Bahía Blanca | Viernes, 04 de julio

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"Otelo", un manjar para los seguidores de Cibrián-Mahler

El espectáculo musical Otelo, vagamente inspirado en William Shakespeare, permite a Pepe Cibrián Campoy y a Angel Mahler una nueva y suntuosa oportunidad de halagar la vista y el oído de sus fanáticos. Estrenada en El Nacional ante un público tan ansioso como seguro de lo que iba a encontrar una vez levantado el telón, Otelo modifica sustancialmente el texto shakespeariano, quita y añade personajes, modifica peripecias y trata de impactar a cada instante.

 BUENOS AIRES (Télam) -- El espectáculo musical Otelo, vagamente inspirado en William Shakespeare, permite a Pepe Cibrián Campoy y a Angel Mahler una nueva y suntuosa oportunidad de halagar la vista y el oído de sus fanáticos.


 Estrenada en El Nacional ante un público tan ansioso como seguro de lo que iba a encontrar una vez levantado el telón, Otelo modifica sustancialmente el texto shakespeariano, quita y añade personajes, modifica peripecias y trata de impactar a cada instante.


 Con un impresionante vestuario de René Diviú y una funcional escenografía del mismo, que incluye una tela flotante capaz de señalar el tono de cada cuadro, presenta a un Otelo afín a los personajes que el barítono Juan Rodó viene aportando.


 Son seres naturalmente atormentados a los que al actor y cantante resuelve con sus clásicos tonos bajos y el gesto crispado de mano alzada, y en esta oportunidad es un moro bastante ingenuo y presto a ser víctima del engaño.


 Hombre entero a la usanza clásica, cree en la rectitud, en la palabra, en la valentía, en la justicia, y es conducido por esa conducta a ser engañado --entre otros-- por Bianca (Lorena García Pacheco), una cortesana que finge un embarazo para casarse con él.


 Otro que lo traiciona es Yago (Diego Duarte), un lugarteniente que serpentea entre la mentira y la infamia con tal de concretar su odio hacia Otelo, sobre todo porque quiere quedarse con el amor de Desdémona.


 Bianca es un personaje que no estaba en el texto original y prácticamente ocupa todo el primer acto, y si bien Desdémona (Georgina Frere) aparece en ese lapso tiene su mayor importancia en el segundo, cuando se desarrolla la verdadera tragedia.

La dupla creadora




 Como en todo espectáculo de la marca Cibrián-Mahler, el segundo aporta una música funcional a las letras del primero, con estrofas cortadas, desdeñosas de la melodía y que eluden empeñosamente la rima.


 Cibrián es como autor absolutamente verborrágico, excedido, de una meticulosidad en los detalles que obliga a sus personajes a explicitar a viva voz sus sentimientos y eso quizá conspire para que la pieza dure más de lo normal.


 A diferencia de otros espectáculos donde las masas tienen protagonismo --El jorobado de París, por ejemplo--, en este caso se privilegia la acción (verbal) más íntima, con dos o tres personajes a lo sumo.


 Sólo en contadas ocasiones --el casamiento que cierra el primer acto, el carnaval veneciano que abre el segundo--, el elenco en pleno, que no es tan numeroso como en otras oportunidades, cubre la escena con algún sentido más que coreográfico.


 Además del desempeño maratónico del protagonista, Otelo ofrece voces potentes y expresivas: Frere entregó el timbre más grato de la noche y tanto Roberto Beto Cuello en el papel de Brabancio como Sergio Carusso como el Dux, se lucieron en sus varoniles registros.


 Otelo se puede ver en el teatro El Nacional (Corrientes 860), de miércoles a viernes, a las 20.30; sábados, a las 21.30; y domingos, a las 20.