Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

Bahía Blanca | Sabado, 05 de julio

La fe mueve multitudes hasta Salta --------------------------- ¿Milagros en un cerro salteño?

* Desde 1990, María Livia Galliano asegura que recibe manifestaciones de la Santísima Virgen. En una de ellas, le pidió un santuario en un cerro salteño, al que hoy acuden miles de peregrinos que oran y suplican. * Cada sábado se viven la Jornada de Rezo del Santo Rosario y la Oración de Intercesión. Entre las 12 y las 17, se congregan visitantes de todo el país y el exterior.

* Desde 1990, María Livia Galliano asegura que recibe manifestaciones de la Santísima Virgen. En una de ellas, le pidió un santuario en un cerro salteño, al que hoy acuden miles de peregrinos que oran y suplican.
* Cada sábado se viven la Jornada de Rezo del Santo Rosario y la Oración de Intercesión. Entre las 12 y las 17, se congregan visitantes de todo el país y el exterior.
* Son numerosos los testimonios, muchos de ellos bahienses, que aseguran que, tras ser tocados por esta mujer, cayeron en lo que llaman el sueño del espíritu y que han podido atenuar o doblegar enfermedades muy severas.


Ricardo Aure
"La Nueva Provincia"












 Una mano derecha, una oración. Un hombro izquierdo, el desmayo, el sueño del espíritu, el llanto, la fe.


 La mano de María Livia se posa sobre el hombro de Miriam Alvarez. Ambas rezan. Es un instante, hasta que Miriam cae de espaldas sobre las manos de un voluntario.


 La escena se multiplica en otra tarde de sábado. Es invierno, pero allí, en lo alto, el calor y la calidez humana parecen eternos.


 Miriam tarda en ponerse de pie. Llora de cara al cielo y, cuando logra pararse, retoma el sendero abierto en el monte. Y lo recorre, en silencio, como todos. Y sonríe, serena.


 Muchos metros más abajo, mientras la ciudad se pierde entre la bruma, esta joven salteña de 35 años cuenta que, desde 2001, viene cada sábado y que así ha podido vencer la depresión.


 La acompaña Gladis Palacios de Cruz. Tiene 71 años y baja apoyada en un bastón. Ella también se "durmió" cuando María Livia le tocó el hombro y cree, como tantos, en que los milagros se repiten en el santuario.

Pruebas bahienses.




 --Yo también me caí cuando me tocó. Reconozco que dudaba, hasta que vi cómo unos papás, con sus bebés en brazos, también se desplomaron y entraron en ese maravilloso sueño del espíritu --señala María Alejandra Trossero, después de haber recorrido los casi 2.000 kilómetros, al cabo de unas 30 horas de colectivo, que separan a Bahía Blanca de Salta.


 María tiene 44 años, 5 hijos y vive en Villa Floresta. Cuenta que afrontó dos operaciones en su lucha contra el cáncer de mama y que, poco después, padeció un cáncer de tiroides. Estuvo más de 10 meses con un hilo de voz.


 Patricia, una hermana que está en Buenos Aires, le comentó lo que sucedía en Salta y aceptó viajar.


 --Un viernes, fuimos a misa, en el convento de las Carmelitas Descalzas. Allí estaba María Livia y sentí que me observaba. A la salida, se me acercó y, como pude, le conté mis penas. Me tomó la mano, dijo que rezaría por mí y que estaría muy bien. También le rogué por un amigo, Julio, quien había estado con ella, pero me advirtió que por él había poco por hacer. Julio vivió casi un año más de lo calculado por los médicos.


 Al día siguiente, María Alejandra acudió al santuario. Asegura que no esperaba milagros.


 --Tuve una gran paz. Al regresar a Bahía, seguí con muy poca voz, hasta que una tarde, mientras estaba con Sofía, una de mis hijas, de repente pude escucharme y comencé a hablar con fuerza. Recuperé el 90 por ciento del habla y, cuando fui a Buenos Aires, para examinarme, el médico consideró que era un milagro.


