Bahía Blanca | Miércoles, 13 de agosto

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Misterios, dramas y leyendas de la Curva de Galvez

La "curva de Galvez" ya no existe como tal. Era una pronunciada curva que existía en el cruce de la avenida 14 de Julio con la denominada Ruta 3 (actual camino de Circunvalación), hoy reemplazado por una rotonda. Sin embargo, en ese sitio todavía se puede advertir, a un costado del camino, parte de aquel viejo trazado que, como las ruinas de una ciudad romana, son las huellas de esta historia.

 La "curva de Galvez" ya no existe como tal. Era una pronunciada curva que existía en el cruce de la avenida 14 de Julio con la denominada Ruta 3 (actual camino de Circunvalación), hoy reemplazado por una rotonda. Sin embargo, en ese sitio todavía se puede advertir, a un costado del camino, parte de aquel viejo trazado que, como las ruinas de una ciudad romana, son las huellas de esta historia.


 En ese lugar, hace 50 años, la madrugada del 14 de diciembre de 1958, ocurrió una de las páginas más luctuosas del automovilismo local, la cual involucró a dos de los volantes más reconocidos del deporte mecánico: Oscar "Aguilucho" Galvez y Manuel Mantinián, en el marco del Gran Premio de Carretera de 1958, un acontecimiento deportivo que generaba sensación y era seguido por las trasmisiones radiales y gráficas por miles de fanáticos de los fierros en todo el país.


 
Llegan los autos



 El gran Premio formaba parte del calendario anual de competencias del Turismo Carretera. En de 1958 había comenzado cuatro días antes en Buenos Aires, con un interesante lote de coches que debían cubrir casi de 6 mil kilómetros, en un giro organziado en siete etapas que unían las ciudades de Córdoba, Catamarca, Salta, San Juan, San Luis y Santa Rosa, llegando a nuestra ciudad, de donde se largaría la última etapa, con destino final el autódromo de Buenos Aires, el lugar al cual todos querían llegar primero.


 La ciudad estaba convulsionada con la llegada de los autos. Sobre el mediodía del 12 de diciembre una verdadera ovación recibió al ganador de esa etapa, Oscar Galvez (Ford), seguido por Marcos Ciani y por Juan Galvez. En cuarto lugar llegó Manuel Mantinían, quien con su cupé Chevrolet Nº 23 de colores negra y blanca estaba cumpliendo su mejor perfomance desde su debut en el Turismo Carretera .


 A Bahía llegaron 49 coches, 17 distribuidos en tres categorías "standar" y 32 en el TC. Ingresaron a nuestra ciudad por la ruta 35, finalizando la etapa en el autódromo del Bahía Blanca Automóvil Club, a la vera de ese camino.


 A partir del arribo, las máquinas se dirigieron al parque cerrado, montado en el regimiento V de Infantería. Los pilotos hicieron noche en Bahía para, a las 7 de la mañana del domingo 14, iniciar el último tramo de la competencia.


 "Bahía Blanca estaba esperando este Gran Premio con la impaciencia de saberse postergada hasta más allá de la tolerancia. Y los corredores vivirán entre nosotros...Y nos llevarán luego en su historial, en la anécdota, en el recuerdo...", señaló entones este diario, dando cuenta de la trascendencia del acontecimiento. Nadie lo imaginaba entonces, pero se estaba por escribir una página trágica.

Una salida inesperada




 La última etapa del Gran Premio era, sin dudas, las más apetecible. "En la general están distanciados por los tiempos, que en algunos casos eran horas. Pero la última etapa es un bocado tentador", señaló este diario.


 A pesar de que los organizadores de la prueba anunciaron en principio que los corredores partirían desde la avenida Pringles, a último momento se decidió que esaa partida fuera desde el Automóvil Club Argentino, en pleno centro de la ciudad. Los autos se organizaron según su orden de llegada y se determinó que irían partiendo con apenas 10 segundos de diferencia unos de otros, lo cual sería una decisión imprudente a la luz de lo ocurrido posteriormente.


