Bahía Blanca | Martes, 08 de julio

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Atracciones a ciencia cierta

"Hay quienes tienen otros hobbies. Nosotros decidimos construir un museo". María Esther respondió con simpleza. No obstante, se siente extraño encontrar a un matrimonio de alrededor de 60 años que haya dedicado los últimos doce y la mayor parte de los ahorros de sus vidas a construir un Museo de Ciencia y Técnica para la ciudad.




 "Hay quienes tienen otros hobbies. Nosotros decidimos construir un museo".


 María Esther respondió con simpleza. No obstante, se siente extraño encontrar a un matrimonio de alrededor de 60 años que haya dedicado los últimos doce y la mayor parte de los ahorros de sus vidas a construir un Museo de Ciencia y Técnica para la ciudad.


 Pero existe.


 A disposición de quienes se sientan inquietos por los fenómenos físicos están los casi cien experimentos que se exhiben en las dos plantas de Zelarrayán 2528.


 María Esther La Plata y Carlos Santiago Andrés son sus propietarios, responsables y guías. Ella es geóloga recibida en la Universidad Nacional del Sur pero nunca ejerció, y se desempeñó como comerciante junto con su marido, quien se recibió de técnico electrónico.


 "Carlos tuvo una formación técnica de las de antaño y sabe muchísimo del tema", argumentó Esther --"Quety", para los cercanos-- sobre la pericia para construir todas y cada una de las piezas expuestas.


 "Nos llevó muchos años y los ahorros de nuestras vidas. Pero era lo que queríamos y está aquí", completa él.


El esfuerzo en una pasión







 El Museo de Ciencia y Técnica es un emprendimiento completamente privado del matrimonio Andrés, que abrió sus puertas en diciembre de 2006. Su gestación comenzó diez años antes.


 "Toda la vida estuvimos ligados a la educación y más aún a partir de nuestro negocio de materiales didácticos", contó él y dijo que, desde su experiencia como fabricante y vendedor de materiales didácticos ambos notaban un vacío en los canales de difusión de la ciencia.


 "Faltaba un espacio donde los alumnos de las escuelas pudieran experimentar a la vez de divertirse".


 Construirlo, consideró, lleva implícita una pasión que busca trascender.


 "Significa empezar a tratar con aquello que pocos miran, pero a la vez detenerse en lo que a diario nos sucede --intervino su mujer--; requiere preguntarnos cómo se forma un arco iris o por qué nuestra presión sube o baja y eso no lo responderá un shopping o un cine, sino un sitio de este tipo".


 Hacerlo posible, confesó, respondió a un deseo muy profundo.


 "Lo construimos entre los dos, solos. Sentíamos que no tenía por qué participar nadie más ni hacía falta. Y surgió este primer museo, que va a seguir en marcha, porque además de éste hay otros cinco en proyecto y mucho más en lista".


Un toque de historia.







 Los primeros museos de ciencia que se instalaron en el mundo se remiten a la década del 90 y un documental sobre el de Camberra (Australia) le entregó a los Andrés la inquietud en mano.


 Decididos, en 1996 viajaron a Barcelona para conocer el mejor modelo de museo de ciencia y técnica del cual tenían referencia.


 "Estuvimos allí durante una semana, dedicados exclusivamente a relevarlo y sacar la mayor cantidad de ideas posibles".


 Restaba lo más complejo: comenzar.


 Fueron tres o cuatro años dedicados a la realización de los primeros experimentos, y otros tantos, a la construcción del salón.


 Ahora, el Museo de Ciencia y Técnica de Bahía Blanca figura como uno de los tres existentes en el país, junto con el de Remedios de Escalada (que suma a sus materias Biología, Geología, Geografía e Historia) y el de Buenos Aires (enfocado al público infantil).


 Éste se halla dirigido al público desde edad escolar hasta universitaria y además de sus 760 metros cubiertos dispone de 1.100 metros más, para una futura ampliación.


 Se reparte en tres áreas: "Matemáticas (y algunas curiosidades)" y "Mecánica y ondas" --en la planta baja--; y "Percepción, óptica y electricidad", en la planta alta. Cada una se subdivide en diversos módulos.


 El área de Electricidad --aseguran quienes lo visitan-- existe en muy pocos museos de ciencia y técnica del globo y la Bobina Tesla que aquí se muestra resulta de excepción en el país.


 Funciona los fines de semana para el público en general, con una entrada de 9 pesos para los mayores de 6 años.


 De lunes a viernes se realizan las visitas guiadas para colegios. El recorrido completo dura tres horas y la entrada para los alumnos es de 7 pesos.


 Está suscripto a un convenio de colaboración mutua con la Universidad Nacional del Sur.



¿Vistoso? "Todos los experimentos son atractivos. Todos --asegura Esther--. Todo depende quien los observe.






 "Un alumno de escuela va a encontrar explicaciones fundamentales en una palanca, un péndulo o una polea que parecen aburridos, mientras que `La leyenda del ajedrez', `Vitrobius' o `Moebius', que combinan show con ciencia y arte seguramente atraerá a otra gente.


 "Más o menos divertido, lo importante es que todo lo que exhibimos aquí, existe", concluyó.