Charles Chaplin y su entrañable "El circo"
El próximo 25 de diciembre se cumplirán treinta años de la muerte de Charles Chaplin, un mito fundamental de la cultura del siglo XX.
Es bueno comenzar a recordarlo desde ahora. Y la exhibición de El circo, el próximo martes, a las 20, en el salón de actos del edificio del Rectorado de la UNS, es una excelente oportunidad.
La función es organizada por la secretaría general de Comunicación y Cultura de la UNS y el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires, Distrito X, y la presentación de la película, como todas las de este ciclo, estará a cargo de Alberto Freinquel.
Durante el rodaje de La quimera del oro (1925), la vida privada de Chaplin atravesó el borrascoso episodio de su boda con Lita Grey, de la que se divorciaría en 1927. La prensa inició, entonces, una furiosa campaña contra la "inmoral" conducta de este "judío extranjero".
"Y no es raro --señala el historiador Roman Gubern--, pues su personalidad era demasiado insobornable para ser tolerada por Hollywood, ni por las hipócritas ligas bienpensantes que tanto abundan en el país".
Rebelde e individualista.
Mientras la industria del cine de Hollywood hacía esfuerzos por lograr que los talentos creadores se amoldasen a su estructura conformista, Chaplin mantenía enhiesta su rebeldía y su individualidad.
Esos incidentes "domésticos" hicieron que la filmación de El circo (The circus, 1928) fuese muy lenta y explican -añade Gubern--, en parte, la frialdad con que fueron recibidas por el público las melancólicas desventuras y los amores circenses del genial vagabundo, que están impregnados de una amargura no ajena a los problemas de su vida privada".
El circo fue escrita, producida, dirigida y protagonizada por Chaplin. Junto a él aparecen Merna Kennedy, Allen García, Harry Bergman, Harry Crocker y Betty Morrissey.
Charlot deambula por una feria y es confundido con un ladrón. Perseguido por la policía, se refugia en un circo, donde se convierte en involuntario astro de la función. El súbito "éxito" de su también involuntaria actuación, convence al dueño del circo de incorporarlo a su trouppe en calidad de payaso.
Entabla amistad con la hija del propietario y buscará por todos los medios de hacerla feliz y protegerla del mal trato que le inflige el padre.
Como en todas las películas de Chaplin, también en El circo los gags poseen un presencia relevante. Pero el personaje sufre. Y sufre por causa de su bondad. Sólo hacia el final, cuando realiza algunas bufonadas subido a un alambrado, surge la risa.
En la primera entrega de los Oscar y a pesar de las adversas opiniones de la prensa, la Academia de Hollywood le entregó un premio especial por su versatilidad para producir, escribir, actuar y dirigir El circo.
Chaplin siempre sostuvo que a la película le faltaba algo. Quizás por este motivo no la mencionó en sus Memorias. Sin embargo, El circo roza la perfección y es uno de sus filmes más importantes. En especial en cuanto transmite con una notable pureza lo que llegó a ser en el esplendor final del cine mudo: la imagen del vagabundo chapliniano en sus aspectos más positivos, todavía no marcado por los grandes conflictos del mundo.
La gran depresión de 1929/1930 aclaró el punto de vista social de Chaplin y le permitió escapar del laberinto de espejos de las ilusiones burguesas. Nunca había aceptado las ilusiones, pero sí había evitado un choque frontal con los valores burgueses, de los cuales se burló ruidosamente en el final feliz de La quimera de oro.
Chaplin se hallaba capacitado para volver al tema de Vida de perro: el simple pero desolador contraste entre la abundancia y la pobreza. Lo aplicaría en Luces de la ciudad (1930/1931) y en Tiempos modernos (1936).
Homenaje.
Con sus películas, Chaplin hizo reir y llorar, pero por sobre todas las cosas, hizo pensar. Por eso, sus obras no pierden actualidad.
Según André Malraux, Chaplin "es el mito en estado puro". Para Laurence Olivier, su gran mérito fue haber creado "una mezcla única de buen humor velado de tristeza".
"A través de lo cómico, quise mostrar lo irracional que hay detrás de aquello que parece racional". Lo expresó en sus Memorias a propósito de Tiempos modernos.
En una entrevista en su casa a orillas del lago de Ginebra, hacia el final de su vida, dijo: "Me han querido y me han detestado. El mundo me ha dado mucho de lo mejor que tiene y un poco de lo peor. Quizás por eso no tengo reglas en mi vida, ni una filosofía. No soy un político, ni un filósofo, apenas un payaso. No quise mejorar a la humanidad sino divertirla... Hubo un solo miedo que nunca sentí: el de vivir. Creo en la libertad, es mi único credo político; estoy por los hombres, esa es mi naturaleza; no creo en la técnica, en las cámaras paseando alrededor del ombligo de las estrellas. Creo en la mímica. Creo en el estilo".
Así quiero recordar a Chaplin, quien en otra oportunidad, sin bigote y sin galera, también dijo que "la vida es una deuda con el amor".
Agustín Neifert