 El primero en salir, pocos minutos después de las 7 de la mañana, fue Oscar Galvez, que necesitaba ganar la etapa para sumar 33 puntos y dar alcance a su hermano Juan, puntero en la suma de puntos del año. De allí que su salida fue a todo ritmo, sabiendo que los 1009 kilómetros que lo separaban del autódromo porteño era asfaltados, con muy pocas curvas o tramos dificultosos. No sabía, claro está, que lo esperaba un único inconveniente: una cerrada curva a 90º que nadie le había anticipado. Acá nomás, en la salida de la ciudad. Ignoraba que ese giro le daría su nombre para siempre al lugar.

Carteles tapados, mucha gente y un derrape fatal




 Luego de superar el adoquinado de la avenida pringles y pasar frente al cementerio, Oscar tomó la avenida 14 de Julio, con destino a la ruta 3. Pero ese cruce no era cualquiera: allí estaba una curva cerrada, inesperada, que requería no solo pericia sino encrarla a la velocidad adecuada. Ningún corredor estaba avisado de su existencia. Oscar Galvez fue el primero en enterarse.


 Entre los periodistas designados por este diario para cubrir la competencia estaba Bruno Passarelli, quien en calidad de "cronista volante" fue enviado a esa curva por Eduardo Pensado, jefe de la página de deporte, como lugar estratégico para ver el paso de las máquinas.


 Passarelli había "debutado" cubriendo algunos partidos de fútbol en la Liga del Sur y aquella era su primera carrera. Llegó a la curva bien temprano, en bicicleta, con un anotador y un lápiz, acompañado por su amigo "Bocha" Suárez, cuyo padre era jefe de taller de la casa Régoli, donde el día anterior Juan Gálvez y Marcos Ciani había revisado sus motores. Lejos estaba de imaginar que llegaría a cubrir 52 grandes premios de la fórmula 1 siguiendo a Carlos Reutteman. Hoy, desde Roma, en Italia, evoca aquel suceso.


 "Me acuerdo de los hechos con claridad. Yo estaba haciendo mis primeras armas como cronista y además era fanático del TC. La curva estaba plagada de gente que se había reunido desde muy temprano para ver pasar a sus ídolos", evoca hoy Passarelli desde su oficina de la agencia de noticias ANSA, en la capital italiana.


 Oscar Galvez fue, según mencionamos, el primero en llegar a la curva y cuando quizo reaccionar se la había "comido".


 "Se trató, dicho en términos fierreros, de un "derrape con tumbos", incluso el Ford V8 impactó contra una columna de teléfono. El auto quedó dañado pero en condiciones de seguir", evoca Passarelli.


 Aquí viene entonces una de las primeras correcciones a una idea errónea sobre lo ocurrido, cual es la de asegurar que la cupé de Galvez volcó.


 "De ninguna manera el auto hizo una pirueta en el aire para luego caer parada: Solo dio algunos tumbos antes de regresar a la carrera", asegura Passarelli.


 En este punto, el propio Aguilucho regresó a nuestra ciudad unas semanas después del accidente, en enero de 1959, e hizo esa acalración. "Mi coche nunca corrió "patas arriba" en Bahía Blanca. Yo no volqué, hice un trompo porque el público me impedía divisar el indicador de la curva misma, pero no volqué", remarcó.


 Lo cierto es que apenas Galvez se fue de la ruta la gente acudió en su ayuda, colaborando para sacar al auto de la posición en que había quedado y ayudarlo a continuar la carrera. A partir de ese momento ocurrieron dos hechos: por un lado, el lugar sería llamado por siempre como "La curva de Galvez". Por otro, se avecinaba una tragedia del automovilismo local.

