Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

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Bahía Blanca | Domingo, 10 de agosto

Un lento camino hacia el norte

Numerosas familias pertenecientes a la colonia menonita situada en cercanías de Guatraché, han comenzado a emigrar a Santiago del Estero, impulsadas por la superpoblación que se advierte en esta particular comunidad religiosa que llegó aquí dos décadas atrás. La ecuación es sencilla: cada vez más familias y... la misma tierra.
Un lento camino hacia el norte. La región. La Nueva. Bahía Blanca

 Numerosas familias pertenecientes a la colonia menonita situada en cercanías de Guatraché, han comenzado a emigrar a Santiago del Estero, impulsadas por la superpoblación que se advierte en esta particular comunidad religiosa que llegó aquí dos décadas atrás.


 La ecuación es sencilla: cada vez más familias y... la misma tierra.


 Aquí, cuando un hijo se casa es tradición que sus padres le obsequien algunos animales y un lote. De esos nuevos matrimonios nacerá un promedio de ocho hijos, porque recién ahora --y sólo los más modernos, por así decirlo-- controlan la natalidad.


 Cinco años atrás, algunos miembros de la colonia pudieron comprar montes vírgenes en el norte, a un valor muy bajo: apenas 120 dólares la hectárea.


 Las primeras 20 familias partieron hacia allá en 2004 y, desde entonces, el éxodo nunca se detuvo.


 Claudia Viviana Eberle, guía de turismo en la colonia, titular de la oficina de informes turísticos de la municipalidad de Guatraché y, probablemente, la persona que más conoce el sistema de vida de los menonitas, anticipó que para la próxima primavera emigrará otro importante grupo de familias.


 "Se habló de que la sequía los terminó por alejar, pero no es cierto --advirtió--. Sucede que, al incrementarse la población, cada vez se necesita más espacio".


 Lo común en este éxodo es que primero viajen los hombres, para hacer producir las explotaciones. Luego, lo hace el resto de las familias.


 Algunos, acaso los más privilegiados, dueños de espacios en ambos lugares, optan por ir y venir.


 El censo del año 1991 dio una población de 1.400 personas. Más tarde la cifra se incrementó a 1.800. Actualmente residen aquí aproximadamente 30 "supernumerosas" familias en cada uno de los nueve campos, emplazados uno al lado del otro, sumando unos 2.100 menonitas.


 "Pero ese número es incierto, porque ellos sólo censan a los fieles y personas bautizadas; en definitiva, a quienes concurren a la iglesia", indicó Eberle.


 No es novedad que la sequía castiga fuerte a esta comunidad que depende de la agricultura y la ganadería --y, por ende, del agua-- y tal vez muchos, tras años consecutivos sin lluvia, deseen probar suerte en otro lugar. Pero Eberle insiste: "No es la principal causa".


 Así las cosas y afortunadamente para muchos, la colonia nunca quedará vacía.


 "No olvidemos que este atractivo es una de nuestras principales fuentes turísticas, junto con el parque termal y la laguna", consideró, por su parte, Pablo Herzel, director de Turismo.


 Es así que muchas familias de Guatraché viven exclusivamente de la colonia: taxistas, fleteros, dueños de servicios de combis y el propio comercio.


 Quince años atrás, municipio y autoridades de la colonia supieron explotar esa particular forma de vida, propia del siglo XIX, y firmaron un acuerdo turístico.


 A un valor de 70 pesos por grupo familiar --cifra que varía de acuerdo con la cantidad de personas-- los visitantes pueden recorrer con una guía la comunidad y conocer su producción, la iglesia, caminar las calles y hasta introducirse en alguna casa de familia, algo que hasta, hace un tiempo, era prácticamente imposible.


 "Para lograrlo hubo que explicarles el significado del turismo. Costó, pero entendieron que era sinónimo de trabajo y, por ende, de dinero que podía ingresar al pueblo", recordó Eberle.


 Hoy visitan el lugar --con guía o en forma particular-- numerosos contingentes de varios puntos del país.




 Los cambios del tiempo.


 Los menonitas son un grupo religioso y conservador, aunque, a medida que pasa el tiempo, muchos se han ido abriendo a las costumbres actuales.


 Cuando llegaron a estas tierras lo hicieron únicamente con dinero y ropa.


 Por lo tanto, relacionarse en todo sentido con Guatraché o ciudades aledañas se hizo casi una necesidad imperiosa para subsistir.


 El año 2004 marcó un cambio rotundo.


 Los más modernos comenzaron a adquirir grupos electrógenos, a comprar nuevas herramientas, a abrir pequeñas fábricas, a fumar y a viajar a Bahía Blanca para las compras mayoristas.


 De hecho, la colonia es responsable inscripta y, por lo tanto, tiene cuil, pagan IVA e ingresos brutos.


 A las mujeres ya no se las ve tan retraídas como al principio, cuando no hablaban con extraños.


 Hoy viajan en taxi, manejan dinero, hacen compras y, cuando visitan la ciudad, usan "changuitos" para trasladar a sus bebés.


