Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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Colegios pupilos: una cultura ya extinta

SOLEDAD LLOBET Especial para "La Nueva Provincia" Educación, contención y recreación, es la combinación de servicios que alguna vez caracterizó a los colegios de pupilos que funcionaron en nuestra ciudad. Estos nacieron para responder a la necesidad de familias bahienses y de la zona que, frente a dificultades económicas, de seguridad o de distancia, encontraron en ellos la posibilidad de invertir en el porvenir de sus hijos.


SOLEDAD LLOBET
Especial para "La Nueva Provincia"






 Educación, contención y recreación, es la combinación de servicios que alguna vez caracterizó a los colegios de pupilos que funcionaron en nuestra ciudad.


 Estos nacieron para responder a la necesidad de familias bahienses y de la zona que, frente a dificultades económicas, de seguridad o de distancia, encontraron en ellos la posibilidad de invertir en el porvenir de sus hijos.


 En nuestra historia local se cuentan al menos cinco de ellos, de los cuáles sólo uno no fue religioso: el Colegio Mariano Moreno (hoy Pedro Goyena).


 El primero en aceptar internos en su edificio fue el Colegio Don Bosco, a fines del siglo XIX. Le siguieron (una vez iniciado el XX) La Piedad, María Auxiliadora y La Inmaculada.


 El auge de estas instituciones se produjo en los años '50 y '60, cuando algunas albergaban a más de un centenar de internos. Pero pocas lograron persistir pasada la década del `70.


 Su desaparición fue inminente al expandirse los colegios secundarios y de educación superior en la zona. Esto provocó que familias del norte de la Patagonia y de pueblos como Villa Iris, Coronel Suárez o Tres Arroyos, ya no necesitaran enviar a sus hijos lejos del hogar para formarlos.


 Actualmente esta modalidad de enseñanza podría representar una alternativa frente a los colegios de doble escolaridad, que ofrecen un espacio de contención para aquellos alumnos cuyos padres trabajan durante toda la jornada o están ausentes.


  Sin embargo, el aumento en el costo de vida hace cada vez más difícil pensar en volver al pupilaje. Las exigencias del alumnado son cada vez mayores y proveerlos de alimentos mucho más costoso que en décadas anteriores.

Colegio Don Bosco.




 Esta institución llegó a tener hasta 140 pupilos entre los años 1950 y 1960. Pero su historia comenzó mucho antes, ya que al poco tiempo de haber sido erigido por los salesianos en 1892, el colegio ya recibía internos.


 En sus instalaciones se dispusieron dos salones de dormitorios de 30 por 15 metros cada uno, y dos de estudio, uno destinado a los menores y otro a los mayores.


 Entonces abundaba el personal religioso salesiano, que estaba al frente de todos los cursos y oficiaba de asistente para los grupos de pupilos, brindándoles consejos de vida y calificándolos semanalmente por su comportamiento.


 A pesar de que durante una época el colegio impartió el turno discontinuo de estudio, los alumnos también contaban con tiempo libre para la recreación.


 Por lo general se organizaban salidas de excursión por estancias de la zona y los domingos se asistía a la sala de cine del Teatro Don Bosco.


 "Gracias al pupilaje se pudo brindar atención a grupo de personas que difícilmente podrían haber seguido los estudios en los lugares donde vivían", dijo el padre Moreno.


 Pero hacia 1970 las condiciones cambiaron. Ante el avance de los colegios secundarios en los pueblos el pupilaje no fue más una emergencia.


 Hoy, los salones fueron convertidos en bibliotecas, un gimnasio o duchas para los alumnos regulares.

María Auxiliadora.




 María Auxiliadora es otra de las grandes instituciones educativas de nuestra ciudad que recibió a internas en sus instalaciones.


 Primero lo haría desde un nivel intermedio y, a partir de 1919, se empezaría a formar a las primeras maestras.


 "Pienso que llegó a haber 200 internas de nivel primario y superior. Las más chicas sufrían como locas porque extrañaban a sus madres. Pero a pesar de las distancias lograban encariñarse con las hermanas y comprender que se trataba de su porvenir", dijo la Hermana Leticia Carlone.


 Agregó que muchas de las internas eligieron el camino de la fe y hoy son monjas.


 "Crecieron, se prepararon, estudiaron y después ingresaron adoptando este modelo de vida por elección puramente propia".