Pasa Juan, paaa Ciani, vuela Mantinián




 Haber largado a las máquinas con diez segundos de diferencia, aseguran los entendidos, fue un grave error, cuando lo habitual hacerlo con al menos un minuto entre cada salida. Mientras Oscar estaba fuera de la cinta, Marcos Ciani y Juan Galvez lograron sortear la curva y seguir. Pero quien venía cuarto a bordo de su Chevroelt era Manuel Mantinián, que se encontró con el peor de los escenarios: el auto de Oscar ya estaba estacionado en la ruta y decenas de personas ocupaban el camino. El final era inevitable.


 "Recuerdo perfectamente como sucedió. Llego a esa curva de 90 grados y me encontré con el coche de Oscar cruzado y con mucha gente ayudándolo. Para no atropellarlo levanté el pie del acelerador, lo que motivó que mi máquina se descontrolara, rozara un mojón de la banquina con la rueda trasera y se levantara. Pasé por encima del coche de Galvez y di dos o tres vueltas", relató el propio Mananián a las pocas horas, mientras se recuperaba de unos pocos magullones en un sanatorio céntrico local.


 Pero a diferencia del derrape de Galvez, Nantinián cayó con su coche sobre la gente, con resultdos dramáticos: dos muertos y más de una docena de heridos, algunos de ellos de gravedad. Mientras Oscar, unos metros más adelante, reiniciaba su marcha sin prestar atención a lo ocurrido, comenzaban las primeras tareas de auxilio.

Manuel Mantinián (h), recuerdos desde el Polo




 Manuel Mantinián (h) tenía 8 años de edad cuando su papá sufrió el accidente en Bahía Blanca. Fue el único día que estuvo con él, ya que lo venía acompañando por todo el Gran Premio: ese día tomaba la comunión en Buenos Aires. Por esas cuestiones de la vida, Mantinián vive desde 1996 en nuestra ciudad, donde llegó como empleado que es de la empresa Dow, ejerciendo desde entonces funciones de gerente de producción de la firma PBB-Polisur, en el polo petroquímico. Aquel accidente de su padre de hace 50 años es parte de su vida.


 "Durante años se habló de esa historia en mi familia. Porque además el acompañante de papá era mi tío y todos los acompañabamos en las carreras del TC. Ese día yo tomé la comunión y no pude estar en Bahía, pero hablamos con papá la noche anterior y nos dijo que los esperábamos en el autódromo de Buenos Aires porque estaba convenido de poder ganar esa etapa", explica.


 Eso cuenta hoy este hombre que hasta sus 18 años de edad participó del equipo de su padre, dando una mano en cada carrrea. "Lo hice hasta 1968, en que papá se retiró del TC y yo empecé mi carrera de ingeniería", explica.


 "Este accidente fue la parte más negativa de su trayectoria, porque venía luchando el tercer puesto, que finalmente se adjudicó Oscar Galvez, su mejor posición en un Gran Premio. Despues saldría segundo en el de 1963, atrás de Carlos Pairetti", señala.


 Respecto al accidente propiamente dicho, Mantinián recuerda que su papá comentaba que no esperaba salir desde el centro, sino qdesde las afueras. Lo cierto es que debieron buscar la ruta 3 sin tener un plano de sus curvas.


 "Mi padre contaba que la gente además tapaba el cartel indicador de la curva. El piensa que por la velocidad que llevaba posiblemente se hubiera ido afuera, pero cuando estaba tratando de mantener el auto se encontró con Oscar saliendo con las dos cubiertas reventadas. Trató entonces de esquivarlo y ahí lo roza, agarra el mojón y vuelca", explica.


 A pesar de lo espectacular del accidente, Galvez se desentendió de la situación y reemprendió su marcha.


 "Mi padre estuvo enojado con Oscar por esta situación, porque no ayudó a nadie y siguió como si nada", asegura.


 A los pocos minutos de ocurrido el accidente, la mujer de Mantinián recibió un llamado telefónico desde Bahía, donde le dicen que entre los heridos estaba su marido y el acompañante.