 "Eso sí: para llegar a esto, tuvieron que atravesar la ingrata experiencia de verse varias veces estafados, sobre todo cuando recién se asentaron", aclaró la guía.


 Eberle dijo que la gran mayoría concurre al médico, aunque los nacimientos se producen en los domicilios de las parteras, dentro de la propia colonia.



Escasa apertura en temas de educación






 


 En la colonia menonita funcionan nueve escuelas a razón de una por campo.


 Allí, los chicos aprenden aritmética, escritura, lenguaje y religión. Pero todo en su idioma.


 Años atrás, el ministerio de Educación de La Pampa firmó un convenio con las autoridades de la comunidad. Establecía que los padres debían enseñarles a sus hijos lectoescritura en castellano y en sus domicilios.


 El organismo se comprometía, además, a facilitar material bibliográfico y a efectuar seguimientos.


 Pero en la práctica no se cumplió. Se entregaron los libros, aunque jamás se hicieron controles y son muy pocos los chicos que hablan español.



"Estos campos nos quedan chicos"








 


 La nevada de la semana pasada trajo alivio a los campos de la colonia menonita, donde el verde ya se empieza a colar en los matices del paisaje.


 Ni la gripe A logró causar tanta angustia como la falta de lluvias en este lugar, donde el tiempo parece haberse detenido.


 "Eso no es importante", asegura Francisco, un menonita de unos 35 años, con su digno castellano, sobre la pandemia que azotó a la Argentina y que ya comienza a ceder.


 "La nieve vino muy bien, pero seguimos necesitando agua", define, categórico, y reconoce el éxodo hacia Santiago del Estero.


 "Este lugar es chico; no entramos, nos queda chico", fundamenta en las puertas de su casa, en el campo uno, mientras su hijo Guillermo, de orejas grandes --casi desproporcionadas--, pedalea una réplica de un tractor pero de tamaño reducido.


 El recorrido por el primer campo continúa. Parece que en la escuela no están de vacaciones. Al visualizar nuestro vehículo, los chicos se acercan alborotados.


 Los más osados ríen a carcajadas cuando se ven reflejados en la cámara digital. Bromean, se tapan la boca y siguen riendo.


 Más allá, las manos de Juan, de 41 años, denotan trabajo.


 Tiene cinco hijos y, advierte que, tal vez, vengan más, porque "esas cosas --confiesa-- las dispone Dios".


 --¿Porqué se van?


 --Se consiguen campos a buen precio. Y acá no hay más lugar.


 --Usted se irá?


 --No. No compré tierras y acá estoy bien.


 Juan no se queja. Para él, estar bien es trabajar, de sol a sol, en su metalúrgica y en su pequeño tambo, con la ayuda de sus dos hijos mayores.


 Nada de vacaciones. Siempre, dice, hay algo para hacer.


 --¿Alcanza el dinero?


 --Sí. Gastamos en gasoil y en telas para la ropa, pero carneamos nuestros propios animales y consumimos la leche de nuestras vacas, con lo que la vida se nos abarata mucho.


 --¿Y la sequía?


 --Nos ha hecho mucho daño.


 "Supermercado", reza el cartel que cuelga de las puertas del único almacén de ramos generales, situado en la colonia 4. Claro que el comercio ofrece mucho más que comestibles: zapatos, telas, galletitas, artesanías en madera, faroles a gas, juguetes, bazar y dulces, entre otras mercaderías.


 De grandes dimensiones, el negocio destina casi media góndola a elementos que en la colonia son casi imprescindibles: chupetes y mamaderas.


 Cornelio, de 58 años, padre de ocho hijos y abuelo de 23 nietos, admite que una parte de su familia ya se trasladó a Santiago del Estero y que, posiblemente, él también lo haga pronto.


 "Aclaremos que, allá, el precio de la tierra aumentó", cuenta y acota que la hectárea cuesta entre 125 y 200 dólares.


 Eso sí: dice que es "pleno monte" y que hay que trabajar mucho para establecer otra colonia.


 Pero esto, para él, que pasó toda su vida trabajando, no cuenta.


Con costumbres del pasado







 * Los menonitas tienen costumbres del siglo pasado. Trabajan la mayor parte del día y no utilizan electricidad, ni medios de transporte que no sean los caballos.


 * Son sumamente estrictos, fundamentalmente en su religión, ultraortodoxa.


 * Los métodos anticonceptivos recién ahora, y a escondida, están comenzando a utilizarse. Las familias son numerosas.


 * Se alimentan básicamente de la propia producción. Tienen tambos, fabrican quesos o cultivan la tierra.


 * Hablan un dialecto holando-alemán con mezcla de inglés, muy difícil de entender.




El supermercado ofrece zapatos, telas, galletitas, artesanías en madera, faroles a gas, juguetes, bazar y dulces, entre otras mercaderías. El negocio destina casi media góndola a elementos que en la colonia son casi imprescindibles: chupetes y mamaderas.