 En los últimos años la modalidad de magisterio pasó de ser de nivel secundario superior a terciario, y los salones de dormitorios destinados a pupilas se transformaron en un pensionado para universitarias.

La Inmaculada.




 Ya desde los primeros años del colegio La Inmaculada dentro de sus aulas convivían pupilas, medio pupilas, pensionistas, externas y artesanas.


 En el caso de las pupilas, usaban el mismo uniforme que las externas: guardapolvo y moño azul, de lunes a viernes, y pollera a tablas y camisa de cuello blanco desmontable, los domingos.


 Compartían tres cuartos de dormitorio, con unas 15 o 20 camas cada uno, y debían respetar un cronograma en que se les indicaba las instancias de ocio y de labor.


 A diferencia del colegio María Auxiliadora, las pupilas gozaban de mayor cantidad de salidas, custodiadas por sus familias o tutores.


 "La relación de nosotras, las externas, con las pupilas era bárbara. Hasta les hacíamos de correo secreto. Como toda la correspondencia era puntillosamente revisada por la prefecta, cuando había novios de por medio éramos las encargadas de llevar las cartas al correo", recuerda Emma Vila, ex alumna del colegio.


  Una vez obtenido el título de magisterio, la mayoría de las internas abandonaban su hogar sustituto para volver a sus pueblos a trabajar o eran convocadas como maestras rurales por la zona.

Escuela de Artes y Oficios.




 El Colegio La Piedad también se tomó la tarea de albergar y formar profesionalmente en artes y oficios a jóvenes que eran, en su mayoría, hijos de ferroviarios o ex internos del Patronato de la infancia.


  Llegó a tener unas 200 camas ocupadas con jóvenes de entre 13 y 18 años: "los huerfanitos de La Piedad", tal como se los conocía.


 Pero no todo era estudio y trabajo. Durante los fines de semana el enorme patio de la institución se convertía en el escenario de juegos entre pupilos y demás alumnos.


 "Una de las grandes cosas que se conseguían en los pupilajes era formar conjuntos artísticos excepcionales, ya que se podía convocar a un montón de chicos en cualquier momento del día.


  "Un ejemplo de ello fue la banda de música de La Piedad, elogiada por múltiples instituciones de Bahía Blanca", recordó Dante Giusti, quien fue interno hasta 1945 y profesor del área de mecánica hasta 1976.


 El ex alumno agregó que hubo dos momentos en que la entrega de quienes cuidaban de los internos fue clave. El primero, en 1955, cuando el colegio fue incendiado y se debió trasladar a los pupilos a casas de familia para salvarlos.


 "Otro fue en 1962, cuando hubo una sequía muy grande en la zona. Los integrantes de la cooperadora salesiana tuvieron que salir a pedir ayuda por el barrio para poder comprar fideos y verduras para los pupilos".



Colegio Modelo.






 El Colegio Modelo Mariano Moreno abrió sus puertas en marzo de 1933 y, un año más tarde, ya albergaba en su sede (Darregueira 45) a unos 380 estudiantes e internos. Otogaba títulos de Perito Contador y Contador Comercial, orientados a la demanda laboral del momento.


 Según publicaba en enero de 1942 "La Nueva Provincia", el recibimiento de alumnos pupilos fue decisión de las autoridades del colegio frente a las demandas de familias de la zona.


 "En la actualidad cuenta con cincuenta pupilos los cuales disfrutan de las mayores comodidades, inclusive una alimentación seleccionada y distracciones de toda naturaleza", consignaba el diario.

De un pupilo. "He conocido jóvenes que me decían, al tratar de los estudios: `No sé cómo hay quien se habitúa a vivir en relaciones tan sólo con los libros'.




 "Por aquél tiempo yo sólo sabía contestar a esta objeción así: `Es necesario si se quiere conseguir un fin'", publicado por el interno Alejandro Marchino en la sección "Crónica de un estudiante", de la revista Carácter del Colegio Don Bosco. (octubre de 1918)

Origen. La mayoría de los pupilos provenían de localidades como Médanos, Cabildo, Punta Alta, Tornquist, Villarino, Saavedra, Azul, Pigüé, Coronel Dorrego y Pringles. También, de la provincia de Río Negro: Ingeniero Huergo, Cinco Saltos, Valcheta, Cipolletti y Bajo San Cayetano.