 Marcela Monaldi viajó en abril último. Se le había diagnosticado un tumor en el tálamo izquierdo. Tras su encuentro con María Livia, sufrió malestares, pero el médico que la atendió en uno de los puestos sanitarios le explicó que podía tratarse de los signos residuales de la oración de intercesión.


 --Una vez en Bahía, la resonancia magnética de control probó que el tumor no había evolucionado --precisa Marcela, bioquímica, de 42 años, quien no llegó al sueño del espíritu, pero dice que experimentó una profunda paz interior que consolidó su fe cristiana.


 En qué momento Dios hizo su obra, Marcela dice que no puede saberlo, pero sí es claro que el tumor, a nueve meses del diagnóstico, no ha crecido y que está segura de que su fe la ayudará a sanarse.

* * *






 Emilia Conde, de la comunidad de San Antonio en Padua, en Villa Rosas, conoce otros lugares donde se ha manifestado la Virgen, pero el de Salta la sorprendió por el orden, la austeridad, el silencio y la oración.


 --Cuando quedé frente a María Livia, sentí, pese a mi voluntad, que me caía hacia atrás. Pensé que el golpe afectaría mi columna deteriorada por una severa escoliosis. Traté de abrir los ojos, pero no pude y surgió una gran pantalla luminosa que mostraba, sobre el margen derecho, la radiografía de mi torcida columna que se partía. Hasta percibí el ruido de mi cuerpo. En el suelo, fue como que todo se soldaba y terminaba unido en forma recta. No volví a tomar los medicamentos que ni siquiera aliviaban los dolores que ya dejé de sufrir.


 Emilia sostiene que permaneció 25 minutos en ese estado de descanso espiritual y que, más allá de la experiencia relatada, aún disfruta del "gozo espiritual de haberse sentido un escalón más cerca del cielo".


 Idéntica reflexión comparte Magdalena Schberti, coordinadora de catequesis en San Cayetano.

En camino.




 Siete pesos cobrará Carlos para ir desde el centro hasta el pie del cerro. En el camino, el taxista (quien no se sorprende por la multitud que marcha con el mismo destino) dice que hubo sábados con más de 10 mil personas.


 --La gente llega con gran esperanza, porque hay muchos casos de enfermos que vieron a esta mujer y empezaron a sanarse. Yo conozco a varios, pero el más fuerte es el de un chiquito de Mendoza con cáncer. Estaba desahuciado y hoy está bien.


 Desde la base del cerro, el camino sólo se hace a pie y en silencio. Paso a paso, sobre piedras y viejas raíces. Poco a poco, Salta puede verse, siempre linda, desde lo alto. Los peregrinos avanzan. Celia Brandán ofrece agua y la doctora Yolanda Sánchez, asistencia. Ambas rezan el rosario.


 Jóvenes de transparentes miradas, con un pañuelo celeste al cuello, conforman la legión de voluntarios salteños y tucumanos que colabora. En la cima, sólo se cantan temas religiosos.


 Decenas de colectivos y autos, llegados desde diversos puntos del país, se encolumnan en un playón. Sólo los enfermos y los más ancianos pueden ser llevados hasta el santuario.


 Unos cantan, otros rezan. Muchos llevan en sus pechos las fotos de los seres queridos por los cuales vienen a implorar.


 La espera para recibir la intercesión se cumple en largos bancos de madera prolijamente dispuestos en torno de una explanada, entre árboles muy añejos.


 Todo el ambiente está limpio y ordenado. Hay baños y cestos para los residuos. Tampoco se fuma y, cuando es necesario hablar, se lo hace en voz baja y con sumo respeto.
También hay sacerdotes que confiesan y se celebran misas.

* * *







 Félix Osvaldo Arroyo tiene 49 años y camina por el sendero abierto en el monte. Lo acompaña Fabio, su hijo. Los dos fueron a agradecer por la salud de una sobrina que tiene 29 años y que hace poco más de uno, desde que vino al santuario, comenzó a superar un cáncer de mama.


