Bahía Blanca | Sabado, 19 de julio

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Almodóvar, las mujeres y la muerte

"En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme", escribió Cervantes en El Quijote. Pero Almodóvar sí recuerda el suyo, por lo menos el de esta historia. Se llama Alcanfor de la Infanta, un pueblo azotado por el viento solano, cercado por modernos molinos de viento que anuncian los eternos retornos y plagado de supersticiones, donde las viudas cuidan las lápidas de sus maridos para "pasar sus horas muertas".


 "En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme", escribió Cervantes en El Quijote. Pero Almodóvar sí recuerda el suyo, por lo menos el de esta historia. Se llama Alcanfor de la Infanta, un pueblo azotado por el viento solano, cercado por modernos molinos de viento que anuncian los eternos retornos y plagado de supersticiones, donde las viudas cuidan las lápidas de sus maridos para "pasar sus horas muertas".


 Tras la oscura, crispada y errónea mirada al pasado que fue La mala educación, Almodóvar "vuelve" al género en el que mejor se desenvuelve: el melodrama clásico. Este "regreso" es uno de los tres significados del título.


 "Esta película --comentó Almodóvar en Cannes-- marca para mí un retorno a mis raíces más profundas, una reconciliación con mi infancia, con una época (feliz a veces, infeliz otras) que yo creía ya cerrada y que me ha sorprendido".


 "Este filme es como si me hubiera detenido un momento a mirar hacia atrás y hubiera hallado memorias dulces, cálidas, de esas mujeres a quienes escuchaba hablar y cantar y que fueron parte esencial de mi formación dramática".


 Y por aquí se cuela la letra del tango de Gardel y Le Pera: "Vivir con el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez", que "entona" (con ritmo flamenco y la voz de Estrella Morente) la protagonista, en el momento más festivo de la historia.


 La película abre con una secuencia luminosa a pesar del escenario, en la que se observa a un grupo de mujeres de todas las edades limpiar las tumbas de sus maridos o familiares, mientras canturrean temas populares de La Mancha. ¿Una celebración de la muerte?


 No exactamente, porque los vivos están muy vivos, mientras una madre "muerta" se atreve a "volver" (otro significado del título) a la vida para compartir con sus hijas lo que no pudo disfrutar en su momento. La maternidad es, precisamente, uno de los temas claves de este filme.


 La muerte no ha sido un tópico del cine de Almodóvar. Lo fueron el deseo, el sexo, el incesto y los crímenes pasionales, pero no la muerte. Sin embargo, en este caso aborda el tema y lo hace sin ánimo de transitar la tragedia, que tampoco se excluye.


 "Vivos y muertos conviven sin estridencias --señaló el director--, provocando situaciones risueñas. Es un filme sobre la cultura de la muerte en mi Mancha natal. Mis paisanos la viven con una naturalidad admirable. El modo en que los muertos continúan presentes en sus vidas, la riqueza y la humanidad de sus ritos hace que los muertos no mueran nunca. Volver destruye los tópicos de la España negra y propone una España tan real como opuesta".


 La protagonista es Raimunda (Penélope Cruz). La historia se narra desde su punto de vista. Nació en Alcanfor de la Infanta, pero vive en Madrid con su marido borrachín y su hija adolescente Paula (Yohana Cobo), que se llama igual que la adorada tía (Chus Lampreave), a la que visita periódicamente en compañía de su hermana Sole (Lola Dueñas), peluquera "ilegal" y separada, sin perspectivas de un cambio de vida.


 A estos personaje se agrega Agustina (Blanca Portillo), una amiga de la tía, a quien la atormenta el enigma de la desaparición de su madre, el mismo día que mueren "abrazados" en un incendio, Irene (Carmen Maura) y su marido: los padres de Raimunda y Sole. Pero el misterio se develará pronto, con el "regreso" (el tercer significado del título) de Irene.


 En el contexto del filme se mencionan --sin mostrar explícitamente-- subhistorias de adulterio, de incesto, duelo y muerte. También hay un crimen, al estilo de lo que ocurría en El suplicio de una madre (1945), de Michael Curtis, con Joan Crawford, en la que una madre y su hija asumían la responsabilidad del asesinato del hombre de la casa.


 Volver es un universo de mujeres. Las hay francas, tenaces, obsesionadas, culpables, víctimas y victimarias, equivocadas pero capaces de reconocer sus errores y casi siempre "solas de hombres".


 "Entre nosotras nos apañamos bien", se escucha decir. "Buenas cuando son buenas y mejores cuando malas", según expresa otro dicho. Porque los grandes ausentes de este filme son los hombres. Los que aparecen o se mencionan --salvo dos-- son borrachos, abusivos y/o cobardes.


 Almodóvar mezcla la comedia con el suspenso y el culebrón, porque el pastiche fue siempre una especialidad del director.


 Volver es una suerte de telenovela necrofílica de las cuatro de la tarde con formato de lujo. Pero esto no le inhibe a Almodóvar criticar a la televisión basura (o telebasura, como dice en la película), en cuanto barniza el morbo con matices de interés social.


 Lo que no se puede dejar de reconocer es el talento de Almodóvar para narrar con imágenes y su capacidad para dirigir a sus actores. En este caso, obtiene excelentes resultados de Carmen Maura, Blanca Portillo y Lola Dueñas.


 También de Penélope Cruz, quien recuperó su buena imagen luego de su traspié en Hollywood, donde ofició de lamentable "latina multiuso". Pero de aquí a compararla con la gran Ana Magnani, parece un exabrupto y una ofensa a la memoria de la protagonista de Roma ciudad abierta, Bellísima y de tantos otros títulos inolvidables.

Calificación: 8

Agustín Neifert/Especial para "La Nueva Provincia"