a punta el derecho de competir en la división superior, porque además de Fruet había conformado un plantel con otro par de jugadores de categoría como Oscar Cúperman y Julio Serrano, a los que se sumaron valiosos aportes de Juan Carlos Cerdeyra, Carlos Tomás y Mario Moggia y la tarea de rol de Luis Spigariol, Carlos Lemos, Jorge Caro, Carlos Ferrari, Vicente Lanfranchi y Carlos Deluchi.


 Que esa escuadra excedía largamente la categoría quedó inmediatamente de manifiesto con la obtención del cetro de primera en el debut (1961), logro que repitió en la temporada siguiente (1962).


 Por entonces su escenario de básquetbol estaba situado en el mismo lugar que el actual, pero era a cielo abierto, con tableros de madera y piso de baldosas. No tenía tribunas estables y como ya era convocante --coincidió con la apertura de los grandes clásicos frente a Estudiantes-- cuando las barandas circundantes quedaban atiborradas, los espectadores elegían presenciar sus juegos desde las alturas que brindaba el sector de plateas de la cancha de fútbol.


 Dado que Olimpo había sumado otros cinco títulos (64-66-67-68-69, para un total de 19 al día de hoy) y al rutilante Fruet se le agregaron figuras de talla internacional como José De Lizaso, Alfredo Monachesi y Jorge Cortondo, y otros también de gran trayectoria como Roberto Ojunián y Roberto Requi, los objetivos dejaron de ser locales para tornarse más ambiciosos, proyectándose al plano nacional e internacional.

Un estadio a medida




 El entonces presidente Carlos Macagno, más un grupo de valiosos colaboradores, captó rápidamente la necesidad de dar a ese selecto grupo de basquetbolistas un escenario acorde y procedió en consecuencia.


 El 3 de julio de 1971 abrió las puertas de un estadio al que se le impuso el nombre de Norberto Tomás, para prolongar en el tiempo la memoria de un jovencito base que pintaba para mucho y falleció en el transcurso de un partido que estaba disputando en Córdoba.


 Nadie, ni el más optimista de sus gestores, podía imaginar una inauguración tan espectacular. Esa noche, ante alrededor de 4.000 espectadores, el representativo bahiense derrotó (78-75) al seleccionado de Yugoslavia, que venía luciendo el flamante título de campeón mundial. La explosiva noticia rebotó hasta en los más distantes países del planeta, cobrando espectacular resonancia para esta ciudad ubicada en el remoto cono sur de Sudamérica.


 El aurinegro aportó cinco de sus valores (De Lizaso, Cortondo, Monachesi, Ojunián y Requi) para esa formidable gesta.

Rango internacional




 Con la cada vez más habitual llegada a nuestro medio de los medios periodísticos nacionales, tanto diarios como revistas, radios y hasta la TV, por fuerza del prestigio alcanzado por Olimpo, en 1973 la Confederación Argentina de Básquetbol lo designó para representar a nuestro país en la Copa Latina, a disputarse en Panamá.


 Un año después, con un insólito manotazo de Cicarelli tras un tiro libre fallido (no fue el común cacheteo en un rebote ofensivo...) Olimpo superó a Obras Sanitarias por 74 a 73 y se consagró campeón argentino de clubes, título que repitió en diciembre de 1978 cuando nuevamente doblegó al prematuramente profesionalizado Obras, en Santiago del Estero, por 75 a 67.


 Dicha conquista lo catapultó a participar en el Sudamericano de Clubes llevado a cabo en Isla Margarita, Venezuela, donde subió al podio al obtener la medalla de bronce, sumando otro eslabón de su ya extensa cosecha de galardones.


 El paso siguiente fue su participación en la flamante Liga Nacional de Básquetbol, y a favor de planteles poderosos tuvo casi invariablemente un papel protagónico que, incluso, lo llevó a obtener el subcampeonato, habiendo cedido frente al poderoso Ferro Carril Oeste, equipo por entonces dominante en la escena nacional, por 84 a 77 en el cuarto juego final.


 A todo esto, el gran clásico bahiense --que contaba con cobertura periodística nacional-- trasladó su rivalidad a esa competición, confrontando por primera vez a ese nivel el 25 de septiembre de 1985 con victoria sobre Estudiantes por 97 a 85.


 Tras siete años de actuación, el 30 de julio de 1992 en asamblea extraordinaria decide Olimpo retirarse de la Liga, en una resolución que significó un durísimo golpe para el básquetbol bahiense, del que todavía no alcanza a recuperarse.


 Por todo lo reseñado, la esperanza que alimentamos los lugareños amantes del básquetbol es que Olimpo retorne a la senda de las campañas épicas.


