Bahía Blanca | Jueves, 09 de mayo

Bahía Blanca | Jueves, 09 de mayo

Bahía Blanca | Jueves, 09 de mayo

La arquitectura también cuenta nuestra historia

Definida como un arte público, la presencia de la arquitectura en la ciudad no pasa inadvertida, pues cada obra muestra su cara al paseante, mediante una expresión artística que también es parte de la evolución del mundo. Cada uno de los estilos que pueden advertirse al recorrer las calles responde a condiciones propias de su tiempo, a situaciones sociales, económicas y políticas, entre otras, que encontraron también en el arte una buena manera de manifestar esos sentimientos.
La arquitectura también cuenta nuestra historia. La región. La Nueva. Bahía Blanca


 Definida como un arte público, la presencia de la arquitectura en la ciudad no pasa inadvertida, pues cada obra muestra su cara al paseante, mediante una expresión artística que también es parte de la evolución del mundo.


 Cada uno de los estilos que pueden advertirse al recorrer las calles responde a condiciones propias de su tiempo, a situaciones sociales, económicas y políticas, entre otras, que encontraron también en el arte una buena manera de manifestar esos sentimientos.


 Por otra parte, existen edificios destinados a determinados usos que manifiestan también las diferentes etapas en el desarrollo de una ciudad. Monumentales inmuebles destinados a entidades bancarias, hoteles, teatros o mansiones particulares reflejan de buena manera los años de prosperidad o las épocas de crisis de un lugar.


 Por eso, en estos 178 años de vida de nuestra ciudad, visitamos algunos de esos edificios emblemáticos, capaces de contarnos con su sola presencia, gran parte de la evolución de esta ciudad que nació como un fuerte de campaña en un sitio privilegiado de la geografía argentina.

El Palacio Municipal




 Ubicado en la primera cuadra de calle Alsina, el Palacio Municipal ofrecía, a comienzos del siglo XX, testimonio de la fuerza que comenzaba a tener Bahía Blanca.


 La decisión de reemplazar la vieja casona municipal por una monumental edificio correspondió al intendente Rufino Rojas, quien colocó la piedra fundamental de la obra el último día de su mandato, el 31 de diciembre de 1904.


 El proyecto fue resultado de un concurso nacional, el primero en su tipo en la historia local, ganado por los arquitectos Ceferino Corti y Emilio Coutaret, y la obra fue adjudicada al constructor Nicolás Pagano, residente en nuestra ciudad.


 "No vemos la necesidad de construir un palacio oriental habiendo tantas otras necesidades", publicó un diario opositor de la época.


  El nuevo edificio comenzó a ocuparse en 1909, en una habilitación "silenciosa, sin discursos, ni champán ni ruidos", y hoy es, sin dudas, un claro símbolo del primer cambio edilicio local.

Barrio Inglés




 Son tantos que se complica a la hora de elegir uno. Hablamos de los edificios construidos en Bahía Blanca por las empresas inglesas que durante más de 50 años fueron claves para el desarrollo de la región. Propietarias del ferrocarril y de los puertos de Ingeniero White y Galván, tanto la compañía del Ferrocarril del Sud, como el Bahía Blanca Noroeste y el Buenos Aires al Pacífico dejaron con su arquitectura ferro-portuaria la marca de una actividad que resultó motor y vida del crecimiento local.


 Los ingleses fueron concesionarios de los servicios de agua, gas, energía, alumbrado público y tranvías. Para ejemplificar ese paso, elegimos las viviendas del barrio inglés, sitas en calle Brickman entre Donado y la avenida Colón, y la usina de Brickman y Donado (1908), testimonios ambos del paso de quienes fueron protagonistas de la revolución industrial que cambió para siempre el funcionamiento del mundo.

Colegio centenario




 Ninguna ciudad podía darse corte de moderna y culta sino disponía de colegios secundarios. De allí la constante búsqueda para que se abrieran aquí esos establecimientos. Por eso la satisfacción que significó la inauguración, en abril de 1906, del colegio nacional, creado a instancias del senador Manuel Láinez. Luego de su modesto primer año funcionando en una casona de calle Rodríguez con un único curso de 21 alumnos, el colegio se fue posicionando como uno de los más importantes de la provincia.


 Establecido luego en la segunda cuadra de calle Sarmiento, su frente aún luce la fachada neoclásica diseñada por el arquitecto Joaquín Saurí, profesional catalán llegado precisamente a nuestra ciudad para ocupar el cargo de vicerrector del establecimiento en 1907.

Club social




 En 1906 un grupo de vecinos de la ciudad dejó fundado el club Argentino, un espacio social propio de una sociedad que pretendía compartir su tiempo de ocio y recreación en un ambiente adecuado.


 La sede social que en 1910 construyeron en la esquina de la avenida Colón y Vicente López es muestra contundente de el nivel que por entonces tenía cierto sector de la sociedad bahiense, la mayoría de ellos comerciantes, industriales y hombres de campo.


 Diseñado por el arquitecto Alberto Coni Molina y construido por la sociedad de los hermanos Nicolás y Gerardo Pagano, el edificio del club fue declarado patrimonio arquitecto nacional y conforma una de las construcciones emblemáticas de la ciudad.

Galería Peuser




 Apenas despuntaba el siglo XX cuando algunos empresarios porteños pusieron sus ojos y sus dineros en Bahía Blanca, convencidos de su enorme potencialidad. Uno de ellos fue Jacobo Peuser, dueño de una prestigiosa imprenta y editorial, quien decidió levantar un palacete en la primera cuadra de calle O'Higgins, que sirviera, su planta baja, para alojar comercios, y el resto con locales para ser alquilados como escritorios (oficinas).