 --Gracias a la Virgen y, claro, a la intercesión de la señora María Livia, Elizabeth está con vida y mejor. Ella es madre de dos chicas y vive en Salta, ¿sabe? --se limita a decir Félix.


 Liliana, quien hasta 1971 vivió en Punta Alta, llegó desde la bonaerense Pilar, con una de sus hijas, María de La Paz, quien cumplía 23 años. Ese viaje a Salta era el regalo que había pedido, estimulada por su hermana, quien ya había vivido dicha experiencia.


 --Vinimos con mucha devoción y estamos conmovidas. Cuesta encontrar palabras para describir qué se siente aquí --comenta Liliana, a punto de completar el descenso.


 Lucía es tucumana y tiene seis hijos.


 --Vine para agradecerles a la Virgen y a María Livia. Ellas me ayudaron cuando Jorge Alejo, que ahora tiene 3 años, se quebró un brazo en seis partes y se recuperó. También vine por Lucía Marisol, quien nació, prematuramente, con un edema pulmonar. Estuvo muy grave, pero salió.


 
* * *





 Desde el mediodía, las filas confluyen en el santuario. Emocionan las abuelas que suplican por sus nietos y la voluntad de los que llegan en sillas de ruedas o en muletas.
Los organizadores estiman que hay seis mil peregrinos, pero que el próximo sábado, con los contingentes de la Capital Federal, serán más del doble.



 María Livia es de estatura mediana y lleva una larga pollera gris, zapatillas y una capucha azul. Tras cada serie de intercesiones, su marido la acompaña a tomar agua, pero vuelve enseguida.


 Para las 17.15, cuando ha tocado con su mano derecha a cada uno de los que la fueron a ver, se arrodilla y reza por 12 minutos. Después, agradece y parece el final. Parece, porque hay tres peregrinos que acaban de llegar extenuados y suplicantes. Ella los espera y los recibe. Uno de ellos se hunde en el sueño del espíritu.


 La tardecita se acerca al crepúsculo y todos se unen en el descenso. Muchos se llevan algunos de los cientos de rosarios que cuelgan de una vieja tusca, junto a la capillita. Caminan callados. El silencio lo dice todo.


"En medio de una inmensa luz"









 --Yo soy la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús --se anunció la Virgen, en 1990, ante María Livia Galliano de Obeid, madre de tres hijos y abuela.


 "Escucha una voz interior que le habla, extraordinariamente hermosa, y que se presenta como la Madre de Dios. De inmediato, produce un cambio en su corazón. Estos coloquios se suceden con frecuencia", se señala en el sitio de Internet www.inmaculadamadre-salta.org.


 "En medio de una inmensa luz, se le aparece una joven de unos 14 años. Sus ojos son de color azul mar, grandes y profundos. Tiene sus manos y brazos extendidos hacia abajo, desde donde salen purísimas luces que se extienden como rayos de cristal. Lleva un vestido blanco purísimo, un manto azul con destellos verdosos y cubre su cabeza con un velo blanco. Apoya sus pies descalzos sobre una pequeña nube que permanece a pocos centímetros del suelo", prosigue la descripción.


 María Livia no dudó de que Ella es la Bienaventurada Virgen María y por tres días no comió y apenas pudo tragar su saliva. Al principio, nada comentó, aunque sintió un inmenso deseo de recogimiento y una gran felicidad. Poco tiempo después, confió sus vivencias a un pequeño entorno familiar.


 --¿Me recibes en tu casa?. ¿Aceptas compartir tu hogar conmigo? --le preguntó la Virgen.


 --Madre, acepto. Ven y comparte todo mi hogar. Es tuyo, te pertenece a partir de hoy. Te lo entrego.


 --Dios tiene designios sobre ti desde toda la eternidad. ¿Aceptas esto de parte de Dios? --le dijo la Virgen, siempre en la intimidad del hogar. También le transmitió varios secretos con pedidos expresos. Algunos se cumplieron inmediatamente, otros, más adelante, pero debieron guardarse hasta el momento en que Ella lo manifestara.