 Su brillante trayectoria se lo reclama.


 
Uno de los precursores



 Olimpo estuvo en el básquetbol desde lo más profundo de la historia de ese deporte en la ciudad. El 11 de enero de 1929 representado por Antonio Melero participó junto con Pacífico, Estudiantes y Liniers de la fundación de la Asociación Bahiense. Otros dos clubes, Agar Cross y River Plate, ausentes en la reunión, también fueron considerados fundadores.


 En rigor, esos mismos clubes venían animando torneos internos de dónde nació la idea liderada por Abel Bournaud de crear una Asociación.


 El primer partido del aurinegro en el certamen oficial superior de ese mismo año fue disputado el 22 de junio frente a Liniers, al que superó por 33 a 13.


 Siempre a estar con los minuciosos apuntes del ingeniero Roberto Seibane, al concluir el torneo llegó igualado en el primer puesto con Pacífico. El desempate se disputó en el escenario que Estudiantes contaba en el parque de Mayo y, ante alrededor de 500 espectadores, los verdes se consagraron campeones al imponerse por 18 a 16.


 Por Olimpo jugaron Guillermo Wallace, Nicanor García Castello, Bruno Biondini, Prudencia Alvarez y Arturo Salanueva.


 En 1932 inauguró su cancha con iluminación en calle 11 de Abril 41 y uno de los datos menos citados pero más sorprendentes es que Roberto "Palito" Ruiz, el consagrado y siempre recordado como integrante de la Pandilla de Sportivo Bahiense, se inició en Olimpo e, incluso, fue campeón de cadetes compartiendo equipo con Pedro Márquez, Héctor Tirabasso, Matías Petigrew, Horacio Santamaría, Enrique Zonco y Juan Mendiburu, otro histórico de nuestro básquetbol.


 En par de años después, en 1933, disconforme por sanciones que le aplicó el TdP de la ABB dejó de competir, lo que no impidió retirar su cancha de Avda. Alem y Perú e inaugurar su escenario cerrado en Sarmiento 52, sitio de su actual sede social.


 En 1955 se reafilia y nomás en la temporada siguiente se consagra campeón de tercera de ascenso, al superar a Independiente por 50 a 36. Integraron ese equipo Carlos Dummig, Angel Antuñano, Carlos Passares, Mario Moggia, Víctor Olmedo, Hugo Affolter, Juan De León, R. Gettur, Jorge Lara y Alberto Parodi.


 
Tierra predestinada



 Mi primer contacto con Olimpo --a fines de la década de los 40-- fue cuando el club no practicaba básquetbol, un dato si se quiere curioso dado que la intención es referirme casi exclusivamente a la trayectoria de ese deporte dentro del ámbito aurinegro.


 Vecino del viejo Carminatti, con un grupo de muchachos --la vieja barra de calle Moreno esquina Almafuerte-- concurría casi todas las mañanas/tardes/anocheceres a jugar... fútbol.


 Lo hacíamos en el terreno que da sobre la Avda. Colón, detrás de la tribuna oficial. El piso era de tierra, con abundante entoscado, y contaba con un solo arco, que daba hacia la calle Angel Brunel.


 Sobre ese mismo terreno en los años `50 se plantó el primer rectángulo, embaldosado, de básquetbol. Y tiempo después de construyó el gimnasio Norberto Tomás que fue asiento del máximo logro del frondoso historial alcanzado por la selección bahiense, temas que tratamos por separado.


 Cuando los cancheros no lo advertían, seguro que porque dormían la siesta, dejábamos la tierra e ingresábamos por el túnel para darle a la pelota (de trapo, por lo común) sobre el cautivante césped en el sector esquinero que da a la entrada principal. Alrededor de las 15 nos retirábamos por precaución, pero a veces el entusiasmo podía más y éramos sorprendidos por don Pedro o Bernardo, quienes nos sacaban corriendo.


 De vuelta a la cancha de tierra la seguíamos hasta las 19, para retornar al césped pero ahora prudentemente ubicados detrás del alambrado. Presenciábamos, admirados, los entrenamientos de las grandes figuras de entonces: Armando León, Pepino Borelli (que así se lo llamaba), Lorenzo Ceballos, Chiche Urquijo, Julio Ochoa, Atilio Duca, Silvio Coccia, el Mono Hernández, Lázaro López, José Hernández, los Bualó y tantos, tantos otros quienes, incluso, en (contadas) ocasiones nos permitían ingresar para completar un once-contra-once.

Enrique Nocent/"La Nueva Provincia"