Bahía Blanca | Jueves, 17 de julio

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Comedia, romántica y un alegato sobre la aceptación del otro

Es el segundo largometraje de Juan Taratuto (36 años), un director proveniente de la publicidad y casado con la actriz Cecilia Dopazo. El primero fue No sos vos, soy yo, también protagonizado por Diego Peretti, en el personaje de un cirujano y disc jockey que es abandonado por su flamante esposa (Soledad Villamil), una mujer-monstruo empeñada en enloquecer a su despistado marido.




 Es el segundo largometraje de Juan Taratuto (36 años), un director proveniente de la publicidad y casado con la actriz Cecilia Dopazo.


 El primero fue No sos vos, soy yo, también protagonizado por Diego Peretti, en el personaje de un cirujano y disc jockey que es abandonado por su flamante esposa (Soledad Villamil), una mujer-monstruo empeñada en enloquecer a su despistado marido.


 En ¿Quién dice que es fácil? se llama Aldo Liberato, un hombre de barrio, propietario de un lavadero de automóviles, solitario, introvertido, inseguro y poco hábil para establecer relaciones con las mujeres.


 Vive en una casa que dividi en dos sectores: uno lo ocupa él y el otro lo alquila. Y tiene dos amigos, obsesos sexuales, cuyo único tema de conversación son las mujeres desde un puntos de vista estereotipado.


 Aldo quedó huérfano de madre cuando tenía cuatro años y el padre lo crió a los tropezones. Desde los ocho años se hizo cargo de las quehaceres de la casa, lo que lo convirtió en un hombre estructurado, maníaco, machista y autoconvencido de que posee todo bajo su estricto control. Consumido por los prejuicios, recurre a su abogado en calidad de psicoterapeuta.


 Que ese control es sólo una fantasía suya, se pone en evidencia cuando aparece en el ruedo una joven de profesión fotógrafa, dispuesta a alquilar el departamento, a la sazón desocupado.


 Andrea --ése es su nombre- es un "espíritu libre", que durante los últimos quince años vivió en distintos países (Estados Unidos, Brasil, España) y tuvo --según su confesión-- veinticuatro noviazgos que terminaron en la nada. Está embarazada, pero no sabe a ciencia cierta quién es el padre, lo que habla de su extrema liberalidad.


 Aldo y Andrea son el día y la noche. Pero lo que en la vida cotidiana es difícil que ocurra --como reza el título--, en el cine es posible. Ambos no tardarán en enamorarse el uno del otro. Aldo porque tiene un déficit casi infinito de cariño y la presencia de Andrea le trastorna la cabeza, a pesar que siempre procuró esquivar el amor; ella, porque se cansó de las búsquedas por el mundo y halló en su vecino a un ser distinto, plagado de problemas, es cierto, pero de buen corazón.


 La otra cuestión que altera su espíritu es no saber la identidad del padre biológico del hijo en camino de Andrea. Esto lo obsesiona y es un tema que se agrava a medida que pasan las semanas y se acerca la fecha del parto.


 Se puede calificar a la película se psicocomedia romántica, porque contiene humor, gags y las cuestiones psicológicas están a flor de labios y de imagen. Inclusive con cierta predisposición didáctica respecto de la aceptación del otro.


 A partir de este interesante guión de Pablo Solarz (Historias mínimas), Taratuto buscó casi afanosamente articular emociones y en muchos tramos logra, con algunos golpes de efecto, pero también con autenticidad, una mirada preferentemente cálida sobre sus protagonistas y con una innegable capacidad narrativa.


 Son buenas las actuaciones de Carolina Peleritti y Diego Peretti. En el caso de él, es lícito pensar que su condición de médico psiquiatra en la vida real le proporcionó fundamentos para transitar los ajetreados laberintos de su personaje.


 Por la propia evolución de la trama y la manera de resolver el conflicto dramático, el último tema musical no era necesario e incluso resulta molesto y trivial. Como también lo es la última escena, en concordancia con los créditos del filme, que pretende revelar un cambio en la psicología de los amigos del protagonista.