 Durante cinco años, María Livia mantuvo riguroso silencio y se entregó a su confesor, obedeciéndole en todo.


 "En este período, la obra crece en espíritu. Es un tiempo de profunda preparación interior, un peregrinar sin interferencias humanas guiada en el silencio por la Virgen y el Señor", se expresa en la página web.


 El 1 de abril de 1995, mientras rezaba el Vía Crucis, en su dormitorio, la salteña vio, delante del sagrario de su parroquia, el Corazón de Jesús. Tenía una profunda herida y, cuando latía, salía una gruesa gota de sangre que se derramaba.


 --Yo soy el Sacratísimo Corazón Eucarístico de Jesús. Adoradme perpetuamente en reparación --le dijo, y le dictó una oración para ser rezada a los pies del sagrario.


 El 16 de noviembre de 1995, la Virgen le pidió ir al monasterio San Bernardo de las Carmelitas Descalzas de Salta, para que ellas fueran transmisoras de sus mensajes, comunidad que adopta espiritualmente a María Livia y la sostiene con sus oraciones.


 --Hija mía: Yo soy tu escudo. Mi escapulario te protege. Hay muchas espinas en tu camino. Para mitigar el dolor de tus pasos, pondré abundante cantidad de rosas sobre ellas. Yo estoy a tu lado. El triunfo es seguro --le expresó, el 14 de agosto de 1996.


 Así se le solicitó al arzobispo de Salta, monseñor Moisés Julio Blanchoud, la autorización para publicar el libro con los mensajes recibidos, la que fue otorgada el 30 de octubre de 1997.

El santuario.




 --Edificadme un santuario elevado, para que se cumpla lo que te revelé --le indicó la Virgen, en marzo de 2000, y el 8 de diciembre de ese año, le pidió que hablase con el obispo. Ese mes, fue recibida por el arzobispo Mario Antonio Cargnello.


 La obra se inició en mayo de 2001, con el rezo del rosario, los sábados, en la cima del cerro elegido por la Santísima Virgen, a cuyos pies está el barrio Tres Cerritos.


 Para julio de 2001, se consolidó una senda de acceso y se acarreó manualmente el material para la construcción de la actual ermita. Entre agosto y octubre de ese año, se abrió un precario camino para autos.


 El 8 de diciembre del 2001 se entronizó la imagen de Nuestra Señora La Inmaculada Madre, en la ermita, gestada íntegramente en el Convento San Bernardo.


 Las peregrinaciones se suceden desde todas partes y son organizadas por misioneros de cada lugar. Ni la obra ni sus servidores cobran por colaborar. Todo lo que acontece en el ámbito del santuario es gratuito y está prohibido cualquier tipo de actividad onerosa o donaciones.


 Al santuario se accede por las calles Los Carolinos y Los Crespones. Lleva unos 10 minutos llegar en vehículo desde el centro de la ciudad.


 Desde la cúspide, a 350 metros de altura, se pueden apreciar la ciudad de Salta y la extensión del Valle de Lerma.


 Los vehículos deben estacionarse frente al portón de acceso y en una playa interior. Desde allí se continúa, a pie, por las sendas. A la cima se llega en 30 o 40 minutos. El camino que se inicia en la playa frente al portón de acceso es más largo, pero más descansado, mientras que el que comienza en la playa interior resulta más corto, pero más empinado.

EL MENSAJE CENTRAL

1
"Volver a amar al Divino Corazón Eucarístico de Jesús. Adorar perpetuamente en reparación al Corazón Eucarístico vivo y presente entre nosotros en la Sagrada Eucaristía".

2
"La evangelización y consagración del mundo entero al Corazón Eucarístico de Jesús y al Inmaculado Corazón de María".

3
"La unión de Occidente y Oriente".

4
"La preparación para la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo, que consiste en un mayor conocimiento del amor de Dios".

5
"La esperanza, el camino que nos conduce a Dios.
Vivir el amor, vivir con el amor de su Divino Corazón, vivir un tiempo de eternidad".