 "Mo me acuerdo si le dijeron que estaban muertos o desaparecidos, pero si recuerdo que mi tía, hermana de mi mamá y casada con el acompañante y embarazada de su primer hijo, se desmayó", recuerda.


 Al día siguiente Mantinián estaba en su casa. Para entonces ya sabía las trágicas consecuencias de su vuelco.


 "Muchos de los heridos habían ido al lugar en bicicleta y el coche de papá se las rompió. Tiempo después llegaron a casa algunos reclamos y mi padre mandó el dinero para tres o cuatro bicicletas", recuerda.


 A partir de este hecho la relación entre Mantinián y Oscar quedó deteriorada, no así con Juan Galvez.


 "Juan era muy introvertido, pero siempre que papá hacía alguna reunión lo invitaba y venía. Entonces el barrio se conmocionaba y se juntaban cientos de personas frente a casa para saludarlo", rememora.


 A pesar del tiempo transcurrido, el ingeniero Mantinián mantiene viva la carrera deportiva de su padre. Por haber sido parte él mismo y por su pasión por las carreras.


 "Nunca había venido a Bahía Blanca hasta que la empresa me trasladó aquí. Viví en muchos países y tuve oportunidad de ver infinidad de carreras, incluso de fórmula 1. Ahora mi idea es quedarme aquí, donde me tratan muy bien y existen ciertas ventajas con otras ciudades, como la seguridad o la cercania con el mar y la sierra", agregó.

Norberto Copreni: con Mantinián de sombrero




 Aquel día en que se largó la última etapa del Gran Premio fue una jornada de fiesta para la ciudad. Por centenares los bahienses se arrimaron a la ruta para ver la salida de las cupecitas de Ford y Chevrolet. Norberto Copreni tenía entonces 20 años y junto con dos amigos del barrio San Martín decidieron llegarse hasta la "curva del cementerio", así la llamban entonces, para ver pasar las máquinas. No sabía que sería uno de los heridos más graves del accidente.


 "Me acuerdo que llegamos al lugar a las 4 de la mañana, para tener una buena ubicación. Hacía mucho frío y lo primero que hicimos fue prender un fueguito", recuerda hoy Norberto, quien se define como "uno de los sobrevivientes" de aquel hecho.


 Todo fue tan rápido para Copreni que le llevó tiempo recordar lo ocurrido: cuando quizo darse cuenta el techo del auto de Maninián lo golpeó tan fuerte en su cabeza que le costó 10 días salir de la conmoción cerebral, además de permanecer cuatro meses internados.


 "El auto de Mantinián nos agarró a muchos porque ese era el mejor para mirar, aunque era una imprudencia estar ahí. Yo, además del golpe en la cabeza, tuve la desgracia de caer sobre las brazas del fuego que habíamos prendido, así que también sufrí quemaduras"", recuerda Copreni.


 En su casa de Chiclana al 2000, Copreni recuerda que cuando vieron que se acercaba el auto de Oscar Galvez fue una fiesta, pero a los pocos minutos el coche siguió de largo.


 "Todos corrimos entonces a ayudarlo para que suba de nuevo a la ruta y tratábamos de empujarlo, en eso estábamos cuando pasaron Marcos Ciani y Juan Galvez, cuando Mantinián ya estábamos en la ruta y no pudo esquivarnos", recuerda.


 En el lugar no había ambulancias ni nadie de la organziación ya que se consideraba que ese sitio estaba fuera de la jurisdicción del Automóvil Club.


 "Mucho tiempo después pregunté como había sido todo y alguien me contó que a varios heridos nos tiraron "como bolsas de papa" arriba de una camioneta y de ahí nos llevaron al hospital", indica.


 Ya recuperado, Copreni fue al Automóvil Club Argentino tratando de conseguir algún reconocimiento por el accidente, pero fue inútil..


 "Nos dijeron que ellos no tenían ninguna responsabilidad porque eso era ruta libre y no había ningún seguro. Yo además perdí mi bicicleta y me robaron un reloj de oro de una marca muy buena", se lamenta..