 La bautizada "Galería Peuser" apareció entonces con su fachada de líneas neoclásicas afrancesadas, su cubierta en mansarda y una ligera decoración. Su construcción habla a las claras de la demanda que comenzaban a realizar los profesionales locales y la tendencia a recurrir a una arquitectura que entonces hacía furor en Buenos Aires.

Teatro Municipal




 A principios del siglo XX Bahía Blanca vivía con culpa la carencia de un teatro adecuado a su condición de gran ciudad. Este tipo de edificio daba cuenta al visitante de qué valores tenían los habitantes de un lugar. Por eso el cierre, en 1908, del Politeama Argentino, en calle O'Higgins 70, única sala teatral de importancia, alentó aún más a las autoridades municipales a la ejecución de un espacio para ese fin.


 La compra que en 1909 realizó el intendente Jorge Moore de la llamada quinta Erize, delimitada por calles Alsina y Belgrano, entre Dorrego y Corrientes, permitió disponer de un terreno propio para su emplazamiento. Correspondió luego al intendente Valentín Vergara citar a más de cien vecinos para que compraran los bonos de ejecución de la obra y contratar el proyecto con los arquitectos suizos Jacques Dunant y Gastón Mallet.


 La obra, licitada y adjudicada al constructor Francisco Luisoni, tiene lineamientos neoclásicos con inspiración francesa. El bautizado teatro Municipal fue inaugurado el 9 de agosto de 1913, con la representación de la ópera Aída. Desde entonces sirvió para la actuación de prestigiosas figuras del arte, por caso Vitorio Gasman, Blanca Podestá, Lola Membrives, Paulina y Berta Singerman, Florencio Parravicini, Carlos Gardel, Alfonsina Storni, Almafuerte, Belisario Roldán y Luis Sandrini, entre tantos.

El "banco-cofre"




 La llegada de los bancos da cuenta del poderío económico que comenzaba a tener la ciudad entre fines del siglo XIX y principios del XX.


 En la actualidad, Bahía Blanca tiene en su arquitectura bancaria una de las riquezas más importantes de su patrimonio y un testimonio irrefutable del crecimiento experimentado en las primeras décadas del siglo pasado.


 Un edificio que da cuenta de esa situación es la segunda sede construida por el banco de la Nación argentina, inaugurada el 17 de enero de 1921 en la esquina de Estomba y Moreno. La obra sigue el diseño propio de este tipo de entidades, un lugar cerrado, "para ocultar el manejo de las riquezas y defenderlas", una especie de "banco-cofre" donde estaba seguro el dinero de la gente. El día de su inauguración se aseguró que como obra bancaria era "de las más perfectas del país".

Llega el cine




 En la década del '20 la industria del cine comenzó a conmover definitivamente al hombre. Las mejoras técnicas que incorporaron el sonido y la necesidad de dar comodidad a los miles de espectadores, derivó en la aparición de lujosas salas de cine, resueltas con cierto aire de hoteles, con impactantes halls de acceso, butacas pullman, pesados cortinados que daban calidez y acústica al ambiente y valiosos pisos de pinotea.


 En nuestra ciudad acaso el modelo por excelencia de esa época es el edificio que ocupara, entre 1932 y 1991, el Palacio del Cine, en calle Chiclana 174. Diseñada su fachada por el ingeniero Francisco Marseillán, su estilo art decó es propio de este tipo de ambientes relacionados con el ocio, la diversión y el entretenimiento. Esa fachada se revaloriza aún más si se considera que fue realizada de manera contemporánea con la aparición del art decó en el mundo.

Más cerca del cielo y con el arribo de los shoppings




 A partir de la década del '50 la ciudad comenzó a experimentar su última gran transformación con la aparición en su geografía urbana de los edificios en altura, llamados entonces "rascacielos".


 Su advenimiento señaló la modernidad propiamente dicha, ya que en todo el mundo este tipo de construcción se relacionaba con el progreso y el poder. Uno de los primeros y más atractivos rascacielos de la ciudad fue el Taberner, construido entre 1955 y 1959 en la esquina de calles O'Higgins y Brown, según un proyecto del arquitecto Manuel Mayer Méndez.


 Sus fachadas, con diferentes tonalidades, la generosidad de sus espacios y su reminiscencia art decó dan cuenta de un diseño que abrió de muy buena manera el lenguaje en altura en la ciudad.

Las grandes superficies




 A fines de la década del '90 llegaron a Bahía Blanca los shoppings, con una propuesta comercial y arquitectónica que puede verse en todo el mundo con similares características funcionales.


 Su aparición generó varios debates. Por un lado debido a su implantación, en la flamante avenida Sarmiento (actual Alberto P. Cabrera) y, por otro, por la fuerte competencia que significó para los comercios del microcentro. Edificios cerrados y dotados de todo el confort, donde caminar por su interior no ofrece una relación del paseante con el entorno, su llegada también significó reconocer la riqueza comercial de nuestra ciudad y su zona de influencia.


 "La mirada recorre las calles como páginas escritas: la ciudad dice todo lo que deben pensar, te hace repetir su discurso, y mientras crees que la visitas, no haces sino retener los nombres con los cuales se define a sí misma y a todas sus partes". De "Las Ciudades Invisibles", Italo Calvino.

Mario Minervino/Especial para "La Nueva Provincia"